jueves, noviembre 13, 2008

CUBA, LA ELECCIÓN DE OBAMA Y LA PREGUNTA DE LUCAS

La especulación bursátil hace tiempo se trasladó a los medios. Para sobrevivir a sus crisis y procesos autodestructivos el capitalismo, cuya economía real había dejado de ser sostén del sistema, optó por la especulación para reflotar su modelo. Por un tiempo lo logró, hasta que el casino de la economía virtual estalló, dejando a los patriarcas y a sus sirvientes en el caos.
Algo similar pudiera ocurrir si se insiste en trasladar la especulación acrítica del legado histórico, el desconocimiento del derecho internacional y de las leyes universales de la supervivencia entre diferentes comunidades humanas, y se persiste de modo fútil en la imposición de los modelos de unos países a otros; o si, como se intuye de algunas lecturas de la victoria del candidato demócrata Barack Obama, en los Estados Unidos, algunos se aferraran a los condicionamientos para resolver sus diferendos.

Saco a colación el tema por todos aquellos cabalistas y especuladores foráneos y vernáculos que tras el lance final de las presidenciales estadounidenses, opinan que Cuba ha sido puesta contra la pared, que se acabaron las coartadas, que si Fidel o Raúl, o ambos. Es deplorable ver enredarse en semejantes dislates hasta académicos y tanques pensantes que revelan, por sus juicios, muy mala fe o precarios límites de sustancia gris.
Vayamos por partes: las posiciones de Cuba son de larga data claras. Nunca ha existido el más mínimo rechazo a discutir de a iguales, sin intermediaciones, sin más condiciones que el respeto a la independencia, la soberanía y la libre determinación de los cubanos, cualquier diferencia entre La Habana y Washington. Eso está expresado desde el propio año 1959. El Jefe de la Revolución lo ha dicho en numerosas ocasiones y el actual Presidente del Consejo de Estado, que no por gusto ha sido el Segundo Jefe de la Revolución, lo ha reiterado de igual modo, tres veces en los últimos dos años.
Puede decirse que no existe un solo incidente en las relaciones bilaterales que no haya sido abordado por parte de nuestro país desde esa posición de ¡principios!; si no, recuérdese el origen de la disputa por las nacionalizaciones, que fue el primer pretexto para declarar el bloqueo: la negativa yanqui a una solución negociada, entre iguales, en el marco del derecho internacional.
Sin embargo, al subordinar los principios al unilateralismo, no pocos comenten el error de ignorar los hechos históricos y acusar a Cuba de atrincheramientos políticos, sabotaje al diálogo y alimentar la legitimidad de la Revolución y sus medidas con la hostilidad del vecino. ¡A Cuba!, que ha llegado a expresar que, si de verdad, por ejemplo, se piensa que esgrimimos el bloqueo como una justificación para el supuesto “inmovilismo”, ha pedido que se barra el pretexto, que se elimine la coartada, que se quite el bloqueo, para que se ponga a prueba la vialidad o no del proyecto revolucionario cubano.
Desde luego, de ello no se habla. Se conoce muy bien todo lo que sería capaz de hacer la revolución cubana sin el peso de una guerra económica, comercial y financiera como la que ha sufrido su pueblo por casi medio siglo, aún incluso en las complejas condiciones económicas internacionales y tras sufrir las mayores catástrofes naturales de su historia.
Vamos ahora hacia el otro bando. ¿Reaccionarán por fin los políticos estadounidenses –los nuevos, y sus viejos mentores y patrocinadores- a las numerosas ofertas cubanas de un diálogo de partes serio, respetuoso y de iguales? ¿Qué esperan de Cuba en una negociación? ¿Admitirán que no tienen derecho a injerirse en los asuntos internos cubanos? ¿Reconocerán al fin la existencia de un Estado independiente, libre, soberano al sur de sus fronteras? No creo que alguien en su sano juicio pretenda exigir a los cubanos condiciones que no admitiría a nadie.
