¡Ah, los cubanos estamos ansiosos de cambios! Lo dicen los sabiondos académicos de Miami, lo repite El Nuevo Herald y hasta lo reclama un representante yanqui en Naciones Unidas, y parecería que se ha hallado la verdad culmen, que el mundo se va caer y que, al fin, los glaciares del Turquino se fundirán. ¿Quién lo duda? ¡Sí, los cubanos estamos ansiosos de cambios!
Queremos que cambie el injusto, opresivo y desigual orden internacional, signado por los caprichos, la voracidad y la omnipotencia del decadente Imperio, por sus invasiones, imposiciones y crisis.
Queremos modificar el tambaleante sistema financiero internacional, hijo del capitalismo transnacional globalizado y de sus burbujas especulativas, que estallan en pedazos por todas partes, y cuyas consecuencias arrastran ahora por igual a ricos y pobres.
Queremos cambiar las reglas del comercio internacional por otras más justas, que tomen en cuenta las asimetrías entre los países más y menos desarrollados y entre los de mayores y menores ingresos.
Deseamos una transformación a fondo de los mecanismos y procesos que intervienen en la producción y difusión informativa y cultural, resolviendo en primer lugar el problema del analfabetismo, de modo que se ponga fin al pensamiento hegemónico, a la homogeneización y avasallamiento informativo y cultural, y que se permita un acceso más democrático a los medios de comunicación, que hoy controlan diez grandes transnacionales del Primer Mundo.
Estamos empeñados en hacer de la batalla por los derechos humanos un ejercicio universal, válido para todos, sin divisiones ni exclusiones, sin politizaciones ni manipulaciones; donde el ser humano sea dignificado y no crucificado, como pretexto para vencer en las vendettas políticas que algunos poderosos y sus minúsculos bufones no han podido ganarnos a los pobres.
Insistimos cada año en demoler el largo, cruel e injusto bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos, que cambió nuestras vidas y que, aunque no ha podido rendirnos ni por hambre ni por enfermedades, ha destruido nuestro país, deformado aún más nuestra economía, nuestra política y nuestra sociedad, y ha fomentado en muchos cubanos un justificado pensamiento de plaza sitiada, ¡pues lo somos!
Exigimos respeto y paz para cambiar por dentro nuestra casa común, Cuba, como queremos nosotros, los cubanos que la habitamos, la construimos y la defendemos; a nuestra imagen y semejanza, ni por recetas ni por calco ajeno, sino por vital creación propia, según nuestros tiempos y caminos, sin humillaciones, sin concesiones, sin complacer a otros, sin ponernos de rodillas ni pedir perdón por haber tenido el coraje de resistir, y por haber sabido vivir libres.
Ciento cuarenta años de luchas, y sobre todo, los últimos cincuenta años de guerra, no han dado tregua para hacer las cosas como hubiéramos querido o quizás, como debían haberse hecho. Hicimos lo que pudimos y a veces más. Estamos insatisfechos y por eso le pedimos a Fidel que en el año 2000 lo proclamara, ante todos los trabajadores cubanos y ante el mundo: “cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Y más de tres millones de cubanos se lo explicamos al Partido Comunista en asambleas, proponiendo cómo, para que de forma colectiva, conduzca y defina el “tempo” de las urgentes y necesarias modificaciones que queremos.
Los cubanos tenemos ansias de cambio infinitas: no nos bastó con cambiar el sistema de dominación colonial y neocolonial en nuestro país, transformar su economía, sociedad y su vida política y cultural, refundar un país más cerca de los sueños que de la realidad brutal que lo rodeaba. Transformamos al mismo sistema de hegemonismo regional, domamos a sus cómplices y mercenarios, sobrevivimos al derrumbe de las utopías y vencimos a poderosos huracanes. Aún nos despertamos cada día, queriendo ir más lejos y más a fondo, para tener un país y un mundo perfectos, ideal que, de antemano, sabemos no existe.No somos potencialmente cambiantes ni combustibles: somos el combustible de los cambios. No somos tímidos ni comemos miedos: los adversarios saben qué nos sobra y cuán lejos llegan nuestras expectativas. Y no nos vamos a callar, ni a dejar de bailar y reír por ello. A fin de cuentas, estamos ansiosos. Sí, como dijo el Canciller Felipe en la ONU: We need a change -queremos un cambio-, pero uno bien grande y verdadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario