domingo, septiembre 20, 2009

Y JUAN SIN MIEDO LE CANTÓ A CUBA Y A LA PAZ…

Por un camino abierto por la inmensa herencia y riqueza musical cubana y largamente pavimentado en el último medio siglo por figuras como los Parra, Víctor Jara, Billy Joel, Pete Sieger, Aznavour, Miriam Makeba, la Massiel, Chico Buarque, los Cinco Latinos, Simone, Serrat, Audioslave, Billy Holiday, Manu Chao, Billy Joel, Air Supply, Café Tacvba, los participantes de los inolvidables US-Cuba Musical Bridges y muchos más, vencedores del miedo que pretendía imponer la chusma fascista que quería aislar a Cuba y a su pueblo, entraron Juanes y sus colegas este domingo a la memoria de los cubanos.


Concierto para no olvidar, alzado contra corriente, en la que el Paisa de la camisa negra, los españoles Bossé, Aute y Víctor Manuel, el italiano Jovanotti, los cubano-venezolanos de Yerbabuena y la pléyade del patio que se les unió, defendieron el derecho de todos los seres humanos a vivir en paz, a elegir la forma en que quieren vivir y a ser respetados en su singularidad.

Que un millón ciento cincuenta mil cubanos se hayan dado cita en la histórica Plaza de la Revolución José Martí, que ha sido escenario de nuestros principales combates políticos, nuestras protestas morales y de nuestras más grandes alegrías, constituye también una fotografía vívida de que la hazaña emprendida hace medio siglo es, por sobre todas las cosas, una hazaña del corazón, de la alegría y de los más nobles sentimientos.

El muchacho de Medellín demostró por qué le decían en su infancia “Juan sin miedo”, al saber defender con valor y honestidad desde niño todo aquello en lo que creía. Una sola de sus lágrimas emocionadas al final del concierto, como las de Olga Tañón y Miguel Bossé, reparan todos los discos rotos, las groserías y las amenazas de que fueron víctimas los tres. Los que no pudieron venir deben recogerlas como amuleto para el futuro. Sigan la senda de Juanes; los esperamos algún día.

Para todos nuestros compatriotas, músicos y cantantes, el más orgulloso de todos los abrazos, por deleitarnos con un arte raigalmente cubano y genuinamente universal, al que muchas veces le han sido vetados los grandes escenarios. Gracias, además, por haber mostrado su grandeza musical y humana, muchos de ellos como simples instrumentistas o coristas de los que tuvieron el principal protagonismo.

De todos, se me antoja, por lo simbólico, guardar en la memoria el solo de trompeta del negro Alexander Abreu. Sus notas fueron un degüello contra las mentiras y un clarín que unió a todos en el único grito de protesta que se escuchó en todo el concierto y que debe estar resonando cual pesadilla en los oídos de quienes nos odian y nos niegan la paz: ¡Viva Cuba!

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