El presbítero Félix Varela, que empeñó su vida al servicio de Dios en hacer pensar como pueblo a los cubanos y lograr autonomía para la Isla, fue forzado a abandonarla por la Corona y el Clero, para entonces la misma cosa. Pudo ser santo por haber hecho el milagro de crear nuestra identidad, pero en los reinos divinos, para el pensamiento herético las cosas van despacio.
José María Heredia, el poeta del Himno del Desterrado y la Oda al Niágara, se vio forzado a salir de Cuba por sus ideas políticas, y Juan Clemente Zenea corrió peor destino, fusilado por el gobierno colonial en el foso de los laureles de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Ese también fue la suerte de Pedro Perucho Figueredo, músico y poeta, al que debemos La Bayamesa, hoy Himno Nacional.