martes, julio 06, 2010

LA COLABORACIÓN ENTRE CUBA Y EL SALVADOR SE FORTALECERÁ


Dra. Violeta Menjívar, Viceministra de Salud Pública y de Asistencia Social de El Salvador.
Demás autoridades gubernamentales, políticas y de salud que nos acompañan.
Médicos cubanos y salvadoreños que han escrito una imborrable página de solidaridad y humanismo en la región paracentral del país.
Hermanas y hermanos salvadoreños:
 El 10 de noviembre de 2009, apenas horas de haber ocurrido la tragedia de Verapaz, visitamos ese lugar y las demás áreas aledañas, profundamente conmovidos y compenetrados con el dolor de su pueblo.
Nuestras autoridades querían conocer la dimensión exacta del drama para saber cómo ayudar de la mejor forma posible.
Para sorpresa nuestra, encontramos a la gente y a sus autoridades movilizadas, rescatando cuerpos, abriendo caminos, escarbando en el lodo, limpiando. Los sentimientos de unidad, los intereses de la comunidad y la solidaridad se imponían sobre los egoísmos y las colisiones del pasado. 
Pocos días después, el 13 de noviembre, desembarcaban en Comalapa 17 profesionales de la salud cubano integrantes del contingente internacionalista cubano de medicina de catástrofes Henry Reeve y, sin descansar del viaje, sin preguntar donde se comía o se dormía, se trasladaron de inmediato a esta plaza a prestar servicios, mientras dos brigadas desandaban los caminos dolorosos de Verapaz, Tepetitán y Guadalupe.
Esta vez los médicos cubanos eran esperados de forma muy especial por seis jóvenes salvadoreños graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana, que en apenas 48 horas se multiplicaron por siete, es decir: 35 muchachas y muchachos salvadoreños, todos excelentes profesionales, pero desempleados, desesperados por ayudar a sus compatriotas y poner en vigor los conocimientos aprendidos. A ellos se sumaron otros siete, procedentes de la Universidad de El Salvador.
El 16 de noviembre, apenas 48 horas después, nacía en esta misma plaza, bendecida por los himnos y banderas de ambos países, la brigada médica salvadoreño-cubana “Monseñor Romero”, cuya trascendencia se vería luego, y que constituía, sin dudas, un justo homenaje a aquel salvadoreño universal que vio en la opción por el amor, la paz, la justicia y los pobres el camino de su alto ministerio.
Pronto algunas personas se preocuparon por la “invasión de los cubanos”. Los cubanos no habían llegado aquí vestidos de militar, en helicópteros militares y acompañados por armas. Los cubanos no vinieron a hacer política repartiendo bolsitas de vitaminas y alimentos para jugar con las necesidades y sentimientos de la gente. Simplemente habían sido convocados por el Gobierno soberano de El Salvador y daban lo que tenían: conocimientos, para impedir que se desataran terribles epidemias como consecuencia de catástrofe, o que murieran personas de los padecimientos expuestos por Ida, y meses después, por una tremenda epidemia de dengue o por la tormenta Agatha.
Además, quienes aquello afirmaban, ignoraban, con profundo desprecio, a sus propios compatriotas, a esos mismos a los que antes les negaban empleo recortándole al Ministerio de Salud el presupuesto para poder contratar profesionales, y que ad honoren, habían arrimado en esta ocasión el hombro junto con los cubanos, para mitigar el dolor de su pueblo.
Luego dijeron que iban a darles a los cubanos las plazas libres en el sistema de salud, mientras se cuestionaban las cifras del presupuesto de 2010 y se bloqueaba la necesaria reforma del sistema sanitario. ¡Como si este país no tuviera médicos! ¡Como si los médicos salvadoreños no fueran capaces! ¡Como si la escuela salvadoreña de medicina no hubiera dado glorias continentales como los doctores María Isabel Rodríguez y Rafael Cedillos! ¡Qué poca fe en su propia gente la de esas personas!
Las cifras dichas hoy aquí apenas reflejan lo acontecido. Se habla de un total de casi 70 mil pacientes directos, 24 vidas salvadas y alrededor de medio millón de beneficiados indirectos; pero solo en los dos primeros meses de aquella emergencia, fueron atendidas de forma directa 65 mil personas de todas las edades, mientras que un estimado de más 100 mil se beneficiaban por acciones indirectas de promoción de salud.
Nuestros médicos –los cubanos y los salvadoreños- no dejaron de atender a una sola persona y los vecinos de esta plaza son testigos de las horas que el hospital permaneció abierto para todos, sin distinción de origen, ideas políticas o condición laboral. Desde el primer paciente, hasta el último que cierre las consultas.
Puedo decirles, por haberlo experimentado en carne propia, tras convivir con la brigada en varias semanas de labor y porque no nos separamos de ella en todo este tiempo, que aquí, en la región paracentral de El Salvador, se ha escrito una página imborrable de humanismo, de la que ambos países debemos sentirnos orgullosos, pero que no es la única, pues tuvo como hermosos precedentes los esfuerzos conjuntos de los años ochentas y noventas por restablecer la salud de miles de lisiados de guerra, las diez mil operaciones de la vista de los últimos tres años, las brigadas de emergencia que acudieron durante la epidemia de dengue de 2003 y el terremoto de 2001.
Y tuvo también como hermosas prendas de devoción humanista e internacionalista la participación de muchos en la brigada Che Guevara que ayudó a Nicaragua, azotada por implacables lluvias, así como la adhesión de once médicos salvadoreños al continente internacional de médicos latinoamericanos y caribeños graduados de la ELAM, que junto con los cubanos, ofrecen auxilio y generoso aporte al sufrido pueblo de Haití, país devastado por un terrible terremoto.
Tampoco estas serán las últimas páginas de solidaridad y colaboración que escribamos juntos, aunque preferiríamos que no sean con motivo de nuevas emergencias motivadas por conflictos armados y desastres naturales.
Este mes regresarán al país 57 médicos graduados de la ELAM y está por graduarse en las próximas horas como especialista de primer grado en nefrología el joven que resultó primer expediente de la primera promoción de graduados salvadoreños, a quien como a muchos de sus otros 178 compañeros que hacen y terminan especialidades médicas, le esperan grandes y hermosos desafíos. Con ellos, con los 450 egresados entre 2003 y 2009 y con los 361 que hoy estudian, dispondrá El Salvador de más de un millar de profesionales altamente calificados. Esos jóvenes y sus hermanos formados en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de El Salvador serán los protagonistas de devolverles a sus compatriotas el derecho a la vida y la salud, antes conculcado.
La colaboración en salud entre Cuba y El Salvador se fortalecerá y ampliará en las próximas semanas y meses. Los dos países hemos trabajado fuerte en crear condiciones para una relación estable, duradera y mutuamente beneficiosa en la que primen valores como el humanismo, la solidaridad y los conocimientos por encima del negocio.
Esta es también una hora de gratitudes. Muchas veces pensamos y nos preguntamos cómo sería el momento de la partida de la brigada médica cubana de emergencia. Los diplomas entregados hoy apenas expresan los sentimientos que desearíamos trasladarles. Sin el sacrificio cotidiano y anónimo de muchas personas esta epopeya no había sido posible, desde quienes dirigen las gobernaciones, alcaldías e instituciones de salud, hasta quienes mantuvieron limpia y ordenada esta plaza, cargaron las mochilas, prepararon los alimentos o transportaron a nuestros compañeros. Honrarlos, nos honra.
Urgencias en Cuba y en otras tierras del mundo reclaman hoy la presencia del pequeño grupo que arribó en noviembre del año pasado. Otros les reemplazarán en las nuevas tareas que les asignen las autoridades sanitarias y el Gobierno salvadoreño. Pero algo quedará para siempre en nuestro recuerdo: la hermandad forjada, las vidas salvadas, la satisfacción de haber cumplido sencillamente con el deber.
A mis compatriotas que regresan a la Patria con el deber cumplido, les digo como el Comandante en Jefe Fidel Castro, el día que nació el Contingente del cual son parte:
“¡Adelante, generosos defensores de la salud y de la vida, vencedores del dolor y de la muerte!”
¡Viva la medicina latinoamericana y honor y gloria a los hombres y mujeres que la engrandecen!
¡Viva para siempre la hermandad entre Cuba y El Salvador!
Muchas gracias

PALABRAS DEL EMBAJADOR DE CUBA EN EL ACTO DE DESPEDIDA DE LA BRIGADA MÉDICA CUBANA. SAN VICENTE, 5 DE JULIO DE 2010

No hay comentarios: