Dra. Violeta Menjívar, Viceministra de
Salud Pública y de Asistencia Social de El Salvador.
Demás autoridades gubernamentales,
políticas y de salud que nos acompañan.
Médicos cubanos y salvadoreños que han
escrito una imborrable página de solidaridad y humanismo en la región
paracentral del país.
Hermanas y hermanos salvadoreños:
El 10 de noviembre
de 2009, apenas horas de haber ocurrido la tragedia de Verapaz, visitamos ese
lugar y las demás áreas aledañas, profundamente conmovidos y compenetrados con
el dolor de su pueblo.
Nuestras
autoridades querían conocer la dimensión exacta del drama para saber cómo
ayudar de la mejor forma posible.
Para sorpresa nuestra,
encontramos a la gente y a sus autoridades movilizadas, rescatando cuerpos,
abriendo caminos, escarbando en el lodo, limpiando. Los sentimientos de unidad,
los intereses de la comunidad y la solidaridad se imponían sobre los egoísmos y
las colisiones del pasado.
Pocos días después,
el 13 de noviembre, desembarcaban en Comalapa 17 profesionales de la salud
cubano integrantes del contingente internacionalista cubano de medicina de
catástrofes Henry Reeve y, sin descansar del viaje, sin preguntar donde se
comía o se dormía, se trasladaron de inmediato a esta plaza a prestar
servicios, mientras dos brigadas desandaban los caminos dolorosos de Verapaz,
Tepetitán y Guadalupe.
Esta vez los
médicos cubanos eran esperados de forma muy especial por seis jóvenes
salvadoreños graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana,
que en apenas 48 horas se multiplicaron por siete, es decir: 35 muchachas y
muchachos salvadoreños, todos excelentes profesionales, pero desempleados,
desesperados por ayudar a sus compatriotas y poner en vigor los conocimientos
aprendidos. A ellos se sumaron otros siete, procedentes de la Universidad de El
Salvador.
El 16 de noviembre,
apenas 48 horas después, nacía en esta misma plaza, bendecida por los himnos y
banderas de ambos países, la brigada médica salvadoreño-cubana “Monseñor
Romero”, cuya trascendencia se vería luego, y que constituía, sin dudas, un
justo homenaje a aquel salvadoreño universal que vio en la opción por el amor, la
paz, la justicia y los pobres el camino de su alto ministerio.
Pronto algunas
personas se preocuparon por la “invasión de los cubanos”. Los cubanos no habían
llegado aquí vestidos de militar, en helicópteros militares y acompañados por
armas. Los cubanos no vinieron a hacer política repartiendo bolsitas de
vitaminas y alimentos para jugar con las necesidades y sentimientos de la
gente. Simplemente habían sido convocados por el Gobierno soberano de El
Salvador y daban lo que tenían: conocimientos, para impedir que se desataran
terribles epidemias como consecuencia de catástrofe, o que murieran personas de
los padecimientos expuestos por Ida, y meses después, por una tremenda epidemia
de dengue o por la tormenta Agatha.
Además, quienes
aquello afirmaban, ignoraban, con profundo desprecio, a sus propios
compatriotas, a esos mismos a los que antes les negaban empleo recortándole al
Ministerio de Salud el presupuesto para poder contratar profesionales, y que ad
honoren, habían arrimado en esta ocasión el hombro junto con los cubanos, para
mitigar el dolor de su pueblo.
Luego dijeron que
iban a darles a los cubanos las plazas libres en el sistema de salud, mientras
se cuestionaban las cifras del presupuesto de 2010 y se bloqueaba la necesaria
reforma del sistema sanitario. ¡Como si este país no tuviera médicos! ¡Como si
los médicos salvadoreños no fueran capaces! ¡Como si la escuela salvadoreña de
medicina no hubiera dado glorias continentales como los doctores María Isabel
Rodríguez y Rafael Cedillos! ¡Qué poca fe en su propia gente la de esas
personas!
Las cifras dichas
hoy aquí apenas reflejan lo acontecido. Se habla de un total de casi 70 mil
pacientes directos, 24 vidas salvadas y alrededor de medio millón de
beneficiados indirectos; pero solo en los dos primeros meses de aquella
emergencia, fueron atendidas de forma directa 65 mil personas de todas las
edades, mientras que un estimado de más 100 mil se beneficiaban por acciones
indirectas de promoción de salud.
