viernes, enero 11, 2013

CUBA Y EL SALVADOR TRABAJAMOS JUNTOS PARA AUMENTAR LA RESILIENCIA ANTE DESASTRES

Sr. Alcalde Municipal de Santa Tecla Sr. Alcalde Municipal de Anse-a Galets
Sr. Secretario de Vulnerabilidades de la Presidencia
Distinguidos invitados y participantes de esta importante conferencia
Agradezco ante todo las generosas palabras del compañero alcalde Oscar Ortiz y del Sr. Secretario de Vulnerabilidades sobre mi patria, Cuba, que asumo como expresión de gratitud, pero también como una evaluación de que hemos sabido cumplir con el mandato de las Naciones Unidas de poner a disposición de todos los países hermanos de la región las modestas pero efectivas experiencias acumuladas en el manejo de desastres por nuestro país.
Quiero también destacar que lo expresado por Oscar, sobre el papel desempeñado por este Gobierno municipal sobre la gestión de riesgos, confirma aquellas ideas de José Martí que tanto inspiran a los cubanos en el tema que hoy nos ocupa: Gobernar no es más que prever… Los peligros no han de verse cuando se les tiene encima, sino cuando se les puede evitar.
El sábado 13 de Enero del 2001 ha pasado a la historia como uno de los días más difíciles, vividos por la población de El Salvador en el presente siglo. A las 11.33 am, hora local, un potente terremoto de Magnitud 7.6 en la Escala de Richter, genero fuertes aceleraciones del terreno y provoco un deslizamiento de tierra en la cordillera del Bálsamo, sepultando así a más de 870 personas que habitaban Las colinas de Santa Tecla.
Al analizar ese fenómeno y otros eventos similares en la región –como el terrible terremoto de Haití, sobre el cual debemos seguir profundizando y los hermanos de Anse-a Galets presentes aquí pueden contribuir-, los investigadores han defendido en el último lustro la necesidad de visualizar Modelos de Gestión de Desastres que evalúen las emergencias pasivas, la capacidad de respuesta, la preparación, la prevención, la resiliencia comunitaria y la planificación estratégica.
Mientras que en Centroamérica los procesos volcánicos y tectónicos y los deslizamientos producidos por fenómenos meteorológicos o sismos constituyen las causas fundamentales de los desastres, en Cuba los fenómenos hidrometeorológicos son el origen principal.
Debido a que además, las tendencias actuales de estos fenómenos se orientan a generar desastres en cadena, factores como la capacidad de respuesta de las poblaciones y la resiliencia, se imponen como nuevos paradigmas de la gestión de riesgos, cuyo principal generador sigue siendo el ser humano, al no lograr armonizar sus condiciones de vida con la naturaleza, ni entenderla.
Para lograr una coexistencia segura con la naturaleza debemos conocer dónde vivimos, qué nos amenaza, cómo vivimos y cuán vulnerables somos. La preparación adecuada, unida a la capacidad de respuesta nos permite una exposición segura a estos fenómenos y, por tanto, eleva nuestras probabilidades de vida. Por ello, coincido completamente con la idea expuesta aquí por el alcalde Ortiz, de que en materia de gestión de riesgos, no todo se reduce al dinero y a pedir recursos, o a lamentarnos porque no los tenemos.
La resiliencia está además directamente vinculada al modelo dominante de organización, ordenamiento y desarrollo de una sociedad, lo cual repercute directamente en el manejo de los riesgos y sus consecuencias. Está ampliamente demostrado que en una sociedad solidaria siempre la resiliencia será mayor que en una sociedad dominada por el egoísmo y los intereses privados y de grupos.
La estrategia cubana se sustenta en un modelo prospectivo, donde se reconocen los Estudios de Escenarios Predesastres, (EPD), como elementos básicos para la Gestión Integral del Riesgo a nivel local, (GIRL), y ambos son definitorios en la adopción de las Estrategias de Gestión del Riesgo de Desastres.
