domingo, mayo 28, 2006

MELLA Y CUBA, TINA Y MÉXICO

(o Mella y Tina, Cuba y México)[1]

En el otoño de 1928, una mujer italiana corre como un rayo de luz fugaz ante los ojos de un cubano. Están en una manifestación: para unos cerca del Zócalo, para otros el lugar no es relevante. Los ojos negros de Assunta se detienen en una figura apolínea que alza una voz que todos acatan. Saca su cámara fotográfica y comienza a disparar, o cree que lo va a hacer. Ninguna de las imágenes se imprime en el celuloide. La fotógrafa no oprime el obturador: sólo parpadea tras el visor. Las imágenes se imprimen en la retina. Ahí, a primera vista, comienza el romance con el cubano Julio Antonio Mella…
El futuro líder del pueblo de Cuba a comienzos del siglo XX, nieto del llamado General "del ímpetu", como calificara José Martí al héroe de la independencia dominicana, Ramón Matías Mella, nació el 25 de marzo de 1903, a solo 8 de la caída en combate del Apóstol de la independencia cubana, pero en sólo 26 años marcó todo el Siglo XX cubano, y sin lugar a dudas su histórico legado se proyectará sobre el nuevo milenio cubano.
En su corta vida, Julio Antonio Mella fue capaz de resumir la historia grande y maravillosa que escriben y sueñan millones de mujeres y hombres, todos los días, a todas horas, insatisfechos con el mundo en que viven, confiados en que uno nuevo, mejor y más humano es posible, y para lo cual están dispuestos hasta a revolver revolucionariamente los pilares del mundo heredado.
La vida de Mella podría resumirse de un golpe en breves glosas:
Sus primeros trabajos periodísticos aparecieron en la revista universitaria Alma Mater (1922-1923), de la que fue administrador.
En enero de 1923, bajo la influencia de similares cambios universitarios en otros países como Argentina, liderea la lucha estudiantil por la reforma universitaria.
Funda la Federación de Estudiantes Universitarios.
En octubre de 1923 organiza y dirige el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, y en noviembre inaugura la Universidad Popular “José Mart”, con el propósito de impartir instrucción académica y política a los trabajadores y de vincular la Universidad “con las necesidades de los oprimidos”.
Fue director y redactor de la revista Juventud (1923-1925), fundador de la Liga Anticlerical (1924) y de la sección cubana de la Liga Anti-imperialista de las Américas (1925).
Funda el Instituto Politécnico "Ariel" junto con Alfonso Bernal del Riesgo en 1925 y es uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba y su primer secretario de organización en ese mismo año 1925.
Cruza a nado la bahía de Matanzas para llevar la solidaridad cubana a bordo de un buque mercante soviético al que las autoridades han impedido la entrada a puerto.
Expulsado de la Universidad de la Habana y detenido por falsas acusaciones, se declara en huelga de hambre.
El Comité Pro-libertad de Mella inicia una campaña para liberarlo, la presión nacional e internacional se hace sentir, y se le libera el 23 de diciembre de 1925.
Personas dentro del Partido discrepan de sus ideas y tácticas de lucha y consiguen separarlo de las filas a principios de 1926, aunque luego se enmienda el lamentable error.
Y finalmente, en una historia que recorre toda una parábola histórica y nos lleva a rememorar el peregrinaje casi todos los patriotas de América que perseguidos en sus luchas, buscaban refugio y apoyo: Mella embarca a principios de 1926 rumbo a Honduras y de ahí, a México, ese país, que es “lindo y querido” para todos los que llevamos sangre americana mestiza en nuestras venas.
Ahora, existían también otras razones para responder la pregunta: ¿por qué México?
Fíjense en la fecha: 1926. En Europa, avanzan –por un lado- la Unión Soviética, donde ha concluido una cruenta guerra civil, y –por otro- en Italia se ha entronizado el fascismo, que también avanza sigilosamente por Alemania y España. Ese fascismo, que siempre pretendió cubrir con su manto negro al mundo, comprende pronto que para competir con el naciente imperio estadounidense, era necesario tomar sus atalayas más cercanas, y esas atalayas son Cuba y México.
Por su situación geográfica en relación con los Estados Unidos, a menos de noventa millas o a milímetros de distancia; por sus numerosas vías de comunicación, carreteras, trenes, barcos y aviones era cierto que Cuba y México, resultaban excepcionales para influir en el coloso norteño.
Pero, además, debido a sus poderosas culturas nacionales, Cuba y México siempre habían ejercido gran influencia espiritual sobre el resto del continente, y eso no lo desconocían los consejeros de Il Ducce.
Esto era particularmente importante para el latino Mussolini, y así lo constata el embajador fascista en México en esos años: “la isla y México tenían una situación común: son dos países que abren o detienen al mundo latino del anglosajón”.
Para asombro de muchos hoy, así lo refirió un reporte, hallado recientemente por investigadores cubanos en los archivos de la Secretaria de Relaciones Exteriores de Italia.
Los documentos revelaron que Mussolini llegó a tener dos estaciones de radio y un periódico fascistas, y sus dirigentes tenían una fuerte conexión con Nueva York y con la ciudad de México, para alinear a la capital azteca y a La Habana (que entonces se administraba desde Washington) con los intereses del fascismo europeo.
Y es esta noticia la que nos va a llevar también al motivo central de esta velada: el encuentro en tierras aztecas, ocupados entre muchas otras, en tareas de inteligencia antifascista, de esos dos seres humanos extraordinarios que fueron el cubano Julio Antonio Mella y la italiana Tina Modotti.
Cuando Mella llega a México, es reclamado de inmediato por sus compañeros. Su joven y privilegiada inteligencia, su capacidad de acción, su carisma y liderazgo son requeridos para impulsar el trabajo del naciente Partido Comunista Mexicano, pero también, para legar a este su experiencia en el enfrentamiento y denuncia pública de lo que en 1924 se consideró en la isla como un ultraje y un peligro para la nación cubana: la llegada a La Habana, del buque Italia, insignia del fascismo.
Bajo esa encomienda y siempre junto con los dirigentes mexicanos, movilizó al periódico El Machete y desde él, a la Confederación Nacional Obrera Mexicana para repudiar la posterior llegada navío a los puertos de Tampico y Veracruz.
La acción alcanzó tal envergadura que, se afirma, conllevó entonces a que el presidente mexicano Álvaro Obregón, le prohibiera a los italianos bajar a tierra con sus camisas negras, para evitar disturbios.
Mientras tanto en Cuba, el general Gerardo Machado, mediante unas corruptas elecciones, ganaba la presidencia del país, iniciando una de las etapas más oscuras de la historia del país, en el que la represión, los asesinatos y la corrupción se generalizaron y la economía de Cuba fue colocada al servicio de Estados Unidos, causa por la que de una forma u otra bregó desde que traicionó la causa independentista en la que había combatido. Sus riquezas obtenidas gracias a los vínculos con empresas como la Dominican Sugar Co., el National City Bank, la General Electric Co. y los Guggenheim, demostraban su interés particular y el perturbado sentido de "patria" que lo animaba.
Comenzaron los crímenes y persecuciones y, desde México, donde se había exiliado Mella, el joven escribe un significativo articulo, "El grito de los mártires", y califica al nuevo mandatario cubano como el "Mussolini tropical', después de que en 1927 un repugnante y pomposo desfile de camisas negras recorriera las calles capitalinas y culminara con un Te Deum en la Catedral de La Habana.
Al consultar el Archivo Histórico del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia y el Archivo Central del Estado en Roma, pudo comprobarse que ocho cajas repletas de informes sobre Cuba, elaborados por los embajadores de Mussolini en La Habana y México, urdían una de las conspiraciones más ignoradas de la historia, en la que aparecían bien citados los agentes del tirano cubano, con nombres, apellidos, profesiones y direcciones.
