Para un cubano, esta de
hoy es una de las fiestas mayores. Ustedes no se imaginan la emoción que
sentimos de encontrarnos entre libros y escritores. En Cuba, el conocimiento no
solo es virtud y derecho humano, sino gozo, y las ferias del libro son las
mayores celebraciones de la cultura cada año, que reúnen a millones de cubanos
y millones de libros a lo largo y ancho de la Isla, y para disfrutar a plenitud
de las cuales, muchos ahorramos vacaciones y dinero. Solo en las últimas cinco
ferias participaron como promedio 42 países, 136 expositores, 285 editoriales,
795 participantes extranjeros, mientras que se vendió un promedio de 3,5
millones de ejemplares a unos 3,8 millones de visitantes.
Ello es comprensible en
un país que hace cincuenta años se proclamó como primer territorio libre de
analfabetismo en el hemisferio occidental, que promovió el acceso al libro, a
la lectura, al conocimiento y a la cultura para todos sus ciudadanos; donde en
los últimos diez años se ha editado un promedio anual de 1591 títulos y más de 36
millones de ejemplares de libros y folletos, lo que equivale a unos 16 títulos por
cada 100 mil y 36000 ejemplares por cada mil habitantes, respectivamente; una
nación en la que al cierre del año pasado existían 408 bibliotecas, así como 316
librerías con un fondo de más de 2000 títulos en circulación, y a las que cada
año acuden miles de ciudadanos. No deja de sorprender por tanto que los autores
cubanos estén entre los más publicados por las casas editoriales de América
Latina y el Caribe.
Por eso resulta muy
inspirador que cubanos y salvadoreños podamos reunirnos hoy en esta ciudad de
luchas bicentenarias, afanada como nunca por alfabetizar, abrir el acceso a la
lectura y dar cultura a todos aquellos a quienes antes les fue negado. Es
además muy estimulante hacerlo en el simbólico día que representa el inicio del
mes cívico en el Salvador y el comienzo del curso escolar 2011-2012 en nuestra
Patria, y como si todo fuera poco, entregarle en esta ocasión al lector
salvadoreño dos obras esenciales de un autor entrañable para nosotros,
inspirador y artífice él mismo de nuestra hazaña educacional y cultural.
Me honro en presentarles dos libros
del líder de la revolución cubana Fidel Castro: “La Victoria Estratégica. Por
todos los caminos de la Sierra” y “La Contraofensiva Estratégica.
De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba“, ambos en segunda edición,
revisada y enriquecida con nuevos datos por su autor y editados cuidadosamente por
las casas Ocean Sur y Ocean Press, que en estos momentos lo están distribuyendo
también en Estados Unidos, México y Venezuela, además de Cuba y El Salvador.
Hago un necesario reconocimiento a
la familia editorial Ocean, fundada cuando se caía el muro de
Berlín para intentar llenar el vacío que se creó en la defensa y conocimiento
de las ideas de la izquierda mundial, de los movimientos revolucionarios y del
socialismo, y por lo cual, su producción y existencia misma están estrecha e
indisolublemente ligadas a nuestra revolución y a la batalla de ideas que desde
Cuba libramos. Al mismo tiempo, felicito a la novel e inspirada Editorial
Morazán, que con pasión salvadoreña nos demuestra que ningún empeño noble es
menor.
En los dos títulos que hoy nos
ofrecen Ocean y Morazán, se brinda
un testimonio esencial de una etapa crucial de la historia de Cuba que
comprende los episodios culminantes de la lucha guerrillera en la Sierra
Maestra hasta el triunfo de la revolución, y que revela los principios
políticos, éticos y humanos que la han guiado por más de medio siglo.
Asimismo, el primero de los dos libros incluye la única y legítima
autobiografía de Fidel, toda una emboscada editorial para algunas sabandijas
escribientes, que han lucrado con textos apócrifos sobre el jefe de la
revolución cubana enmascarados como “biografías autorizadas”.
La Victoria
Estratégica. Por todos caminos de la Sierra, se refiere a un momento crucial de la guerra de
liberación nacional en Cuba, cuando en el verano de 1958 la dictadura militar
de Batista, apoyada por el gobierno y las fuerzas armadas de los Estados
Unidos, lanzaron lo que se consideró el más grande esfuerzo militar que se hubiera
realizado en toda la historia republicana de nuestro país.
Según se puede leer en uno de los
numerosos documentos históricos que calzan el testimonio del estratega que dirigió
esa batalla, aquella ofensiva “concluyó en el más espantoso desastre que pudo
imaginarse el soberbio dictador, cuyas tropas en plena fuga, después de dos
meses y medio de derrota en derrota, están señalando los días finales de su
régimen odioso. La Sierra Maestra está ya totalmente libre de fuerzas
enemigas.”
El propio Fidel lo explica así: “La
derrota de la ofensiva enemiga, después de 74 días de incesante combate,
significó el viraje estratégico de la guerra. A partir de ese momento la suerte
de la tiranía quedó definitivamente echada, en la medida en que se hacía
evidente la inminencia de su colapso militar.”
Sin embargo, todo el tiempo nos
sorprenderá la ausencia de protagonismo del narrador. Fiel a su credo martiano
de que la revolución es una obra colectiva, el gran estratega y jefe nos
hablará todo el tiempo de sus combatientes, por sus nombres, como los recuerda
–y bien se sabe la proverbial capacidad de la memoria de Fidel-, rindiéndoles a
todos justo y merecido homenaje.
Con emoción lo escucharemos hablar del
valor y el coraje que convirtieron en héroes a aquellos muchachos sencillos, campesinos
en su inmensa mayoría. Un lugar especial reservará a las figuras inmortales de
Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, sus dos principales lugartenientes. Otras
veces advertiremos en sus palabras el homenaje póstumo a quien no llegó a ver
el triunfo o que ya no está a la hora de este recuento, e incluso, percibiremos
su pudor y delicadeza al evaluar las faltas, las inconsecuencias e, incluso,
las traiciones de algunos compañeros.
En sus reflexiones del ayer y en los
partes de Radio Rebelde y de la propia guerra, guardados celosamente por la
compañera Celia Sánchez, heroína y albacea de Fidel, los lectores descubrirán permanente
insatisfacción y serena autocrítica, así como los otros valores que han hecho
indestructible a la revolución cubana, por más que sus adversarios ideológicos
la hayan querido estigmatizar y endilgarle las faltas y bajezas de otros. Les
regalo este adelanto:
“…Un revés táctico puede ocurrir a
cualquier unidad en una guerra, porque el curso de la misma no tiene que ser
necesariamente una cadena ininterrumpida de victorias contra un enemigo que ha
contado siempre con ventajas de armamentos y recursos bélicos que ha llevado
sin embargo la peor parte en esta contienda.
“Consideramos un deber del mando de
nuestro ejército informar de cualquier vicisitud que pueda ocurrir a cualquiera
de nuestras fuerzas en operaciones por cuanto entendemos como norma moral y
militar de nuestro movimiento que no es correcto ocultar los reveses al pueblo
ni a los combatientes.
“Los reveses hay que publicarlos
también, porque de ellos se derivan lecciones útiles; para que los errores que
cometa una unidad no los cometan otras, para que el descuido en que pueda
incurrir un oficial revolucionario no se repita en otros oficiales. Porque en
la guerra las deficiencias no se superan ocultándolas y engañando a los
soldados, sino divulgándolas, alertando siempre a todos los mandos, exigiendo
nuevos y redoblados cuidados en el planeamiento y ejecución de los movimientos
y acciones”.
No hace mucho, cuando el propio
Comandante presentaba sus libros en La Habana, contextualizaba aquellas
palabras con el momento histórico que vivimos hoy los cubanos de reflexión,
autocrítica y crecimiento revolucionario, y nos decía:
“Nosotros solo decíamos la verdad.
Si poníamos un fusil de más, engañábamos a nuestros propios compañeros. Decir
la verdad fue un principio elemental que nunca falló”. Acaso no nos repetía lo
mismo cuando en su extraordinario concepto de revolución pronunciado en el año
2000, entre otros atributos, nos recordaba que “revolución es no mentir jamás
ni violar principios éticos”.
Tampoco pierde la ocasión Fidel para
recordarnos quién ha sido y sigue siendo el enemigo histórico de nuestra
nación, y cito:
“¿Quién entrenó a ese ejército de
torturadores, quién le suministró las armas, los tanques, los aviones, las
fragatas, quién los enseñó a matar prisioneros y a torturarlos? El imperio, el
gobierno de los Estados Unidos, ese mismo que ahora tortura a Gerardo
(Hernández) sin justificación alguna…”, en alusión al héroe injustamente preso
en una cárcel estadounidense.
De esta manera Fidel nos recuerda
que el mismo Imperio que hizo abortar nuestra independencia, implantó bases
militares en nuestro suelo, auspició golpes de Estado y sostuvo dictaduras, humilló
a nuestras mujeres y hombres, lanzó agresiones armadas, terroristas,
bacteriológicas y radiofónicas contra Cuba; el mismo imperio que ahora insiste
en colocarnos en listas negras espurias y donde hoy se escuchan voces que piden
aplicarle la misma receta de Libia, es el mismo que practica el genocidio
contra nuestra gente, bloqueándonos por más de medio siglo, y mantiene encerrados
de modo cruel e injusto a Gerardo y sus otros hermanos luchadores
antiterroristas, mientras protege a Posada Carriles y a otros criminales, como
antes lo hizo con torturadores y asesinos de la tiranía batistiana a los que
dio refugio.
El segundo libro, La Contraofensiva Estratégica. De la Sierra
a Santiago de Cuba, es en cambio el relato de los últimos combates librados
en la Sierra Maestra y en todos los frentes guerrilleros, campos y ciudades del
país en los que el Ejército Rebelde, apoyado por el pueblo organizado, derrotó
definitivamente al tirano.
En sus notas de presentación, el
Comandante en Jefe lo resume de esta manera:
“Con estos acontecimientos se abrió una nueva
y última etapa en la guerra de liberación, caracterizada por la invasión al
centro del país, la creación del Cuarto Frente Oriental y del Frente de
Camagüey. La lucha se extendió a todo el país. La gran ofensiva final del
Ejército Rebelde condujo, con la fulminante campaña de Oriente y de Las Villas,
a la derrota definitiva del Ejército de la tiranía y, en consecuencia, al
colapso militar del régimen batistiano y la toma del poder por la Revolución
triunfante.
“En la contraofensiva victoriosa de
Diciembre de ese año, se decidió el triunfo con alrededor de 3000 hombres
equipados con armas arrebatadas al enemigo.
“Las columnas del Che y de Camilo,
avanzando por las llanuras del Cauto y de Camagüey, llegaron al centro del
país. La antigua Columna 1 de nuevo entrenó más de mil reclutas en la escuela
de Minas del Frío, y con jefes que surgían de sus propias filas, tomaron los
pueblos y ciudades en la carretera central entre Bayamo y Palma Soriano. Nuevas
tanquetas T-37 fueron destruidas, los tanques pesados y la aviación de combate
no pudieron impedir la toma de ciudades cientos de veces mayores que el
pobladito de Las Mercedes.
“En su avance, a la Columna 1 se le
unieron las fuerzas del Segundo Frente Oriental Frank País. Así ocupamos la
ciudad de Palma Soriano el 27 de diciembre de 1958.
“Exactamente el 1ro. de enero de
1959…, la huelga general revolucionaria, decretada a través de Radio Rebelde
desde Palma Soriano, paralizó al país. El Che y Camilo recibieron órdenes de
avanzar por la carretera central hacia la capital, y no hubo fuerzas que
hicieran resistencia.
Sin embargo, hallamos nuevamente en
este libro el énfasis en mostrar la conducta intachable de la guerrilla rebelde
hacia los prisioneros y adversarios y todo el decálogo de respeto a la dignidad
humana que preside nuestra Ley Suprema como anhelo al fin logrado del Apóstol
Martí, y cobra vida en el día a día de nuestro pueblo, que gracias a ello ha
crecido en el último medio siglo libre de las tragedias de represión,
asesinatos, desapariciones y exclusión social que han marcado la vida de los
hermanos latinoamericanos y caribeños.
Escribe Fidel: “Si hay justicia en
la República, mañana no habrá venganza”. Podemos comprobarlo en el Parte del 19
de agosto de 1958 que fue leído por Radio Rebelde, donde alertaba además sobre
la posibilidad de un golpe militar ante el avance del Ejército Rebelde.
Entonces vaticinaba “una paz larga y
sincera para Cuba”, a partir de que había observado “la calidad humana de
muchos soldados, y a fuerza de sincero hubiera deseado que en vez de
adversarios fueran compañeros de lucha. Me he preguntado muchas veces cuántos
hombres valiosos habrán muerto en el engaño de que defendían algo por lo que
valiera la pena luchar”, dice Fidel.
