Pocas
veces uno puede darse el lujo de tener en sus manos, como pan caliente, un
libro acabado de salir de imprenta y que su olor no sea solo a tinta fresca, o
su contenido de imperecedera actualidad, sino que su salida y se presentación
se produzcan en el momento justo para los lectores de Nuestra América.
Obama y el Imperio, cuidadosamente editado y
producido por la editorial Ocean Sur, reúne las reflexiones escritas por el
líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro Ruz, entre el 25 de mayo
de 2008 y el 1 de junio de 2010, asociadas todas a la llegada y establecimiento
en la Casa Blanca de quien quizás ha sido el primer presidente afroamericano de
la historia de Estados Unidos, pero es, en realidad, un representante más del
mismo Imperio que encabezaron otros de triste recuerdo.
Al
leer a Fidel uno evoca todas las esperanzas que generó la candidatura del Sr.
Barack Hussein Obama, a partir de la creencia de que aquel señor, que
representaba racialmente a unos de los sectores más discriminados del pueblo
estadounidense y que aseguraba se inspiraba en las ideas del reverendo Martin
Luther King Jr., podría ofrecerle al mundo una alternativa más creíble, humana
y justa de aquella potencia experta en genocidios, bloqueos, asesinatos
selectivos, conspiraciones y escándalos que con tanta arrogancia habían
presidido otros 43 mandatarios.
Solo
alguien como Fidel, que conoce como pocos la historia y que, como decía el
argelino Abdelazis Bouteflika, viaja al futuro y regresa para contárnoslo, pudo
prever, sobre la base de su profundo conocimiento de las luchas de los
movimientos civiles de los años sesentas y setentas en los Estados Unidos, que
el Sr. Obama no era en realidad un representante de aquellos luchadores contra
el Ku Klux Klan y la guerra en Vietnam encarnados por el Dr. Luther King y
Angela Davis, ni tampoco de aquellos otros que años después, trataban de
rescatar los valores humanos y morales perdidos después de aquel desastre
bélico, como lo intentaron los reverendos Jesse Jackson y Lucius Walker.
Pronto
fue evidente que Obama era, apenas, el elegido de los dioses del Imperio –los
que de verdad ejercen el poder real en esa Nación- para sanear la imagen
decadente de un país que en algún momento fue paradigma para muchos y terminó
siendo odiado por miles de millones de seres humanos. Simpático, elocuente,
joven, familiar, común, carismático, culto y “diferente por fuera”, reunía las
virtudes necesarias para intentar borrar, sobre todo, el nefasto legado de caos
económico y social y de norteamericanos muertos dejado por su predecesor George
W. Bush, y encandilar, como lo hizo, con dotes de mago, a las audiencias
europeas, latinoamericanas y africanas.
De
este modo, las reflexiones de Fidel Castro marcan la hoja de ruta del
establecimiento de este emperador sutil, premio Nobel de la Paz, que incumplió
sus promesas y se ha dedicado a continuar guerras infinitas en Afganistán e
Iraq, conservar el campo de torturas de la Base Naval de Guantánamo, respaldar
los bombardeos sionistas sobre Gaza y Cisjordania, subvertir gobiernos que no
le son afines e iniciar nuevas aventuras bélicas en Libia.
Esta
conducta del ayer flamante candidato del cambio (¿recuerdan el We can change y el ¡Yes, we can!?) nos revela hoy que habite quien habite la Casa
Blanca, mientras exista el Imperio, se mantendrá el actual sistema imperialista
de poder mundial, basado en la unipolaridad y el control hegemónico del planeta
por parte de Estados Unidos.
Es
irónico que la gira de Obama por América Latina y los anuncios de una alianza de
millonarios y hambrientos –como decía Fidel anoche-, supuestamente igualitaria,
con países de nuestra región, se dén a cincuenta años de la derrota de la
invasión a Cuba y la victoria de mi pueblo en Playa Girón.
Pretenden
resucitar el espíritu de Kennedy invocando el medio siglo de la fenecida
Alianza para el Progreso, que no generó alianzas y mucho menos progreso, con un
remake dudoso, inventado en tiempos de una gravísima crisis económica y
financiera en Estados Unidos y en el mundo. Pretenden calmar a los pueblos
inconformes de nuestra región con promesas irresponsables y migajas humillantes
que no proveerán ni seguridad ni cooperación para el desarrollo, pues no atacan
las causas del auge del crimen ni los problemas que generan pobreza y exclusión
social, sino que solo se centran en sus egoístas intereses.
Si
alguien lo dudaba, que recuerde la conferencia de prensa de ayer en Casa
Presidencial. Solo la actitud digna del Presidente Funes puso en su lugar a los
periodistas trayendo a El Salvador el debate y las ideas que se debían
recordar, frente a representantes mediáticos imperiales para los cuales no era
relevante la presencia de su mandatario en este país que sus anteriores
gobernantes contribuyeron a caotizar y empobrecer, sino los graves problemas
internos dentro de Estados Unidos y la crisis creada por una agresión
injerencista de muy peligrosas consecuencias.
Más
dejemos que el pez muera por su boca. Veamos algunos fragmentos de su
publicitado discurso de Las Américas, pronunciado antier en Santiago de Chile,
que Fidel retoma en su reflexión de anoche:
“Sé que no soy el primer presidente de Estados Unidos en prometer un
nuevo espíritu de cooperación con nuestros vecinos latinoamericanos. Sé que a
veces, Estados Unidos ha tomado por descontada a esta región.”
“…América Latina no es
el viejo estereotipo de una región en conflicto perpetuo ni atrapada por ciclos
interminables de pobreza.”
“En Colombia, grandes
sacrificios por ciudadanos y fuerzas de la seguridad han restaurado un nivel de
seguridad que no se veía desde hace décadas.” Allí jamás hubo narcotráfico,
paramilitares ni cementerios clandestinos.
En su discurso la clase
obrera no existe, ni campesinos sin tierras, tampoco los analfabetos, la
mortalidad infantil o materna, los que pierden la vista, o son víctimas de
parásitos como el Chaga o de enfermedades bacterianas como el cólera.
“Desde Guadalajara hasta
Santiago y São Paulo, una clase media está exigiendo más de sí misma y más de
su gobierno”, expresa.
“Cuando un golpe de
Estado en Honduras amenazó el progreso democrático, los países del hemisferio
invocaron unánimemente la Carta Democrática Interamericana, lo que ayudó a
sentar las bases del retorno al estado de derecho.”
Más adelante, en ese mismo texto, dice Obama, con
palabras que Fidel califica de insípidas:
“Pero seamos francos y
también admitamos […] que el progreso del continente americano no es
suficientemente rápido. No para los millones que sufren la injusticia de la
extrema pobreza. No para los niños en las barriadas y las favelas, que sólo
quieren las mismas oportunidades que tienen los demás.”
“El poder político y
económico con demasiada frecuencia está concentrado en las manos de pocos, en
lugar de servir a la mayoría.”
Es increíble –dice
Fidel- que venga ahora con esa historia tan burda que constituye un insulto a
la inteligencia humana.
No le queda más remedio
que mencionar entre las grandes calamidades un problema que se origina en el
colosal mercado de Estados Unidos y con armas homicidas de ese país: “Las
pandillas de criminales y narcotraficantes no solo son una amenaza contra la
seguridad de los ciudadanos. Son una amenaza contra el desarrollo porque
ahuyentan la inversión que necesita la economía para prosperar. Y son una
amenaza directa contra la democracia porque alientan la corrupción que socava a
las instituciones desde adentro.”
Más adelante añade a
regañadientes: “Pero nunca eliminaremos el atractivo de los carteles y
pandillas a no ser que también les hagamos frente a las fuerzas sociales y
económicas que alimentan la criminalidad. Necesitamos llegar a los jóvenes
vulnerables antes de que recurran a las drogas y el crimen.”
“Como Presidente, he
dejado en claro que en Estados Unidos aceptamos nuestra responsabilidad por la
violencia generada por las drogas. La demanda de drogas, incluida aquella en
Estados Unidos, impulsa esta crisis. Por eso formulamos una nueva estrategia
para el control de drogas que se centra en reducir la demanda de drogas por
medio de la educación, prevención y tratamiento.”
Lo que no dice es que en
Honduras 76 personas por cada 100 mil habitantes mueren a causa de la
violencia, 19 veces más que en Cuba, donde prácticamente, a pesar de la
proximidad de Estados Unidos, tal problema apenas existe.
Después de unas cuantas
tonterías por el estilo, sobre las armas con camino a México que están
confiscando, un Acuerdo Transpacífico, el Banco Interamericano de Desarrollo,
con el que dice se esmeran en aumentar el “Fondo de Crecimiento con
Microfinanciación para las Américas” y prometer la creación de nuevas “Vías a
la Prosperidad” y otros términos altisonantes que pronuncia en inglés y
español, vuelve a sus peregrinas promesas de unidad hemisférica y trata de
impresionar a los oyentes con los riesgos del cambio climático.
