miércoles, octubre 30, 2013

CUBA Y LA DERECHA OFICIALISTA

En un artículo reciente sobre nuestras polémicas cubanas, uno que nació en Cuba pero que la reniega cotidianamente desde las páginas de El Nuevo Herald, espera –y cito-“que no esté lejano el día en que esa izquierda cubana, oficialista o semioficialista, pueda actuar libremente y echar por la borda a Lenin…”

No hay que perderse con la diatriba de la izquierda “oficialista”. Es una provocación para dividirnos. Bajo la derivación a que conduce este planteamiento, de que hay otra izquierda, “no oficialista”, se esconde otra intención, que en nada tiene que ver con la defensa de una posición gubernamental (eso es el “oficialismo”), sino con la denostación del pensamiento revolucionario y libertario cubano.

Los cubanos de Cuba, los que vivimos bajo su sol y palmas, no tenemos el mal hábito de “echar por la borda” a nadie. Ni a los peores especímenes. A esos los guardamos bien, en las páginas de la historia para aprender cómo no hacer regresar más nunca las tropelías, desastres y dolores que dejaron en este país. También guardamos a los arrepentidos, para no caer en esas blanduras de carácter tan impropias de hombres y mujeres con ijares.

Es comprensible que viviendo física y espiritualmente tan lejos de otro país, se cometa la tontería de expresar ideas totalitarias y alejarse tanto por añadidura de los referentes nacionales, que no son Lenin ni Ho Chi Minh, aún cuando deslumbra su lucidez en muchos temas de la construcción socialista –no necesariamente en todos. Desde luego, mucho menos son referentes Mao y el feo fantasma de Stalin, que no tienen que ver nada el uno con el otro, pero que en su historia personal de transfuguismos, sí parecen perseguir al susodicho escribiente de Miami, tanto como su búsqueda de mimetismos allende el Caribe. Está tan, pero tan distanciado de Cuba, que ya ni siquiera habla de José Martí.

Los legítimos pensadores de la amplia, diversa y revolucionaria izquierda cubana no tienen dificultades para pensar su país, para imaginarlo, criticarlo o rehacerlo –están haciendo hoy las tres cosas en absoluta libertad, a pesar del silencio que lapida sus palabras fuera de Cuba y de las zancadillas que puedan ponerle algunos compatriotas que aunque integrantes de esa izquierda revolucionaria cubana, se resisten a cambiar todo lo que deba ser cambiado y que hemos acordado cambiar. Y por si pueden caber dudas en el rumbo, la luz la sigue dando, aquí, siempre, el Apóstol de Dos Ríos.

Solo coincido en una idea con la derecha oficialista de Miami –oficialista porque es leal, funcional y súbdita a los viejos batistianos y al capital oligárquico cubano, a las transnacionales y al Imperio, y refleja de una forma más o menos hard, o más o menos soft, sus criterios: los dos aspectos claves sobre los que se definirán el futuro de la Isla: el mejoramiento de vida de la población y la libertad ciudadana. De eso hablamos los cubanos en el VI congreso del Partido Comunista y en su I Conferencia. De eso habló el presidente Raúl Castro cuando trazó el rumbo hacia un socialismo próspero y sostenible.

Es comprensible que, por lo tanto, los voceros de la derecha oficialista sigan reiterando la oportunidad biológica –la desaparición de los hermanos Castro-, como la solución al "caso", que hace 50 años se les indicó. Solo que antes intentaban asesinarlos y hoy solo les cabe esperar por lo incierto.

Lo que sí es un acto de analfabetismo informativo y político es negar la existencia del socialismo en Cuba, y sobre todo, negar que lo salváramos y que hoy lo reconstruyamos. De lo contrario, si no existe ni nunca existió, ¿por qué se preocupan tanto Alejandro Armengol, El Nuevo Herald y el gobierno de Estados Unidos?

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