jueves, febrero 19, 2009

CONTINUISMOS Y PERMANENCIAS

¡Qué hartazgo el de las ferias de deseos mercenarios!
Hace un año, cuando Fidel ponía sus responsabilidades estatales a disposición de los electores cubanos, horas antes de constituirse la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular y elegirse los órganos superiores del Estado, no faltaron quienes se lanzaron a proclamar parranda y anunciar “el cambio” que sueñan y requetesueñan, quienes no cambian ni comprenden que en Cuba, hace cincuenta años, todo cambio.

Ahora estos deseosos de otros tipos de cambios y críticos acérrimos de lo que califican como “continuismo” revolucionario, vienen a aleccionarnos con valentías, afanes reformistas, dislates generacionales y toda suerte de conceptualizaciones –son bastante conceptuosos en ello- sobre lo único que puede ser admitido como cambio, transformación o reforma en Cuba y qué es lo estructural y qué no lo es, según sus versículos.
Me gustaría saber su percepción sobre el mesianismo ideológico y el continuismo político estadounidense o europeo, no obstante sus reiterados fracasos de política interna y exterior, los escándalos por corrupción que llegan hasta las más encumbradas oficinas del poder y los relevos de caritas con que se turnan, para seguir vendiendo al mundo un mismo producto (tal como han hecho con las botellas, las laticas y los pomitos de Coca Cola).
Me asombra sobre todo la ausencia de cambios en las instituciones financieras internacionales y en los mercados bursátiles, a pesar de que la crisis les demuestra, contundente y cruda, la inviabilidad del modelo, la inconsistencia del sistema especulativo, la fragilidad del otrora sacrosanto mercado y la inmoralidad de las ayudas condicionadas y las deudas devoradoras de pueblos que le han hecho asumir a las naciones pobres.
Me maravillo con su tolerancia frente a monarcas, plutarcas y oligarcas, condenados los pobrecitos a sucederse ad divinis en el poder. Son increíbles sus niveles de tolerancia y comprensión, desarrollados frente al avasallamiento del dólar y de los señores canosos que lo regentan; su fe inconmovible en el absolutismo demoliberal burgués y, por el contrario, su bien probada e inflexible militancia a favor de los cambios, las reformas y las alternancias de todo lo que no sea pensamiento único.
Sorprende su tibieza frente a los torturados en Guantánamo y en las cárceles secretas de la CIA en Europa; su blandura ante los multimillonarios que secuestraron el rescate bancario con que el gobierno de los modélicos Estados Unidos pretendía salvar la economía; su lenidad de cara a los cientos de palestinos masacrados en Gaza en los dos últimos meses, a los 95 periodistas asesinados en el mundo el pasado año, a los 21 niños que por minuto mueren de enfermedades curables y hambre en nuestro planeta (y ninguno es cubano).
Decepciona su ideologizada y politizada defensa de la libertad abstracta, una libertad antidemocrática, irrespetuosa, irresponsable, obscena, casi porno. En consecuencia, solo si abrazamos ese libertinaje y dejamos de ser los ciudadanos que no existimos, la sociedad civil que no ha nacido; si aceptamos a la oposición de periódicos y embajadas como legítima, y con ella, las regalías y los edictos del American Congress, de la CIA, la USIS, la USAID, la NED y de todos los Miami´s boys and girls, así como algunas derechas desgarradas que aún andan por ahí, estaríamos cambiando.
Algunos muestran su peor actitud cuando dicen que no se podrá hacer nada hasta el día después de Fidel, de Raúl, de Almeida, de Ramiro, de Machado, de Alarcón; y no saben tampoco qué harán después del día después de Lage, de Sierra, de Díaz Canel, de Julio César, de Felipe, de Julito… y tampoco entienden qué pasará el día después de Yunier, de Tahimí, de Rogelito, de Ana Laura. Con ese continuismo en buscar cambios dentro de una Isla donde todo cambia cada vez más, su permanencia está amenazada, son cada vez más incapaces de encontrar lo que ocurre y no se ve.
Qué tristes deseos los del mercenario y del verdulero de noticias. Son especies condenadas a la extinción, la soledad y el olvido.

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