lunes, septiembre 07, 2020

ROBAR Y POLITIZAR A LA VIRGEN Y SUS GIRASOLES

No entender a un país, despreciar su historia y cultura, querer armar y financiar desde el extranjero a una oposición que persigue construir otro país dócil, que reemplace al real, es un error recurrente de la política exterior de Estados Unidos con respecto a Cuba y, en particular, es un baldío pero costoso afán de las mafias cubanoamericanas de la Florida y de sus mercenarios en la isla. El nuevo episodio, condenado al fracaso, es apropiarse de la Virgen María de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, erigida por el Papa Benedicto XV en 1916 a instancias de los veteranos mambises libertadores y coronada como tal por Juan Pablo II en 1998, ante Fidel Castro y en el apogeo de la revolución liberadora.

Pocos símbolos populares recrean mejor el mito de Cuba: hallada flotando en el mar por tres navegantes–un blanco, un negro y un indio- unidos en un mismo bote –arca de su salvación en medio de una tormenta-, los salvó de la tragedia. A ella se encomendaron los guerreros de la independencia contra España y los luchadores contra las dictaduras vernáculas y el neocoloniaje estadounidense. Con su bendición muchos cubanos se abrieron paso en la vida familiar, en la academia, la ciencia, la cultura y el deporte, alfabetizaron, salvaron vidas, pelearon por la Patria o sirvieron y combatieron en las gestas internacionalistas cubanas.

Sin importar los avatares y enfrentamientos humanos de la época, ante la Virgen, como ante la fe del pueblo, el poder revolucionario no impuso condiciones, manipulaciones, politización ni irrespeto. Por el contrario, no es la primera vez que los enemigos de Cuba y de su pueblo manipulan los sentimientos religiosos y sus símbolos en provecho de sus espurios objetivos. 

Lo hizo la corona española, que persiguió a la virgen y destruyó sus figuraciones por herética, rebelde y mestiza. Y lo hizo EE.UU. por medio de la CIA, con aquella repugnante Operación Peter Pan que, en nombre de Dios y de ella, separó de sus familias entre 1961 y 1964 a más de 14 mil niños, supuestamente amenazados por una fake news de la época: la cancelación de la Patria Potestad a manos de la Revolución.

En su nombre y con la complicidad de algunos fariseos religiosos, se usaron templos para esconder armas de terroristas y protegerlos después. También buscaron su bendición algunos de los que pusieron bombas, incendiaron o invadieron Cuba. No faltaron los que emitieron proclamas antipatrióticas. Todos lo hicieron de la misma manera cínica que muchos de los torturadores, violadores de derechos humanos y criminales de guerra que segaron la vida de 20 mil cubanos en seis años de insurrección popular y luego le rezaban.

A sus herederos del siglo XXI, la Virgen les resulta un comodín de ocasión, porque en verdad, a los que pagan –racistas y excluyentes-, les irrita su imagen morena, su mezcla racial de Juanes salvados, su sincretización africana en Oshún –madre de las aguas dulces del mundo, los arroyos, manantiales y ríos, que personifica el amor y la fertilidad. Sobre todo, les molesta su pose ecuménica y generosa, que abre y extiende la mano a “todos y para el bien de todos”. Ella siempre los derrota.

Y ahora, buscan legitimar una oleada de estridentes y vulgares protestas en redes sociales de vagos mercenarios y parásitos, y de medios de prensa palanganeros, pretendiendo apropiarse de nombre y de sus atributos más humildes, como el girasol, flor alegre, sencilla y nutricia como Cachita, que muchos cubanos adoran; y el color amarillo, tan inherente al trópico en que vivimos y a su luz.

Pero no la vencerán, como no nos han vencido a nosotros. Ella es inconquistable como el espíritu de Cuba. No hace falta ser creyente, ateo o agnóstico. Esa Santa, como la bandera, como las palmas, jamás ha sido mercenaria. Puede ser madre amantísima, pero jamás perdona a sus traidores.



2 comentarios:

Unknown dijo...

Me encantó este artículo y como fiel soldado de los ideales de la revolución y seguidora, amante y devota de nuestra Santa, agradezco la genialidad del escritor para entrelazar dos temas tan sensibles para los cubanos que como yo creemos profundamente en la religión y por tanto somos portadores de una fe inquebrantable. La revolución cubana sigue presente y se multiplica todos los días en los hombres y mujeres que estamos dispuestos a defenderla y a no dejar que sea calumniada. Somos Cuba#Somos continuidad.

Dagmara dijo...

Como bien dice el artículo más allá de ser o no creyentes se trata del respeto a nuestras raíces y a nuestra cultura. Es indigno utilizar un símbolo del pueblo con fines de politiquería burda.