domingo, septiembre 05, 2010

NO DEJAREMOS DE DENUNCIAR A LOS VERDADEROS TERRORISTAS

Compañero Vicepresidente de la República
Compañeros de la Mesa de Honor
Hermanas y hermanos salvadoreños
 ¡Qué jornada la de hoy! ¡Hasta la lluvia se asustó de tanto corazón latiendo junto y salió el sol. Voy a utilizar unas notas que he traído para que no me supere la emoción.
 Esta mañana, cuando los cubanos entramos a esta Universidad Centroamericana José Simeón Cañas para participar en la sesión final del III Congreso Salvadoreño de Solidaridad con Cuba, dirigimos nuestros primeros pasos hacia la capilla para rendir homenaje a los mártires universitarios, al comandante Jesús Rojas, al padre Jon Cortina, al inolvidable rector Ignacio Ellacuría y junto con ellos, a Monseñor Romero. Creemos profundamente que honrar, honra.

 No podría ser de otra manera. Como tampoco podríamos reunirnos para hablar de solidaridad en un lugar mejor que una universidad. Las universidades son cuna de las ideas, de los sentimientos más profundos y nobles de los pueblos. Es en ellas donde surgen siempre las revoluciones y las grandes transformaciones sociales que luego los pueblos se encargarán de llevar a cabo. En las unidades se forja la memoria y el conocimiento, y el empuje de la juventud y el magisterio de sus mayores echa a andar el gran motor de la conciencia social que mueve a las naciones y hermana a los seres humanos.
 Hoy, 4 de septiembre, cuando se reúne esta sesión plenaria final del III Congreso de solidaridad, los cubanos recordamos el 58 aniversario del golpe de Estado del tirano Fulgencio Batista que, parafraseando al inolvidable Schafik Hándal, cerró las puertas a la lucha política y democrática en nuestro país y obligó a los cubanos a tomar las armas para cambiar ese estado de cosas.
 La revolución cubana es, por tanto, y además de todas sus razones históricas, la respuesta que el pueblo de Cuba dio al intento de la oligarquía cubana y del imperialismo de cambiar por un golpe de Estado el curso de la historia.
 La respuesta de nuestro pueblo no sería un acto aislado. Cada vez que los pueblos son amenazados por esos intentos retrógrados de retrasar el avance histórico de su sociedad, se levantan como una solo. Así fue en Cuba; así fue en Venezuela y así está ocurriendo en Honduras. Con ello quiero decir que celebrar este Congreso de solidaridad en la fecha de aquel golpe es también reafirmar de algún modo que los golpes de Estado no tienen nunca más futuro en nuestra región y que quien los intente tendrá que enfrentar la rebelión de los pueblos.
 Este congreso nos reúne en un momento muy especial de la humanidad, cuando el poder imperial globalizado, que controla al planeta y le ha impuesto un modo de vida derrochador y destructor de la dignidad humana y del medio ambiente, ha colocado al mundo al borde de un holocausto nuclear.
 Hace apenas unas horas, justo en la escalinata de la Universidad de La Habana que lo forjó y que sigue siendo fragua de patriotas como en otras épocas, el compañero Fidel dijo a los estudiantes cubanos:
 “…Hace más de 60 años se habla del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki;… el poder destructivo de las armas acumuladas equivale a más de cuatrocientas cuarenta mil veces el poder de alguna de aquellas bombas…
 “…La pretensión de dominio económico y militar de los primeros en utilizar esos aterradores instrumentos de destrucción y muerte, condujeron a la humanidad a la posibilidad real de perecer que hoy enfrenta… El problema de los pueblos hoy día, digamos, el de más de siete mil millones de seres humanos, es impedir que tal tragedia suceda...”
 Y más adelante les decía, evocando los comentarios a sus reflexiones de un ciudadano de Nuestra América:
 "Hago un llamado, a todos los países que hoy se encuentran involucrados en conflictos militares. Por favor, piensen siempre en lograr una paz verdadera, que es lo que nos conviene a todos. Nuestros hijos, nuestros nietos y seres humanos del mundo, todos se lo vamos a agradecer. Necesitamos vivir en paz y seguros en un planeta que cada día es menos habitable. Es muy fácil de entender. El armamento nuclear debe desaparecer, ningún país debe poseerlo, la energía atómica debe ser usada solo para el bien. La única verdadera victoria está en ganar la paz.
 "Hoy enfrentamos dos grandes desafíos: la consolidación de la paz mundial y salvar el planeta del cambio climático. Lo primero es lograr una paz duradera sobre bases sólidas, la segunda es la de revertir el cambio climático. Hay que tomar conciencia de estos problemas que nosotros mismos los hemos creado y que somos los protagonistas de los cambios que tenemos que lograr. El panorama del siglo pasado no era igual que el de este siglo. El armamento, en estos momentos, es más sofisticado y mortífero y el planeta más débil y contaminado.
 "…Estamos llegando a un punto crítico donde no existe marcha atrás. En ese momento, por miedo, quisiéramos hacer cualquier cosa para salvar nuestras vidas, pero ya todo sería en vano y demasiado tarde. Las oportunidades en nuestras vidas pasan por delante de nosotros una sola vez y hay que saberlas aprovechar…
 "Nadie tiene el derecho de usar la violencia contra ningún ser humano, país o nación. Nadie puede cortar un árbol si antes no plantó tres...
 "Si no hacemos nada. Nadie se salvará, no habrá lugar seguro sobre la tierra, ni en el aire, ni en el cosmos. La gran energía que diariamente se acumula por el efecto invernadero, ya que los rayos solares quedan atrapados y descargan más energía cada día sobre la superficie terrestre, provocará que se produzcan desastres naturales de consecuencias impredecibles ¿Alguien en la tierra tendría un botón capaz de poder detener semejante desastre?
