¿Cuántas casas y edificaciones sociales fueron finalmente demolidas o afectadas por los vientos, cuántas debemos construir o reconstruir?
¿Por qué se desprendió la carpintería de aluminio en construcciones recién reparadas; se debió solo a la fuerza de los vientos, se emplearon los tornillos adecuados, la cantidad de cemento establecida por normas técnicas?
¿Cómo debemos reproyectar la ingeniera y arquitectura de las construcciones para hacerlas más resistentes a los constantes fenómenos meteorológicos?
¿Cuántos árboles fueron derribados en las ciudades, en el campo y en las montañas, cuántos más debemos sembrar y sobre todo, cuántos cuidar, regar, hacerles el ruedo, podar, hasta que se gocen y crezcan?
¿Cuántos postes eléctricos y telefónicos cayeron, cuántos debemos restablecer, cómo y dónde?
¿Cuántos kilómetros de tendidos eléctricos desaparecieron, cuántos deberíamos soterrar para hacer las redes eléctricas y telefónicas invulnerables a los vientos y lluvias?
¿Por qué las poderosas torres de alta tensión se vinieron al suelo, por qué no estudiamos y aplicamos un diseño más resistente y estable?
¿Cuántas áreas de cultivos debemos fomentar, desarrollar y mantener para alimentar todo el año a 11 millones de cubanos y disponer de reservas que mitiguen las consecuencias de los eventos meteorológicos y los vaivenes de los mercados mundiales?
¿Cómo deben funcionar las redes de distribución de alimentos y otros insumos dentro del país?
¿Por qué se producen inundaciones; solo por que llueve mucho?
¿Cómo está la red de alcantarillados en nuestras ciudades; su mantenimiento y limpieza es responsabilidad de sus trabajadores o de toda la comunidad?
¿Cómo eliminar los vertederos, los basureros, los depósitos de escombros, los residuos de reparaciones en las vías públicas que permanecen días sin ser recogidos, los restos de construcciones estatales y privadas, los residuos de la poda de jardines y parques. Es función de las empresas comunales o de la comunidad?
¿Cuánto tiempo demorará recuperar lo que se perdió, cuánto tiempo más se invertirá en avanzar más allá de lo que teníamos?
Estas y muchas otras preguntas golpean nuestra mente ante el estremecimiento provocado por la tragedia. ¿Cómo responderlas?
No faltan teóricos de buena y mala fe, que aprovechan el momento para adelantar –en medios extranjeros de prensa sobre todo- propuestas de reformas y de soluciones, muchas de ellas verdaderas carnadas para el festín de quienes como tiburones tras un naufragio o buitres tras la carroña, se ceban oportunistamente de la desgracia, la confusión y el dolor.
Tampoco faltan los quejosos, los mendigantes, los suplicantes, los manitendidos como gorriones hambrientos, que lo eran antes del huracán y lo siguen siendo ahora con más fuerza, herencias unos y deformaciones otros de nuestra condición de país pobre. Los últimos, sobre todo, huellas de la prostitución del carácter de algunos cubanos, para decirlo con visión martiana.
Están además los caritativistas –que no tienen que ver con los que practican la pía obra de la caridad. Entre ellos se distingue a algunos que practican la extraña condición de la caridad condicionada al cómo, dónde y quién, sin importarle realmente qué, dónde y cómo necesita la ayuda quien la recibe; que incluso, si muy necesitado, te vetan el derecho a recibir caridad, por creer en ideas diferentes.
De todas esas respuestas y muchas otras que surgieran, me quedo con la que han sabido dar en este momento la inmensa mayoría de los cubanos: ¡trabajo solidario!
Trabajo solidario, porque solo del trabajo tenaz, constante, consciente incansable, permanente, siempre bien hecho desde el comienzo, cotidianamente heroico, saldrán los recursos necesarios para compartirlos entre todos, levantarnos juntos de nuevo y volver a crecer.
Trabajo solidario, como el que protagonizaron linieros y telefónicos orientales que desde las primeras horas del paso de Gustav, en caravanas de valientes, bajo la lluvia y los vientos, sorteando ruinas, se abrieron paso hacia el occidente del país, como hace 50 años los rebeldes; como ocurrió con Noel y Flora a la inversa, para estar allí donde otros cubanos más lo necesitaban.
Trabajo solidario, que nos ayuda a prevenir, alertar, reducir los daños y mitigarlos después, como enseñan los poderosos ejemplos de nuestros científicos y técnicos meteorológicos, de nuestros especialistas de la Defensa Civil y de los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Trabajo solidario, porque eso es lo único que dignifica la condición humana, nos salva y nos libera en lo humano, lo material y lo político.
Trabajo solidario, como el de los bravos médicos cubanos que en Haití quedaron aislados en medio de la hecatombe de Gustav y Hanna, pero preservaron sus vidas, sus medios, y ayudaron y enseñaron a los hermanos haitianos el modo de salvarse también ellos mismos.
Trabajo solidario. Solo eso y nada más. Lo demás son ilusiones.
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