Señor
Vicepresidente de la República
Señor
Presidente de la Asamblea Legislativa
Señor
Ministro de Relaciones Exteriores
Excelencias, Compañeras
y compañeros
Hermanas
y hermanos salvadoreños
Amigos
todos
Las
costumbres salvadoreñas comienzan a abrirse paso en este pedazo de tierra
cubana en tierras guanacas y por ello hemos roto nuestras prácticas para
escuchar los himnos nacionales de Cuba y El Salvador y pronunciar estas
palabras que nos han solicitado.
A
partir de ese instante, comenzó a hacerse realidad el deseo de José Martí de
que la nueva República se construyera sobre la base del culto a la dignidad
plena de todos los cubanos, sin razas ni diferencias, con todos y para el bien
de todos.
El
pueblo al que me honro de pertenecer y representar ante ustedes ha recorrido
más de medio siglo de esfuerzos heroicos para rescatar y reconstruir un país
que estaba destinado a transformarse en el principal destino del crimen, la
droga, el lavado de dinero y el hedonismo del Caribe, mientras sus campos eran arrasados
y sus hijos amanecían muertos todos los días por decenas en la orilla de los
caminos y los rincones de las ciudades.
Ese
mismo pueblo supo un día levantarse de sus miserias y tuvo suficiente madurez y
coraje para hacer una opción de vida que, no por diferente a la de otros,
merecía menos respeto. Por ello, fue asediado, perseguido, difamado, bloqueado
y acosado con el terrorismo más feroz.
Más
de mil millones de dólares en daños materiales (dicho a precios constantes, o
si quiere, más de 700 mil millones de dólares, dicho a precios de los años
sesentas) y 5577 cubanos víctimas directas del terrorismo de Estado practicado
contra Cuba constituyen el alto precio que hemos debido pagar por no bajar la
cabeza, por no pedir permiso para ser lo que somos y queremos ser, por no
permitir la más mínima sombra a nuestra condición de país libre y soberano.
Hemos
trabajado como abejas y a veces como titanes: levantamos y hemos sostenido
contra viento y marea una economía que, a pesar de sus debilidades intrínsecas,
de nuestros errores, de la coyunturas internacionales adversas y del cruel y
prolongado bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, le
grita todos los días a los incrédulos que otro mundo es posible. Una economía
que lleva 16 años de crecimiento constante y que hoy se propone una
actualización a tenor de los tiempos que vivimos, para que se consolide nuestra
pendiente emancipación económica.
Hemos
sembrado frenéticos ideas, hemos soñado iluminados como poetas, hemos sufrido
como monjes peregrinos curando el dolor de otros y hemos delirado como los
antiguos descubridores para proveer a nuestro pueblo de unos de los más
formidables e integrales sistemas de educación, cultura, salud y ciencia que
hoy pueden hallarse en nuestro querido planeta, de todo lo cual pueden ser hoy blasones
los médicos cubanos que enfrentan el embate del terremoto y el cólera en Haití,
y el 4.5% de mortalidad infantil alcanzado al 31 de diciembre, de los cinco más
bajos del mundo.
Hemos
defendido como leones a nuestra tierra de las agresiones externas, de los
mercenarios locales y foráneos; hemos protegido como el más preciado tesoro
nacional el invaluable consenso y unidad nacionales que son el principal sostén
de nuestra soberanía. Y hemos honrado como pocos la vocación democrática de
nuestra revolución al no adoptar jamás ninguna decisión trascendente sin antes
consultarla, discutirla y razonarla con el pueblo.
Gracias
a ello y duélale a quien le duela, este año conmemoraremos varias fechas de
gloria: el cincuentenario de la proclamación de Cuba como el primer territorio
libre de analfabetismo de todas las Américas; el medio siglo del día que el
pueblo juró salir a combatir en defensa de su Patria y del socialismo si era
agredido militarmente y los diez lustros de haberlo demostrado con su propia
sangre en las arenas de Playa Girón.