 "...No podemos perder tiempo en guerras anacrónicas que nos debilitan y agotan nuestras energías. Los enemigos hacen las guerras. Eliminemos todas las causas que provocan que el hombre vea al hombre como su enemigo. Ni los que se enfrentan en una guerra están conscientes de que esa sea la solución a sus problemas, reaccionan ante sus emociones y no les hacen caso a su conciencia pensando erróneamente que el camino a la paz es la guerra. Yo digo, sin ninguna posibilidad de error, que la paz con la paz se logra y: si quieres la paz, prepárate para cambiar tu conciencia."
 Referirnos a todo ello en un Congreso de solidaridad es imprescindible porque, si somos consecuentes con las lecciones aprendidas a lo largo de la historia y, sobre todo, las enseñadas por nuestros próceres, debemos proclamar como José Martí que nuestra Patria es la humanidad y que juntos debemos salvarla.
 Compañeras y compañeros:
 A lo largo de dos semanas, en jornadas inolvidables de amor y fraternidad revolucionaria, más de tres mil cuatrocientos salvadoreños han debatido del cruel y prolongado bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, que no ha logrado ni logrará rendir por hambre, enfermedades y desesperación a mi pueblo.
 Juntos hemos desenmascarado el trabajo sucio y vergonzoso de los medios de comunicación transnacionales y oligárquicos, convencidos de la fuerza de la verdad, del ejemplo y de las ideas justas, dispuestos a derrotar esas campañas al mejor estilo de los guerrilleros, con emboscadas de razones y contragolpes de argumentos.
 Hemos recordado a un símbolo de la juventud; al héroe cubano-salvadoreño Tomás Roberto García Vargas, el comandante Feliciano, cuyo padre nos ha acompañado; y hemos abrazado a la compañera Rosa Aurora Freijanes, la esposa de Fernando González Llort, uno de los cinco luchadores antiterroristas cubanos presos injustamente en cárceles de Estados Unidos, reafirmándole a ella y a los demás familiares que no cejaremos un instante en la lucha por lograr su liberación.
 A la vez, no dejaremos de denunciar a los verdaderos terroristas, a quienes los financian y a quienes los protegen, sean quienes sean, y provengan de donde provengan.
 Aquí no hemos hablado de “invadir a El Salvador”. Aquí no se han negociado puestos de trabajo de salvadoreños. Aquí ni siquiera hemos coordinado la “exportación de la revolución cubana”. Aquí solo hemos hablado de amor, de ideas, de valores y compromisos de salvar el mundo y apoyarnos mutuamente, como lo hemos venido haciendo a lo largo de la historia, cuando soldados salvadoreños escoltaban al general Antonio Maceo en su peregrinaje centroamericano por nuestra independencia, o como lo hicieron las familias de Chalchuapa que acogieron al Che en su camino hacia Guatemala, o una mujer de San Salvador con el hoy coronel Roberto García.
 Aquí hemos hablado de fidelidades mutuas, como la demostrada por quienes en 1961 rescataron de la barbarie golpista y custodiaron durante 48 años en secreto el escudo de la misión diplomática cubana para devolverlo a Cuba cuando se restableciera la Embajada.
 Esta historia común tiene el nombre de Miguel Mármol abrazado al de Julio Antonio Mella; el de Roque Dalton, que halló dos patrias: Cuba y la suya; y tiene también los miles de nombres desconocidos de quienes se prepararon y curaron en Cuba sus heridas de guerra, o se formaron y aún se forman en nuestras universidades, como la Escuela Latinoamericana de Medicina. Tiene el nombre de nuestros médicos internacionalistas y el de los salvadoreños que se les unieron en su tarea humanitaria.
 Si algo pediría a los periodistas presentes es que al reportar estos debates sean capaces de descubrir cuánto amor, honor y orgullo salvadoreño encierra cada gesto de solidaridad hacia Cuba de sus propios compatriotas. No se sumen a las más de tres mil horas semanales de mentiras que se trasmiten contra Cuba. No sean cómplices comprados de los 52 millones de dólares aprobados para subervtir nuestra Patria. No imiten la vergonzosa actitud de quienes se vendieron por 74 mil dólares para tachar de espías a luchadores antiterroristas y envenenar a un jurado. Hagan prevalecer por sobre todas las cosas la verdad y la justicia entre los hombres.
 Debo concluir mis palabras porque todos queremos escuchar al comandante Leonel. Pero antes me atrevo a decirles, en nombre del pueblo del que orgullosamente soy hijo y al que me debo en toda circunstancia, que jamás nos rendiremos, que nunca nos dividirán, que no los defraudaremos; que como nuestros cinco hermanos presos, seremos dignos, seguiremos siendo libres e indeclinablemente solidarios e internacionalistas.
 Les agradecemos su apoyo en nuestras luchas, su respaldo a nuestra resistencia, su acompañamiento cuando alzamos la voz contra los que quieren mantener las injusticias. Pero hoy, sobre todo, les damos las gracias por sumar su voz a la de Fidel y a la de todos nuestros compatriotas así como a la de todos aquellos que en el mundo queremos la paz para poder construir el mundo mejor que nos merecemos.
 ¡Viva la paz! ¡Abajo la guerra!
¡Viva la solidaridad militante entre los pueblos de Cuba y El Salvador!
¡Libertad para los Cinco Héroes!
¡Hasta la victoria, siempre!


Palabras pronunciadas en la sesión final de clausura del III Congreso Salvadoreño de Solidaridad con Cuba. Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, San Salvador, 4 de septiembre de 2010.

No hay comentarios: