jueves, agosto 22, 2013

TENGO FE EN LA CAPACIDAD, LA INTELIGENCIA Y LA AUDACIA DE ESTE PUEBLO

Queridos Leonel (Salvador Sánchez Cerén), Milton (Medardo González Trejo), Ramiro (José Luis Merino), Norma (Norma Guevara de Ramirios), Roberto (Roberto Lorenzana), Oscar (Oscar Ortiz) y demás compañeros de la dirección del FMLN
Queridos hermanos del ALBA
Entrañables hermanos salvadoreños, todos
Martí decía y Fidel ha insistido y nos ha educado durante toda su vida, que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz. Esto quiere decir que cualquier reconocimiento que un revolucionario recibe no es más que un llamado a la reflexión sobre su desempeño y a cumplir mejor con su deber, que es el de hacer la revolución, servir a la Patria y a la humanidad y que, al poner en la noche la cabeza en la almohada –cuando pueda hacerlo- o al despedirse de este mundo, pueda decir, como aquel hoy casi olvidado héroe soviético que nos inspiró a muchos cuando éramos jóvenes:
“Lo más preciado que posee el hombre es la vida. Se le otorga una sola vez y hay que vivirla de forma que no se sienta un dolor torturante por los años pasados en vano, para que no queme la vergüenza por el ayer vil y mezquino, y para que al morir se pueda exclamar: ¡toda la vida y todas las fuerzas han sido entregadas a lo más hermoso del mundo; a la lucha por la liberación de la humanidad!”.
Cuando el partido tomó la decisión de reconocer los resultados del trabajo de la Embajada de Cuba en los primeros cuatro años de relaciones oficiales, después de una angustiosa espera de 48, quiso hacer depositaria a una persona del reconocimiento.
¿Cómo recibir algo en nombre de una obra que ha sido precedida por más de siglo y medio de lazos entre dos pueblos entrañablemente hermanos? ¿Cómo aceptar la gratitud de ustedes, sino haciéndolo en nombre de quienes se sacrificaron más que nosotros y durante más tiempo?
¿Qué méritos pueden compararse a la huella inmensa dejada en El Salvador por aquellos que se nos adelantaron, como Fidel, Piñeiro, Alarcón, los cinco luchadores antiterroristas cubanos?
Aceptar la medalla Schafik Hándal es un dilema ético y personal. Más allá del reconocimiento y la admiración al líder histórico de la revolución salvadoreña, para nosotros, esto significa hacernos cargo de representar con dignidad suficiente aquella visión suya, según la cual “… la Revolución Cubana aparece ante nuestros pueblos como la meta y el punto de comparación; en otras palabras, como un poderoso faro de atracción y un motor de desarrollo de la conciencia revolucionaria…” y “…representa el futuro socialista de la América Latina, constituye el punto más avanzado de todos nuestros pueblos en su histórica lucha contra el imperialismo, es la vanguardia de la revolución latinoamericana.”
Schafik añadía además: “La defensa de Cuba Socialista no es solo un deber revolucionario, moral, de compañerismo, de solidaridad es un deber primordial para con toda la revolución latinoamericana y representa un compromiso de honor con la revolución mundial. La destrucción de Cuba Socialista significaría un enorme retroceso.”
¿Cómo fallarle entonces a Schafik, a sus compañeros de lucha y a su pueblo, que estuvieron a nuestro lado en las más oscuras noches de dictaduras militares, que combatieron en nuestras trincheras, marcharon en nuestras calles, lloraron nuestros muertos, resistieron las mismas agresiones y bloqueo y cantaron nuestras victorias, que tuvieron fe en nuestra victoria cuando nadie creía en nuestra supervivencia? No podríamos desmerecer bajo ninguna circunstancia a este pueblo y eso hicimos: cumplir, cumplirle bien. Nada más.
Nos ha tocado servir en una etapa fundacional, cuando se colocan las primeras piedras de un nuevo edificio para el país. Es una etapa difícil, confusa, contradictoria, con avances y retrocesos, en la que se corren muchos riesgos, no solo por el descomunal poder de una oligarquía brutal negada a ceder el más mínimo de sus privilegios, sino por la penetración imperialista en todos los sectores de la vida nacional, comparable a la que vivía Cuba en 1958.