En Cuba se trabaja hoy a partir de la Gestión del Conocimiento en lograr dos objetivos superiores en el campo de la desastrología, el primero, el pronóstico de los desastres, y el segundo, la prevención integral del riesgo de desastres a través de la gestión estratégica, definida como una función que relaciona la gestión reactiva, la gestión correctiva y la gestión prospectiva y que tiene como principal objetivo la integración de las acciones multidisciplinarias y multisectoriales del sistema de Defensa Civil en función del desarrollo seguro de nuestra población.
Hemos aprendido en el estudio de los desastres que la acción más compleja y a la vez la más apremiante en el ciclo para la reducción de los desastres es precisamente la relacionada con la gestión y administración de los riesgos.
En la formulación de nuestra estrategia de carácter prospectivo, argumentamos sus componentes principales, vistas como acciones sistémicas que garantizan la prevención, que es desde nuestro punto de vista, el método más efectivo para reducir la probabilidad de que continúen los fenómenos naturales y antropogénicos transformándose en desastres. De tal modo, nos adscribimos a un modelo de carácter prospectivo, que tiene por objetivo armonizar las acciones relacionadas con la gestión y administración de los Riesgos de Desastres en un escenario específico, para garantizar no solo la integridad física de las personas, sino proteger el medio ambiente, la economía y la sociedad en su conjunto.
Así, existen, desde nuestro punto de vista dos áreas básicas para alcanzar una resiliencia sustentable: la educación y la salud.
Sobre la educación, debe decirse que en el modelo pedagógico cubano la construcción de autoestima, dignidad personal, confianza y seguridad van acompañadas, a la vez, del dominio de información sobre los escenarios y la historia, el conocimiento de antecedentes y experiencias, y la identificación de líderes comunitarios.
Para lograr resultados, la escuela cubana se apoya en la plena alfabetización y los elevados niveles de escolaridad e instrucción general de su población. Desde que están en los niveles de enseñanza preescolar, los niños, a través de juegos pedagógicos, por ejemplo, aprenden a conocer qué es un huracán, como rugen el viento y la lluvia, dónde y cómo protegerse y qué no se puede hacer –por ejemplo, caminar durante el evento por la calle, tocar cables caídos, cruzar ríos o áreas inundadas.
Estas actividades se refuerzan a lo largo de toda la enseñanza general, mediante acciones tanto curriculares como extracurriculares, en bibliotecas escolares y comunitarias, palacios y campamentos de pioneros, con el empleo de materiales pedagógicos especialmente diseñados para que los niños aprendan a convivir con los riesgos y desarrollen una resiliencia frente a estos.
Los materiales de estudio se concentran en cinco temas básicos: conocer el mundo en que vivimos, saber qué nos amenaza, entender por qué se producen los desastres, identificar qué es la gestión de riesgos de desastres y conocer cómo debe prepararse una comunidad, una familia, una persona –el propio niño- para enfrentarlos.
El sistema educacional cubano desarrolló en conjunto con los científicos cubanos un kit educativo que incluye un Manual de preparación comunitaria para la gestión de riesgos, una serie documental educativa (que se difunde a través de los sistemas de televisión instalados en todas las escuelas y en los canales nacionales de televisión educacional, así como una guía instructiva para el facilitador.
El papel de la escuela se articula, además, con el de la familia, encargada de transmitir valores, experiencias y tradiciones positivas a los hijos –sobre todo aquellas vinculados al amor, la solidaridad, el respeto, la cooperación y las responsabilidades compartidas, a la vez que refuerza y complementa lo aprendido en la escuela.
Además, en tanto la educación es un proceso de crecimiento antropológico que va mucho más allá de la enseñanza, se suman a este proceso otros dos ámbitos esenciales: el la cultura y el los medios de comunicación.
La cultura, porque refuerza valores precedentes y construye desde las tradiciones, desde lo autóctono y los universal, nuevas expresiones de vida a la vez que contribuye, en condiciones de extrema tensión social como las que sobrevienen a un desastre, a relajar las tensiones y fortalecer la alegría de vivir; y los medios, porque inciden de manera dramática en las ideas que dominan una sociedad, con la particularidad de que, en casos de desastres, deben hablar a coro y dejarse conducir por la autoridad líder en la gestión y manejo del evento para no desinformar, atemorizar o confundir a las poblaciones y no destruir su capacidad de resiliencia.
Esto último, por cierto, no tiene nada que ver con la libre expresión ni la libertad de prensa que puedan preocuparles a algunos en este país; es estrictamente un acto de responsabilidad por la seguridad nacional, como lo han defendido con claridad la Secretaria de Vulnerabilidades y Protección civil durante los últimos eventos naturales que han afectado a El Salvador.
Ahora, volviendo a la experiencia cubana, lo explicado nos ha permitido desarrollar en niños y jóvenes un adecuado control de emociones en situaciones difíciles o de riesgo, demostrando persistencia y optimismo; habilidad para manejar el dolor, el enojo, la frustración y otros elementos perturbadores; capacidad para enfrentar de forma activa y colectiva los problemas cotidianos (cada individuo sabe que no está solo, que tiene a sus compañeros de aula, a sus maestros, a sus vecinos, además de la familia), por lo cual existe conciencia de la posibilidad de obtener la atención positiva, la solidaridad y el apoyo de los demás. Asimismo, los niños saben que gozan del estimulo social a elevar sus conocimientos y desarrollo individual, por lo cual crecen con confianza, desplegando grandes energías liberadoras, sentido lúdico y del humor, creatividad, audacia y alegría.
Sobre la base de esta experiencia, Cuba contribuyó a que El Salvador tuviera desde el año 2010, su propio kit educativo, con muchos más componentes instrumentales, ajustado a las necesidades de este país, y cuya eficacia ha sido puesta a prueba en la resiliencia observada, por ejemplo, en la población infantil de áreas como el Bajo Lempa, tras los desastres causados por la depresión tropical 12E.
El otro componente es el sistema de salud, a través de sus redes integrales e integradas, que en Cuba se manifiestan a través del médico de la familia y los policlínicos comunitarios, las redes de hospitales de segundo y tercer nivel, los centros de investigaciones científicas y la industria médico farmacéutica y biotecnológica, así como la presencia y actuación de los activistas comunitarios de salud en que aquellos se apoyan y la generación de la participación e intervención de la escuela y los escolares en las actividades de higienización en los barrios, así como en la prevención y educación para la salud dentro de las comunidades. Estos, a su vez, priorizan en su atención a las mujeres y niños, así como a los adultos mayores y personas con capacidades especiales.
En nuestra experiencia, este denso sistema constituye una garantía principal de la resiliencia, toda vez que los individuos saben que tienen asegurada a múltiples niveles una necesidad y derecho básico para sus vidas. Esa sensación de seguridad y optimismo incide en una mayor salud física y emocional, lo que se traduce a su vez en una mayor capacidad de resistencia, de optimismo y en la construcción de una sólida fe en la victoria, o como se suele decir, “que saldremos adelante” y “no estamos solos”.
También la experiencia ha sido puesta a prueba en El Salvador desde el año 2010, a través de la asesoría cubana a la construcción de redes integrales e integradas de salud y equipos comunitarios de salud que hicieron su debut durante las tormentas Alex y Ágata, pero sobre todo, durante la mencionada depresión 12E, evitando que situaciones precarias preexistentes a dichos eventos aceleraran la ruptura del equilibrio higiénico y epidemiológico, impidiendo daños severos a la salud humana, lo cual se tradujo en el fortalecimiento de la seguridad (y la resiliencia) de numerosas comunidades y generó un impacto en la reducción de gastos en esta área.
Este sistema que les he descrito se manifestó durante el pasado mes de octubre en nuestro país, cuando varias provincias orientales cubanas y en particular la ciudad de Santiago de Cuba fueron azotadas por el huracán Sandy, el segundo en golpear esa región del país en doscientos años, por lo cual, se habían perdido todo tipo de referencias en la memoria de las personas sobre cómo afrontar este tipo de eventos naturales.
Debido a la gravedad del meteoro, que por inusual para poblaciones adaptadas a enfrentar los riesgos de otros fenómenos, como los temblores de tierra, causó 11 fallecidos y daños materiales cuantiosos, se desató de inmediato otro huracán, pero de pueblo solidario volcado desde todo el país – especialmente de las provincias occidentales y centrales, donde existe más experiencia por la frecuencia con que allí azotan los ciclones tropicales- en ayuda a los damnificados de las provincias orientales, se movilizaron de inmediato las reservas del país y el gobierno nacional con el Presidente Raúl Castro a la cabeza se instaló en la azotada ciudad de Santiago y dirigió la operación de recuperación, infundiendo una enorme seguridad a los ciudadanos, que vieron materializarse los planes previstos y ensayados con anterioridad.
Tres semanas después estaban restablecidas las condiciones para efectuar la segunda vuelta de las elecciones municipales que habían tenido lugar el 21 de ese mismo mes, lo que solo era posible por el restablecimiento en lo fundamental de la vitalidad en todos los servicios básicos. Hoy, en enero de 2013, puede afirmarse que la normalidad se ha restablecido: toda la red de comunicaciones, eléctrica y vial se ha recuperado, se reanudaron todas las actividades productivas en el territorio y se trabaja intensamente en la reconstrucción del fondo habitacional y constructivo dañado, con el apoyo de medidas económicas, sociales y fiscales que incentiven en los individuos al confianza en el futuro.
Por razones como las antes descritas y con el fin de aumentar también la resiliencia de las naciones y las comunidades ante los desastres y para crear una integración más efectiva de la reducción de riesgos de desastres en las políticas, la planificación y la programación del desarrollo sostenible, según menciona la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres, de las Naciones Unidas y el Marco de Acción de Hyogo, Centroamérica y Cuba trabajamos unidas desde el año 2002 en pro del bienestar de los habitantes de la región, como estamos haciendo en la hermana República de Haití y cómo hemos hecho desde 2009 en el Salvador, tras el restablecimiento de relaciones oficiales entre nuestros países.
El pasado año ocurrieron varios terremotos en las costas pacíficas de El Salvador, que nos indican la certeza de esta premisa de desastres y la necesidad de actuar hacia el Fortalecimiento de los Sistemas de Prevención bajo un enfoque sistémico, lo cual es la verdadera garantía de una resiliencia que favorezca (e incluya), sobre todo a los grupos sociales más vulnerables, como los niños y las mujeres.
El reconocimiento de la memoria histórica de los desastres El Salvador y la dinamización de los escenarios departamentales y municipales, con programas sostenidos de atención a la reducción de los riesgos, como está haciendo hoy el Sistema Nacional de Protección Civil, deben poner al país en condiciones más favorables de cara al futuro. Ese sería el mejor homenaje a las víctimas del Terremoto de Santa Tecla.
Muchas Gracias.


INTERVENCIÓN EN LA IX CONFERENCIA MUNICIPAL SOBRE LA GESTIÓN DE RIESGOS “MUJERES Y NIÑAS: FUERZA (in)VISIBLE DE LA RESILIENCIA”, Palacio de la Cultura y las Artes de Santa Tecla, 11 de enero de 2013


Fuentes consultadas:
Fernando Guash: La crisis sísmica vivida por El Salvador en 2001.
Fernando Guash: Contexto global y Nacional de los desastres, la gestión de sus riesgos y la adaptabilidad al cambio climático, bajo la visión del sector de salud. CENAIS, Santiago de Cuba, 2011. En Internet: http://www.slideshare.net/comunicacionespfc/modelo-pedagogico-pfcgr1-articulo-ibia
Ibia Cuza y Fernando Guash: Modelo pedagógico participativo para la participación comunitaria en gestión del riesgo de desastres, CENAIS, Santiago de Cuba, 2011. En Internet: http://www.slideshare.net/comunicacionespfc/modelo-pedagogico-pfcgr1-articulo-ibia
Ibia Cuza y Olga Gallardo: Visión Social de la Prevención. CENAIS-CISAT 2012. En Internet: http://www.slideshare.net/comunicacionespfc/vision-social-prevencion-desastres

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