Nuestros médicos
–los cubanos y los salvadoreños- no dejaron de atender a una sola persona y los
vecinos de esta plaza son testigos de las horas que el hospital permaneció
abierto para todos, sin distinción de origen, ideas políticas o condición
laboral. Desde el primer paciente, hasta el último que cierre las consultas.
Puedo decirles, por
haberlo experimentado en carne propia, tras convivir con la brigada en varias
semanas de labor y porque no nos separamos de ella en todo este tiempo, que
aquí, en la región paracentral de El Salvador, se ha escrito una página
imborrable de humanismo, de la que ambos países debemos sentirnos orgullosos,
pero que no es la única, pues tuvo como hermosos precedentes los esfuerzos
conjuntos de los años ochentas y noventas por restablecer la salud de miles de
lisiados de guerra, las diez mil operaciones de la vista de los últimos tres
años, las brigadas de emergencia que acudieron durante la epidemia de dengue de
2003 y el terremoto de 2001.
Y tuvo también como
hermosas prendas de devoción humanista e internacionalista la participación de
muchos en la brigada Che Guevara que ayudó a Nicaragua, azotada por implacables
lluvias, así como la adhesión de once médicos salvadoreños al continente
internacional de médicos latinoamericanos y caribeños graduados de la ELAM, que
junto con los cubanos, ofrecen auxilio y generoso aporte al sufrido pueblo de
Haití, país devastado por un terrible terremoto.
Tampoco estas serán
las últimas páginas de solidaridad y colaboración que escribamos juntos, aunque
preferiríamos que no sean con motivo de nuevas emergencias motivadas por conflictos
armados y desastres naturales.
Este mes regresarán
al país 57 médicos graduados de la ELAM y está por graduarse en las próximas
horas como especialista de primer grado en nefrología el joven que resultó
primer expediente de la primera promoción de graduados salvadoreños, a quien
como a muchos de sus otros 178 compañeros que hacen y terminan especialidades
médicas, le esperan grandes y hermosos desafíos. Con ellos, con los 450
egresados entre 2003 y 2009 y con los 361 que hoy estudian, dispondrá El
Salvador de más de un millar de profesionales altamente calificados. Esos jóvenes
y sus hermanos formados en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de
El Salvador serán los protagonistas de devolverles a sus compatriotas el
derecho a la vida y la salud, antes conculcado.
La colaboración en
salud entre Cuba y El Salvador se fortalecerá y ampliará en las próximas
semanas y meses. Los dos países hemos trabajado fuerte en crear condiciones
para una relación estable, duradera y mutuamente beneficiosa en la que primen
valores como el humanismo, la solidaridad y los conocimientos por encima del
negocio.
Esta es también una
hora de gratitudes. Muchas veces pensamos y nos preguntamos cómo sería el
momento de la partida de la brigada médica cubana de emergencia. Los diplomas entregados
hoy apenas expresan los sentimientos que desearíamos trasladarles. Sin el
sacrificio cotidiano y anónimo de muchas personas esta epopeya no había sido
posible, desde quienes dirigen las gobernaciones, alcaldías e instituciones de
salud, hasta quienes mantuvieron limpia y ordenada esta plaza, cargaron las
mochilas, prepararon los alimentos o transportaron a nuestros compañeros.
Honrarlos, nos honra.
Urgencias en Cuba y
en otras tierras del mundo reclaman hoy la presencia del pequeño grupo que
arribó en noviembre del año pasado. Otros les reemplazarán en las nuevas tareas
que les asignen las autoridades sanitarias y el Gobierno salvadoreño. Pero algo
quedará para siempre en nuestro recuerdo: la hermandad forjada, las vidas
salvadas, la satisfacción de haber cumplido sencillamente con el deber.
A mis compatriotas
que regresan a la Patria con el deber cumplido, les digo como el Comandante en
Jefe Fidel Castro, el día que nació el Contingente del cual son parte:
“¡Adelante,
generosos defensores de la salud y de la vida, vencedores del dolor y de la
muerte!”
¡Viva la medicina
latinoamericana y honor y gloria a los hombres y mujeres que la engrandecen!
¡Viva para siempre
la hermandad entre Cuba y El Salvador!
Muchas gracias
PALABRAS DEL EMBAJADOR DE CUBA EN EL ACTO DE DESPEDIDA DE LA BRIGADA MÉDICA CUBANA. SAN VICENTE, 5 DE JULIO DE 2010
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