Y en el medio de esa trama, Mella crece en México, y ya es capaz de arrancar al nada generoso en halagos David Alfaro Siqueiros, a la sazón presidente del Comité Organizador de la Confederación Sindical Unitaria de ese país, una consideración reveladora:
“Mella era un hombre de gran profundidad de pensamiento. Era un extraordinario orador, y un orador de masas magnífico. Convivió conmigo en el movimiento obrero en Cinco Minas, La Masata, a favor del Monte, en muchísimos de los centros mineros de México...Juntos viajamos a la zona del Golfo, a Tampico, a Chihuahua. Fue un hombre prominente querido por todos, Realmente Julio Antonio Mella no sólo fue un líder de primera magnitud en Cuba, con toda su lucha heroica maravillosa, sino en México también.”
¿De dónde le venía a Siqueiros esa valoración inusual? Habría entonces también que glosar el corto y fecundo camino vital del comunista cubano en ese país:
Días después de su llegada fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo de la Liga Antiimperialista de las Américas y ese mismo año de 1926 ingresó en el Partido Comunista de México.
En México se vinculó al movimiento revolucionario continental e internacional. Colaboró en los periódicos Cuba Libre, El Libertador, Tren Blindado, El Machete y Boletín del Torcedor (este último de La Habana). Pronunció conferencias y publicó críticas sobre el muralismo mexicano. En febrero de 1927 asistió al Congreso Mundial contra la opresión colonial y el imperialismo, celebrado en Bruselas. En México participa en la Liga Campesina Nacional. Desde México sostuvo una aguda y lapidaria polémica con el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, sobre la significación política del APRA, sus debilidades filosóficas y prácticas e inconsecuencias políticas.
Desde la Ciudad de México partió hacia Bruselas y Moscú, donde participó en el Congreso de la Internacional Sindical Roja. Como miembro del Comité Central del Partido Comunista de México, luchó por la reforma agraria, por la nacionalización del petróleo y apoyó las huelgas de los mineros de ese país.
De nuevo en México, como escenario, fundó varias organizaciones antimperialistas, estudiantiles y campesinas, y con Leonardo Fernández Sánchez y Alejandro Barreiro organizó la Asociación de los Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos, ANERC (1927). Participó en actos de solidaridad con Sacco y Vanzetti y con la lucha de Sandino en Nicaragua. La Universidad Nacional de México le concedió el derecho de matrícula para continuar sus estudios de derecho. Fundó en la Universidad la Asociación de Estudiantes Proletarios y publicó el primer número de su órgano Tren Blindado. Habló en innumerables manifestaciones, reuniones y actos políticos. Organizó el Socorro Rojo Internacional. Formó parte del grupo de latinoamericanos que creó el Instituto de Investigaciones Económicas y la Confederación Sindical Unitaria...
Bajo los seudónimos Cuauhtémoc Zapata, Kim (El Machete), se movió entre quienes dentro de la Internacional, desconocedores de sus empeños, trataban de calumniarlo, mientras que los revolucionarios mexicanos lo reconocen con toda legitimidad como el iniciador de la corriente más izquierdistas nunca extremistas- dentro del movimiento comunista de esa nación.
En México también polemizo sobre las desviaciones del leninismo y llegó a acusársele de un pretendido trotskismo, por el simple hecho de sentir admiración y respeto por el brillante bolchevique apartado de la revolución por Stalin..
Sin embargo, destaca en esa posición el criterio del martiano Mella, que no concibe un socialismo diferente al legado humanista, justiciero y amante de la independencia nacional y soberanía, fundado en la unidad en los principios como centralidad de la unidad política, que ha bebido desde la cuna en las historias y leyendas de su patria, y así lo hace saber públicamente en El Machete, órgano central de los comunistas mexicanos, en junio de 1927.
Es importante ir a esos escritos de Mella, en los que se fundamenta cómo desde el nacimiento del socialismo cubano, existió un substrato original, en función de las necesidades y esencias criollas, permeado, sobre todo, de la espiritualidad, los valores éticos y la riqueza conceptual que le venía directamente de José Martí.