También sorprende encontrar las
claves del derrumbe y desaparición del sistema político y de los partidos
tradicionales. Contrariamente a lo que la propaganda imperial y los poderes
mediáticos globales han repetido sin cesar, el pueblo les viró la espalda al
descubrir sus carencias, debilidades y complicidad con los militares y con
Estados Unidos, al verlos ausentes de las negociaciones y pactos políticos que
a pesar de la guerra la dirección revolucionaria lideraba desde la Comandancia de
la Sierra Maestra. Ellos solitos se liquidaron. Como escribe Fidel, “Poco
tiempo después de la derrota batistiana, en diciembre de 1958, nadie más se
acordó de ellos…”
Por demás, a lo largo de ambos
volúmenes se ve crecer el antiimperialismo, en Fidel y en los combatientes. Lo
leerán y comprenderán en la breve epístola que Fidel dirige a su ayudante Celia
Sánchez, incluida en este tomo, en la que el comandante rebelde reacciona ante
las marcas de fábrica que ha descubierto en los cohetes caídos en la casa de un
campesino.
De ese modo, el lector podrá arribar
a la conclusión de que sin la guerra brutal y prolongada que los gobiernos de
los Estados Unidos de América han practicado contra Cuba; sin las carencias y
daños escalofriantes generados por el bloqueo económico, comercial y financiero;
sin los 5577 cubanos víctimas del terrorismo, habríamos subido o caído más o
menos por nuestros propios errores y pasiones de república joven, pero la
historia habría sido bien diferente.
Queridos amigos:
Pocas veces le es dado a los
protagonistas y líderes de la historia la oportunidad de brindar una visión
trascendente, reflexiva y hasta autocrítica de los acontecimientos que
vivieron.
Generalmente debemos contentarnos
con las lecturas e interpretaciones posteriores, que juzgan desde su tiempo las
razones que gobernaron a otra época, por lo cual, esos juicios, carentes de
rigor histórico, insuficientemente documentados, o prejuiciados de origen, son
a veces sesgados y no pocas veces acomodados al parecer de los dogmas que
quieren imponernos la globalización neoliberal y la homogeneización informativa
y cultural. Fidel nos ha
salvado, una vez más, de todo pecado, y nos ha entregado sus propias claves, lo
que es mucho más importante.
Él mismo se ha encargado
de aclarárnoslo: “cuando alguien comienza a reconstruir la Historia, incluso la
que se ha vivido, es importante discutirla con otros que también la vivieron,
para ser fiel a ella. Por eso la persistencia en los documentos, en los
detalles. Luego se ve que hay algunas cosas que nosotros hicimos, que si las volvemos
a pensar no las hacemos igual… Pero todo lo que ocurrió tiene una razón de ser.
El asunto no es elogiar lo que se hizo, sino estudiarlo y eso es posible con
todos los documentos históricos.”
Bien sabemos que no solo
ha predicado estos conceptos, sino que los ha llevado a la práctica. Para solo
citar un ejemplo, recuérdense sus intercambios con altos exfuncionarios
estadounidenses y soviéticos para establecer con precisión las verdades en
torno a la crisis de los misiles de 1962, de la que se cumplirá medio siglo el
próximo año.
Por todo lo anterior,
además del excepcional testimonio del Jefe de la Revolución cubana, estos dos
libros crecen con la inclusión de decenas de documentos históricos –cartas,
partes de guerra, transcripciones de transmisiones radiales-, fotos y mapas,
muchos de ellos inéditos.
Los políticos, los
estudiosos de la historia, los militares y el pueblo sencillo y ávido de
conocimientos hallarán en estas páginas lecciones magistrales de política, arte
militar y humanidad. No cabe esperar menos de ese gigante moral de Nuestra
América que hoy se ha convertido en un modesto pero esencial soldado de las
ideas, y que nos enseñó también a leer y pensar, antes de creer ciegamente en
cualquier cosa.
Disfruten su lectura y, como
Fidel, nunca olviden a Martí:
“Saber leer es saber
escribir.”
“Saber escribir es saber
pensar.”
“Ser cultos es el único
modo de ser libres.”
Muchas gracias.
PALABRAS EN LA PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS LA VICTORIA ESTRATÉGICA Y LA CONTRAOFENSIVA ESTRATÉGICA, DE FIDEL CASTRO, DURANTE LA XV FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO EN CENTROAMÉRICA, FILCEN 2011. San Salvador, 1 de septiembre de 2011
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