Pero
todo esto no sería más que egoísmo y vanidad si lo hubiéramos hecho solo por
nosotros. Bien sabíamos los cubanos desde muy temprano y por José Martí, que
nuestra Patria era la humanidad y que, hijos de América al fin, a ella nos
debíamos. Por eso, todo cuando hemos alcanzado ha estado a la disposición de
millones de seres humanos en todo el planeta. Ser internacionalistas ha sido el
modo de saldar nuestra deuda de gratitud con la humanidad, como ha dicho Fidel
Castro, ese cubano faro en cuyo tiempo hemos tenido la dicha de vivir.
El
Salvador, la patria telúrica de doscientos años, hecha del maíz, la sangre y los
sueños de sus hijos, de la que hará pronto también cincuenta años un día nos
quisieron separar, y que nunca nos dejó solos, tiene suficientes evidencias de todo
lo que los cubanos hemos sido capaces de hacer por nuestros hermanos de
Latinoamérica y el Caribe.
Quienes
en distintas épocas y desde cualquier orilla trataron –y tratan aún- de enconar
odios y diferencias entre nosotros, de poner fuego donde otro poníamos bálsamo,
¡y peor aún y con ese mismo propósito!, sembrar división y enfrentamiento entre
sus propios semejantes para dañar a Cuba y ahogar a sus pueblos, han sido
barridos y serán barridos por el tiempo y nuestros empeños.
Pero
serán barridos también por un comercio fabuloso que irá creciendo, por médicos
y medicinas que irán y vendrán, por medallas deportivas salvadoreñas
conquistadas con el apoyo de entrenadores cubanos, por parlamentarios y
representantes de la sociedad civil que viajan, se conocen, se ponen de pie y
se saludan, por las lecciones de historia y dignidad que los cubanos aprenderemos
al pie de estos volcanes y los salvadoreños encontrarán a la sombra de nuestras
palmas reales.
No
lo duden: desde hace mucho, desde siempre, como Roque, como ustedes, también dos
patrias tengo yo. O dicho con palabras de José Martí: para ustedes, nosotros no somos aquí más que el corazón de Cuba, en donde
caben todos los cubanos.
Solo quiero añadir algo: hoy deberían estar aquí y en Cuba, con
nuestro pueblo, cinco cubanos que por luchar contra el terrorismo en el lugar
donde los terroristas andan libres y siguen lanzando amenazas contra Cuba,
guardan desde hace doce años cruel e injusta prisión, acusados de cargos que la
fiscalía retiró por improbables y falsos. El Presidente de Estados Unidos puede
borrar la mancha de ignominia que ha caído sobre el sistema judicial de su país
con solo firmar su liberación, pero no
lo hace y hay que exigírselo.
Esos cinco cubanos han sido aislados y torturados en las cárceles
del país que se proclama paladín de los derechos humanos y de la lucha mundial
contra el terrorismo. Pero esos cinco hermanos míos no han sido derrotados. Son
simbólicamente las cinco puntas de la estrella que anida orgullosa y solitaria
en el corazón de nuestra bandera y que jamás será dividida ni apagada.
Brindemos por ellos y por su justa libertad.
Brindemos por mi Cuba perfectible, pero siempre socialista y
solidaria.
Brindemos por los ausentes y los presentes que nos legaron este
camino hermoso de amor y sacrificio, y por los que han de nacer para
proseguirlo con lealtad y aún mayor ingenio.
Brindemos por la bicentenaria patria salvadoreña y su pueblo
noble, esforzado y heroico, que nos ha defendido tanto, como ha luchado el
mismo por su propia justicia, paz y derechos.
Y brindemos martianamente por el nuevo año, convencidos de que
nuestras virtudes primarán sobre nuestros defectos.
¡Viva Cuba Libre!
Palabras pronunciadas en la recepción por el 52 aniversario del triunfo de la Revolución, San Salvador, 7 de enero de 2011.
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