jueves, octubre 13, 2016

CARAVANEROS

Los cubanos padecemos de un hermoso síndrome al que podríamos llamar “de la Caravana”. Pienso en la marcha sobre Las Villas de Máximo Gómez en la primera guerra de independencia y en la invasión a Occidente que protagonizó junto con Antonio Maceo en 1896, con aquellas huestes de soldados descalzos y a caballo, sometidos al acoso enemigo, pero resueltos a llegar a toda costa a su destino.
Recuerdo otras, como la de la madrugada del 26 de julio de 1953, rumbo al cuartel Moncada para una cita impostergable con la historia, o aquella, encabezada por Camilo y el Che, que partió por dos rutas, desde el Jíbaro y El Salto, en la Sierra Maestra, hasta llegar a La Habana el 2 y el 4 de enero de 1959, seguida de aquella inolvidable Caravana de la Libertad, con Fidel al frente, que inició su ruta en el parque Céspedes de Santiago de Cuba el amanecer del 1 de enero de 1959 e ingresó triunfal a la capital cubana una semana después.
La brega colectiva en una misma ruta es así reiterativa en nuestra historia: la gran marcha de campesinos a caballo con el Héroe de Yaguajay al frente, que reclamaban el retorno de Fidel al primer puesto del gobierno revolucionario; los camiones de milicianos, antiaéreas y tanques ingresando desde Jagüey Grande por la estrecha carretera de la ciénaga de Zapata, bajo permanente fuego enemigo, hasta mojar las suelas de las botas y las esteras en las arenas de Playa Girón; las rutas de alfabetizadores que desde toda la isla convergieron en la Plaza de la Revolución el 22 de diciembre de 1961 para proclamar a Cuba territorio libre de analfabetismo; las marchas de milicianos que se entrenaban a lo largo de 62 interminables kilómetros; las formaciones de camiones alineados por las carreteras que transportaban a los pobladores citadinos, movilizados los fines de semana a jornadas de trabajo voluntario en la agricultura y en obras del desarrollo industrial.
Pocas caravanas son tan inolvidables como las de los combatientes internacionalistas cubanos a lo largo de las largas y peligrosas rutas angolanas de la guerra, bajo el fuego sudafricano y las emboscadas de la  UNITA. Muchos vivimos esa inolvidable experiencia, con una escolta de exploradores y zapadores al frente y con los ojos y el fusil al acecho, las puertas de los vehículos entreabiertas a veces, listos a saltar. También recordamos las otras, del retorno, con nuestros héroes y nuestros muertos.
Por contraste, las asocio siempre con las caravanas de ómnibus alegres que se movilizan desde la Escuela Latinoamericana de Medicina, cargados de cientos de médicos latinoamericanos, caribeños y africanos para acompañarnos solidariamente en actos, protestas o celebraciones cubanas; y también con las caravanas de cubanos emigrados y amigos que cada año han viajado a Washington y a ONU para reclamar la libertad de cinco héroes antiterroristas o el fin del bloqueo contra Cuba.
Ese espíritu de la caravana lo he visto resurgir y bruñirse en estos días de huracanes, en la gran operación movilizativa, logística y humanitaria del gobierno y el pueblo revolucionarios, con Raúl al frente, hacia el oriente cubano, antes de la llegada del monstruo Matthew, durante su ensañado ataque de más de diez horas en una trayectoria de apenas 30 kilómetros en línea recta, y después que se marchó. Esas autopistas y carreteras pobladas de camiones y rastras con postes de electricidad y teléfono, transformadores, grúas y recursos de la construcción; esas líneas de ferrocarril estremecidas con el paso de trenes cargados de alimentos, medicinas, cemento, tejas o maquinaria pesada; esos miles de hombres y mujeres abriéndose paso por los caminos destrozados, las montañas derruidas, los ríos crecidos y los bosques y puentes demolidos, avanzando desesperadamente hacia la salida del sol, para llegar antes que los vientos y la lluvia empezaran o amainaran, expresan lo mejor del carácter cubano. Una cualidad gregaria, previsora, unitaria, de apoyarse y protegerse mutuamente para andar todos una misma senda, compartir un mismo destino y alcanzar un mismo objetivo en la vida. Tómenlo en cuenta los sociólogos.

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