Añade Obama “Y si
alguien duda de la urgencia del cambio climático, basta que miren dentro del
continente americano, desde las fuertes tormentas del Caribe hasta el
descongelamiento de glaciares en los Andes y la pérdida de bosques y tierras de
cultivo en toda la región.” Sin el valor de reconocer que su país es el máximo
responsable de esa tragedia.
Lo único que no podía faltar a esta verborrea de ocasión fueron los
gratuitos ataques a Cuba que, como pudo verse a través de las cadenas de
televisión que no lo censuraron, fueron recibidos con un silencio glacial
mientras los ojos de Obama buscaban desesperado un solo rostro en el público
que asistiera o alguien que aplaudiera.
Fidel captura en una imagen la sutileza del momento:
…A sus espaldas, ¡ah,
dichosa casualidad!, entre las demás banderas latinoamericanas estaba
exactamente la de Cuba.
Si (Obama) se volteaba un segundo sobre su
hombro derecho habría visto, como una sombra, el símbolo de la Revolución en la
Isla rebelde que su poderoso país quiso, pero no pudo destruir.
Cualquier
persona sería, sin duda, extraordinariamente optimista si espera que los
pueblos de Nuestra América aplaudan el 50 aniversario de la invasión mercenaria
de Girón, 50 años de cruel bloqueo económico de un país hermano, 50 años de
amenazas y atentados terroristas que costaron miles de vidas, 50 años de proyectos
de asesinato de los líderes del histórico proceso.”
Quizás Obama, pensamos nosotros, debió
explicarle a las Américas por qué defraudó las esperanzas cifradas en él
durante la Cumbre de Trinidad Tobago, cuando dijo a los mandatarios y pueblos
del hemisferio que la política estadounidense hacia Cuba del último medio siglo
había sido un fracaso. Si fue un fracaso, ¿por qué no la cambió? ¿Por qué
mantiene el bloqueo?, ¿Por qué se siguen secuestrando los activos financieros
cubanos, como acaba de hacer con 4,2 millones de dólares que el PNUD destinó a
los programas contra el SIDA y la tuberculosis en Cuba? ¿Serán nuestros
enfermos las nuevas víctimas colaterales de la guerra infinita de Estados
Unidos contra mi Patria?
También cabría preguntarse por qué se
mantienen en prisión, de forma injusta, cinco luchadores antiterroristas,
condenados sin cargos ni pruebas en un juicio espurio y politizado, y Luis
Posada Carriles es apenas considerado un mentiroso, mientras que Orlando Bosh y
otros criminales que enlutaron a 5577 familias cubanas gozan de libertad y
protección en el sur de la Florida. Debería hacer uso de sus derechos y
ponerlos de inmediato en libertad.
Preguntaría, además, cómo pretende que
nuestros jóvenes lo sigan si intenta convertirlos en mercenarios para que
conspiren contra sus padres y abuelos y los traicionen. ¿Acaso sería lícito que
los cubanos nos fuéramos a ese país a organizar redes de comunicaciones para
que el pueblo estadounidense, al que se ha privado de conocer la verdad sobre
Cuba y de viajar a Cuba, pueda disfrutar de la televisión, las radioemisoras,
los periódicos y los sitios web y blogs cubanos llenos de informaciones sobre
Cuba que son censuradas o deformadas dentro de Estados Unidos?
No me extiendo más. Prefiero que lean a
Fidel; es siempre un gozo extraordinario y una escuela, por la calidad y
claridad de sus ideas, por la honestidad que expresan, por la elegancia con que
nos enseña a decir verdades como puñales.
¡Gracias Ocean Sur!
Y ustedes, amigos, no se olviden antes de ir
a dormir hoy que a esta hora que nos reunimos aquí, los japoneses se esfuerzan
por controlar las emisiones radioactivas de Fukushima que les recuerdan aquella
otra tragedia olvidada de Hiroshima y Nagasaki, mientras varios campesinos
pakistaníes agonizan por la metralla de F-16 y unos niños libios exhiben su
reguero de tripas por haber estado en el lugar equivocado donde cayó un misil
Tomahawk lanzado desde un buque de la V Flota.
No nos hagamos ilusiones con las canciones de
ese señor que debe representar muy bien los intereses de quienes lo llevaron al
famoso Despacho Oval. No lo dudemos: si no les sirve bien, lo quitan por las
buenas o por las malas. Para eso son también los imperios.
Muchas
gracias.
PALABRAS EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO OBAMA Y EL IMPERIO, DE FIDEL CASTRO. Centro Cultural Nuestra América, San Salvador, 23 de marzo de 2011
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