Es esa lectura martiana del marxismo donde Mella halla el camino de articulación dialéctica que vislumbró Carlos Baliño –compañero de José Martí en la fundación del partido de nuevo tipo y en la preparación de la revolución-, y por el que transitarían más tarde los más preclaros revolucionarios cubanos: una ruta que va de Martí a Marx y Lenin y que de Marx y Lenin, con más pasión aún, regresa a Martí.
De modo que, como vemos, su labor mexicana fue intensa y fecunda y su pensamiento y vida lo alejan cada vez más de todo convencionalismo.
Dicho entonces este necesario preámbulo, volvemos al comienzo, a ese instante en que Tina, sacudida por la voz que reclama la libertad de los emigrantes italianos Bartolomeo Sacco y Niccola Vanzetti, busca por el visor de la cámara de dónde procede, y quiere comenzar a disparar el obturador, pero no lo logra:
Mella es en ese momento uno de los hombres más libres del mundo. Ella, una de las mujeres más transgresoras de su tiempo.
Un magnetismo, química dicen, algo más que simple sed de sexo entre un varón bien plantado y fogoso y una hembra compuesta y seductora los atrae y une luego.
A la coincidencia de ideas, de fines, de misiones, de compromisos, de militancia, añaden ambos el descubrimiento mutuo del goce y la comunión humana que no habían experimentado hasta entonces en ninguna de sus anteriores parejas, al punto que –y ya esto es mucho afirmar, según la insuperable biógrafa Elena Poniatowska, que para Tina Modotti el arte queda relegado en un segundo plano, colisionando con la política, mientras que la entrega del cuerpo al amor se transformará en entrega a la causa.
La Poniatowska, que ha estudiado como pocos la vida de la Modotti, habla con la voz y los argumentos de Tina: Mella tenía el sentido de la algarada que se convierte en motín, el motín que se convierte en insurrección, la insurrección que se alza a Revolución y que quema y modifica a los pueblos. A través de las conmociones y de los motines estudiantiles, Mella hubiera podido ir casi a la Revolución.
Visto desde una óptica netamente masculina, no seria falso recordar ante estos casos aquel viejo adagio de que tras un hombre extraordinario siempre se esconde una mujer extraordinaria.
Pero si se va a ser justo, es éste un caso en el que nadie está escondido: Mella y Tina juegan abierta y limpiamente sus cartas, exhiben y arriesgan su gran amor romántico sin pena de pecado. Y en ese contraste, su recia convicción política y su bien estructurada construcción antifascista los coloca a ambos en la primera línea de un combate que muchos no podían ni ver ni comprender.
En un brevísimo período ambos concertan su vida en torno a las citas históricas más necesarias del momento, lo mismo a favor del movimiento comunista, que ampliando en América y Europa la urgente solidaridad internacionalista.
Entre cuartillas, fotos, discursos y polémicas el amor se desliza como bálsamo y combustible. Él se lo confirma en una esquela: “Te quiero, serio, tempestuosamente. Como algo definitivo”. Y posa sin falsos pudores ni remilgos par la artista que retrata en su rostro y miradas al arquetipo del héroe latinoamericano que daría envidia a los héroes de los griegos.
Juntos caminan por las calles del Distrito Federal la noche del 10 de enero de 1929 en que los sicarios del tirano cubano Gerardo Machado lo asesinan. Iban saliendo del cine, Tina del brazo de Mella, Mella prendido de sus ojos. Hay confesiones no probadas que las manos temblaron en los gatillos ante la imagen del verdadero amor. Fue necesaria una palmada por la espalda de quien no apuntaba al objetivo y no podía ver por tanto sobre qué iba a descargar el odio.
Mella cayó bajo una ráfaga de metralleta, y aún tuvo tiempo para abrazar a Tina, como para protegerla y en ese acto último confirmarle cuánto la amaba. Rodaron juntos al suelo, ella salpicada por la sangre de su compañero muerto, mientras los asesinos huían bien protegidos en las sombras de la noche y el amparo oficial. El logra pronunciar unas últimas palabras que constituyen su testamento: ¡Muero por la revolución! Ella grita, pero no puede llorar ante el cuerpo del caído. Luego, en la comisaría donde pasa la peor noche de su vida, los mismos funcionarios policiales que protegieron a los criminales, pretendieron culpar a Tina Modotti del asesinato.
“El gobierno cubano de Gerardo Machado no tiene nada que ver con su muerte”, se apura en afirmar la prensa derechista mexicana, y añade además la retorcida historia de que Mella ha sido víctima de un crimen pasional.
Una parte de los medios asegura que Tina Modotti es una mujer de dudosa decencia, que si es capaz de vender su cuerpo desnudo en fotos pudo haber reaccionado con premeditada frialdad ante el trágico episodio, e incluso haber sido cómplice de los sicarios, y que sus declaraciones policiales son, por tanto, contradictorias y sospechosas (todavía hoy aparecen plumas mercenarias capaces de firmar tales patrañas).
Tina solo llora después, cuando llega a su casa, entrado el amanecer, después de haber pasado la peor noche de toda su existencia. Se sienta en una silla y observa los zapatos que Mella nunca más se podrá calzar, pero que parecen estar esperando a su dueño, escondidos pudorosamente bajo la sombra de la cama.
Piensa quizás, que como la gloria, toda la felicidad del mundo se resume a veces en un instante, y que se puede llegar a ser en ese momento tan feliz que puede llegarse a sentir envidia de uno mismo, pero que como el tiempo, suele ser efímera tanto como el paso del ser humano por el universo.
Le llueven denuestos y acusaciones, pero ella es solo culpable de ser amante del amor y de la libertad, y vuelve a estar sola, como cuando descubrió a Julio Antonio, mezclado entre la multitud, y se unió a él sin convencionalismos legales y mucho menos religiosos.
Sin embargo, otro México dejaba constancia de la verdadera versión de ese final que nos demuestra además que en materia de terrorismo, los hechos posteriores de la historia latinoamericana (Sandino, Arbenz, Allende y todo el vía crucis de la operación Cóndor, monseñor Arnulfo Romero y las decenas de miles de víctimas de la guerra sucia en Centroamérica, los más de veinte mil cubanos inmolados en la lucha revolucionaria y los cinco mil sacrificados después) no son simples coincidencias y ocurrieron mucho antes de la demolición de las torres gemelas:
Dice la prensa de izquierda mexicana: “Los asesinos alquilados fueron solamente instrumentos del gobierno cubano, títere de Wall Street.”
Diego Rivera truena: “En este lugar que hasta ahora fue asiento de los gobiernos de la burguesía, pero que mañana será de los proletarios, venimos a elevar nuestra protesta en nombre de la juventud mexicana y ante el mundo entero por el asesinato de Julio Antonio Mella. Esto no es una manifestación de duelo, ni tiene carácter de entierro. Aquí no venimos a llorar a Mella, que es la primera víctima de los que caerán en la lucha que se inicia; la culpa de este horrendo asesinato es del Gobierno y la Embajada de Cuba, los que urdieron sus maquinaciones para darle muerte a Mella, con la particularidad de que a espaldas del Gobierno cubano se encuentran los Estados Unidos, que en su afán de imponer su política al mundo entero, están acallando las pocas voces de protesta que se elevan, como la de Mella”.
En Estados Unidos, el Comité Central del Partido Comunista de ese país declara: “El asesinato de Mella por agentes del gobierno de Machado, es parte del terrorismo sostenido por la dictadura de Machado, bajo el control de los americanos y, particularmente contra los comunistas.
“El imperialismo de Estados Unidos, ansioso de explotar a los trabajadores de América Latina, ha asesinado a otro de sus líderes. Los asesinos de Mella se han inspirado en la misma fuente que lo hacen los linchadores de negros en Estados Unidos.”
Las manifestaciones de repudio abarcaron a diferentes ciudades y estados mexicanos y el entierro del líder comunista cubano fue una de las más grandes y verdaderas manifestaciones de duelo popular que recuerda el país azteca.