La diferencia es que ahora las oligarquías y el imperialismo han aprendido también las lecciones de la historia y nos han obligado a comprender que los caminos de la lucha de los pueblos por el poder serán mucho más difíciles en lo adelante y que debemos ser más creativos en esa batalla, que es por la vida de las presentes y futuras generaciones.
Ya se lo había advertido Fidel a una compañera diputada del partido reunidos en La Habana, en 1998: “…A la mente me vino rápido toda la historia de lucha de los salvadoreños durante todos estos años, heroica lucha, tremenda”. Y le explicó a continuación, usando su clásico sistema de preguntas y respuestas, las dificilísimas circunstancias en la que su partido, el FMLN, que entonces adquiría fuerza, podría ganar de manera aislada unas elecciones.
Entonces no existían la revolución bolivariana, ni el ALBA, ni América Latina había iniciado el cambio de época que hoy vive.
¿Qué no ha cambiado? Algo que Fidel le pedía a los revolucionarios salvadoreños entonces: “ser honrados, barrer con todo vestigio de corrupción,… vivir con austeridad, invertir los recursos en ayudar a la educación, la salud,… redistribuir un poco mejor los recursos… repartir un poco mejor (la tierra), expropiar algunos latifundios...” En otras palabras, acercarse lo más posible a ese paradigma del buen vivir que hoy persigue Salvador.
¿Qué sí cambió? Se ha iniciado la era de la definitiva integración latinoamericana y caribeña. Ya no es más posible sobrevivir como estados soberanos aislados en un mundo globalizado neoliberal y con un imperialismo transnacional. Para existir, resistir y vencer tenemos que unirnos dentro de nuestros pueblos y unirnos entre nuestros países, como hicimos en el ALBA y en la CELAC. Miren el susto que se llevó la Europa sumisa al Imperio, con solo haber protestado juntos el desplante que le hizo a Evo. Por eso hoy El Salvador no está solo; se avanza en pos de transformaciones verdaderas, que intentan alcanzar la medida de los sueños. Hay que trabajar duro para lograrlas y, sobre todo, para defenderlas.
Por eso, cuando hemos visto cansancio, desconcierto o inquietud, les hemos recordado a nuestros interlocutores algo que nos enseñó el compañero Raúl a los cubanos: preguntarnos cómo habría actuado Fidel en esas circunstancias, con la seguridad de hallar enseguida las claves de nuestra actuación.
Del mismo modo, hemos dicho también: pregúntense cómo habría actuado Schafik y asúmanlo sin miedo. Pero para eso hay que leer a Schafik, estudiar a Schafik, conocer y apropiarse de Schafik.
Ese mismo razonamiento aplicamos nosotros, los cubanos, para entender y relacionarnos con la compleja realidad salvadoreña: el método de Fidel y el de Schafik, hermanados todos, como lo han estado en la lucha.
Solo añado que tengo fe en la capacidad, inteligencia y audacia de este pueblo. Tengo fe en que cada día comprenderán más que la conquista revolucionaria del poder requiere ir paso a paso, consolidando cada posición que se gane, sumando y multiplicando siempre: en los municipios, en los departamentos, en el parlamento nacional, en el poder judicial, en la economía, hasta llegar al ejecutivo; en conquistar la mente y los corazones del mayor número posible de personas de todos los colores e ideas, persuadirlos de la justeza del cambio y transformarlos con paciencia, educación y cultura. Ser auténticos, aprender de todos y no copiar a nadie, ni al más querido de todos los hermanos, será la clave de la permanencia, universalidad y trascendencia del cambio.
No digo más. Por lealtad y puro amor a Cuba y a Fidel ustedes ya nos han hecho demasiado lacerante esta partida. Magda y yo, que hemos crecido aprendiendo de todos ustedes, nos llevamos con Schafik a todo su pueblo. Nos acompaña también la bandera roja y blanca, firmada por aquellos que la sangraron y la han defendido en toda circunstancia. Solo una vida ejemplar podrá agradecerlo.
No nos despedimos. Nos encontraremos en nuevos escenarios de batalla, porque como nos enseñó el Viejo, ¡la lucha, continúa!
Solo que esa lucha tiene una alternativa única:
¡Hasta la victoria, siempre!
Palabras pronunciadas por el Embajador de Cuba en El Salvador en la ceremonia de condecoración con la medalla al mérito Schafik Hándal y el acto de despedida ofrecido por el FMLN.Club Árabe de San Salvador, 21 de agosto de 2013.

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