¿Por qué, como ya he leído en algunas de esas opiniones, la discusión debe darse en torno al ordenamiento político, económico y social de los cubanos? Y sobre todo, ¿por qué insistir en invocar como pretextos especulaciones sobre supuestas posiciones que adopten Raúl o Fidel?: en este país, los cubanos de a pie sí contamos, y ni Fidel, ni Raúl, que tan dignamente nos han representado, ni quien venga por ellos mañana, podrá llevar a una mesa de negociación, en nuestro nombre, algo diferente a lo que el pueblo de Cuba cree, necesita y por lo que ha luchado tantos años. No se trata de hombres, sino de los ideales y la dignidad de un pueblo y de una Nación.
¿Que el candidato electo prometió levantar las sanciones de Bush en el año 2004? No es algo de lo que deban darnos cuenta. Simplemente estarían restableciendo derechos conculcados a los inmigrantes de origen cubano y a sus familiares. Muchos se beneficiarán espiritualmente y algunos en lo material. Y si se retoman en ese marco las conversaciones migratorias rotas unilateralmente por W. Bush, y se deroga la asesina Ley de Ajuste cubano, ¡mejor!: un flujo de visitantes y emigrantes legal, ordenado y seguro podría al fin establecerse entre los dos países vecinos.
¿Que podrían levantarse las restricciones a los viajes de los estadounidenses a Cuba? Muy bueno, se restituirían los vetados derechos constitucionales de los ciudadanos de los Estados Unidos. Vendrían muchos turistas; cientos, miles, millones –hoy no es relevante ese dato. Generarán ingresos. Pero, ¡ojo!, un turista no puede comportarse como un delincuente, no puede llegar a humillar a quien lo recibe, no puede venir a conspirar para derrocar a un gobierno constitucional. En todas partes del mundo, quien eso pretenda habrá de vérselas con las leyes locales y hasta con las propias.
¿Que permitirían los intercambios educacionales, culturales, científicos, deportivos, religiosos? Bravo, siempre que sean en las dos vías; intercambios, doble flujo, carril de ida y vuelta, mutuo entrecruzamiento (y enriquecimiento) de ideas, culturas y saberes, y no avasallamiento de unos por los otros. No andamos en cueros, no somos huérfanos de pensamiento, no estamos esperando que vengan a lavarnos el cerebro o decirnos lo que debemos hacer. Pensamos y actuamos con cabeza propia hace ya bastante tiempo, y tomamos decisiones.
¿Que incluso podría llegar a discutirse el levantamiento parcial o total de bloqueo? Sería el fin del genocidio contra los cubanos, libres al fin de comerciar y hacer negocios con todo el mundo. Sería la restitución del derecho al libre comercio en las relaciones internacionales. Sería una oportunidad para las amenazadas empresas estadunidenses, que podrían hallar escape a la crisis con nuevos contratos y empleos. Y sería un acto de justicia que honraría a los Estados Unidos. Admitir que el bloqueo contra Cuba fue un fracaso y un desastre no podría ser asumido como una humillación, sino como una actitud de sabiduría y valentía política que podría restituir la depauperada autoridad moral de los Estados Unidos ante el mundo.
¿Que todo esto añade nuevas tensiones, y que entraríamos, como afirmó Armando Hart, en una nueva etapa en el combate histórico e ideológico entre la revolución cubana y el imperialismo? Es verdad, no lo rehusamos, y lo preferimos sobre el enfrentamiento bélico y económico. Derivados de una convivencia en paz, sobrevendrán otros cambios que los cubanos aceptemos y decidamos. Para esa batalla de ideas hemos venido preparándonos todos estos años y nuevas circunstancias obligarían a refinar métodos, formas, caminos, voces, mensajes, metas. A fin de cuentas, no dejaremos de ser vecinos del más poderoso y voraz de los Imperios, por lo que la guardia revolucionaria no se podrá descuidar.Aunque siempre hay quienes prefieren las lentejuelas, no hay que guiarse por todo lo que encandila, ni imaginar que todos puedan llegar a ser esclavos de los modos y las modas. Hay urgencias, pero no desesperación. Lo esencial, aprendimos, es invisible a los ojos, y en política, enseñó Martí, sobre todo, es lo que no se ve. Nosotros no hiperbolizamos ni especulamos: somos pragmáticos, para aceptar el mundo cambiante, y principistas a la vez, para no renunciar a nuestra propia identidad. Si viene Obama, o quien venga, bienvenido sea. Tocaría a ellos definirse ante la clásica pregunta de Lucas: ¿están listos?

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