La última imagen sin vida, de Julio Antonio, tronco talado en la flor de su juventud, fue captada por el lente agudo de Tina Modotti, quien retrató también la máquina de escribir donde quedó inconcluso su último artículo. En su mortaja, Mella esboza una tímida sonrisa, como advirtiéndole a sus asesinos: “nos la veremos aún”.
Tina, que lo sabe entender como nadie, empieza a vivir de nuevo y su voz, como su cámara, estalla como látigo:
En la persona de Mella asesinaron no sólo al enemigo del dictador cubano, sino al enemigo de todas las dictaduras. Machado, una caricatura de Benito Mussolini, ha cometido un nuevo crimen, pero hay muertos que hacen temblar a sus asesinos y cuya muerte representa, para aquellos, el mismo peligro como su vida de combatientes […] esta noche, un mes después del cobarde asesinato, honramos la memoria de Mella prometiendo seguir su camino hasta lograr la victoria de todos los explotados de la tierra. De esta manera lo recordamos como él lo hubiera preferido: no llorando, sino luchando…
Pero la fragilidad es humana y el acoso, vence aunque no derrota. Tina se refugia en el arte, en la lucha y luego... busca de nuevo el amor. Define su vida como una tragicomedia y cree que está desperdiciando energías. Vuelve a Europa, al centro de la guerra, y luego, cubierta de durísimas y profundas heridas morales que le han dejado los hombres a ambos bandos de la contienda, Tina piensa entonces que nada tiene sentido y vuelve sola y en silencio al México donde vivió sus mejores días revolucionarios y gozó del privilegio infinito del amor.
Ya no están los restos de Julio Antonio, que reducidos a cenizas y en una caja de talcos han viajado de forma oculta a Cuba y serán guardados en secreto hasta que triunfe el pueblo en 1959.
Pero Tina sabe que Mella está en México aún, vivo, revolviendo masas y redacciones, agitando reuniones o alzándola a ella en los brazos para tenderla luego en el suelo y hacerle el amor con pasión y hasta que el éxtasis devore como fuego sus ardientes corazones. Desde un cuadro, su perfil la acompaña en su solitaria habitación, como talismán optimista frente a las desgracias del mundo.
Aún la escuecen las ofensas, y no faltarán quienes quieran años después rever el pasado a la luz del llamado pensamiento correcto, de los errores verdaderos del estalinismo y de los otros mitos destinados a sepultar el socialismo como opción posible para los pueblos. Una voz mayor de América será la encargada de mandar ayer, hoy y siempre silencio y respeto cuando al día siguiente Tina ya no tenga más voz que la de sus fotos. Pablo Neruda desde entonces la cubre con sus versos, y así va a quedar en el panteón postrero, pero no todavía.
La Poniatowska, que bien la conoce, asegura que desde la muerte de Mella hacia atrás y hacia delante, Tina, dice, se mueve para terminar su largo y esforzado viaje en la misma mesa que trece años antes estuvo Julio Antonio. Allí su cuerpo desnudo recobra la belleza perdida. Por eso, quién sabe, cuando se durmió para siempre en aquel taxi, quizás tenía entre sus manos, como único escapulario en el cual creer, la mítica foto con que inmortalizo al luchador revolucionario, y tarareaba en silencio el corrido que los mexicanos agradecidos le dedicaron al cubano:


Cuando cayó Julio Mellala mano en el corazóndijo, la muerte es muy bella,es por la Revolución.Era un valiente estudianteque luchó desde tempranopor mirar libre y triunfantea todo el pueblo cubano.La noche del diez de enerocalle de Abraham Gonzálezmalditos los criminalesque matan por el dinero.Era Mella un luchadorde los que forjan un mundoun mundo claro y fecundopor la verdad y el amor.Buscaba en México ambientepara escapar a la fierahermana de Juan Vicentey de Estrada Cabrera.Y en Cuba viejo Machadoque es de los yanquis sirvientele daba diente con diente,de puro miedo al malvado,le daba miedo de Mellaque era un hombre en el destierroy mandó a apagar esa estrella.

II

Un esbirro alevosotu vida noble, altiva y virilcegó en flor.Julio Antonio Mella, su sangre vertidanos exalta con nuevo vigor.Como encina en la recia montañatal se yergue un principio de acciónno podrá descuajarlo la hazañade un tirano cobarde y felón,vil esclavo del dólar.No es cierto que una bala asesine una ideaJulio Mella, no ha muertonuestros manos aún alzan su teay esa antorcha ardientelanzará dondequiera su luz.

Fuentes consultadas y referidas:

Barckhausen-Canele, Christiane. Verdad y leyenda de Tina Modotti: La Habana, Casa de las Américas, 1989.
Bastón, Carlos, Tina Modotti, la fotógrafa revolucionaria. Radio Habana Cuba (
http://www.rhc.cu/espanol/cultura/fotografia/teoricos/tinamodotti.htm)
Capucci, Pino, Los motivos por los que asesinaron a Julio Antonio Mella (
http://www.fundanin.org/cacucci.htm)
Castañeda Mireya, Mella: cien años (
http://www.lajiribilla.cu/2003/n099_03/099_12.html)
Cupull, Adys y González, Froilán. Julio Antonio Mella en medio del fuego: un asesinato en México. Editora Abril, La Habana, 2005 (sobre la edición mexicana, Ediciones El caballito, DF, 2003)
Hart, Celia. ¡Julio Antonio!... “hasta después de muerto”… Rebelión. (
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=25592)
Hermosilla, Claudia. Tina Modotti. “Soy solo una fotógrafa;
http://www.openphotoperu.com/numero00/lamodotti.htm
Hijar, Alberto: Cuba y Mella antifascistas (
http://freeweb.supereva.com/archivocubano/hijar.html?p)
Hooks, Margaret: Tina Modotti, una hija de su siglo. Clarín, Buenos Aires, 21.02.99 (
http://www.clarin.com/suplementos/zona/1999/02/21/i-01401e.htm)
Galeano, Eduardo. Memoria del fuego. Mella. Tina Modotti. (
http://www.patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano/memoria.del.fuego/19290110.htm)
Martínez, Alina. De nuevo México: acción intensísima truncada por la muerte (
http://www.trabajadores.co.cu/muy_especial/centenario_natalicio_mella/textos/de_nuevo.htm)
Masson Sena, Caridad. Mella y el movimiento obrero mexicano. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana “Juan Marinello”. La Habana, Cuba, 2004 (
http://168.96.200.17/ar/libros/cuba/marin/mella.rtf)
Pérez Cruz, Felipe de J. A propósito del artículo “¡Julio Antonio!... “hasta después de muerto”… Rebelión. (
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=27887)
Perilla, Carmen. Identidades, arte y revolución: Tiníssima, de Elena Poniatowska (
http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v12/perilli.html)
Pommier Édouard, Tina Modotti, une passion mexicaine (
http://dcc.unilat.org/VirtualeMuseum/Datas/Expositions/Modotti/Etudes/indexEs.htm)
Poniatowska, Elena. Los cien años de Tina Modotti (tres partes, La Jornada, México DF, 16, 17 y 18.08.96 (
http://www.jornada.unam.mx/1996/08/16/elena.html, http://www.jornada.unam.mx/1996/08/17/elena.html, http://www.jornada.unam.mx/1996/08/18/elena.html)
Poniatowska, Elena. Tinísima; México: Era. 1992
Julio Antonio Mella (sitio de autor, Cubaliteraria, La Habana, 2003):
http://www.cubaliteraria.com/autor/julio_antonio_mella/index.html
La página de Tina Modotti. Patria Grande (http://patriagrande.net/mexico/tina.modotti/)
Tina Modotti (
http://www.chapingo.mx/academicos/revista/Nrev/Tina.htm)

[1] Conferencia dictada por el Dr. Pedro Prada, Encargado de Negocios de Cuba en Dinamarca, durante el ciclo de conferencias organizado por el Centro cultural de la Embajada de México en Dinamarca con motivo de la exposición fotográfica retrospectiva de la artista Tina Modotti, mayo, 2006.