sábado, diciembre 15, 2012

PRESIDENTE CHÁVEZ: ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

Querida Nora, Embajadora de Venezuela en El Salvador
Queridos hermanos salvadoreños y latinoamericanos todos que nos reunimos hoy, aquí, en El Salvador, en ocasión del Bicentenario de la Carta de Cartagena
 Estoy aquí como ciudadano de Nuestra América, cumpliendo el llamado que nos hizo el Presidente Hugo Chávez, cuando ante los quebrantos de salud que le impedían seguir capitaneando en este momento la batalla por la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos, reclamó, con pasión tan bolivariana como martiana, que nos uniéramos.
“¡Unidad, unidad y más unidad!”, dijo el Presidente-Comandante a los venezolanos, pero también, a todos los latinoamericanos y caribeños. Los cubanos, que conocemos como pocos el valor de la unidad, porque así nos lo inculcaron Martí, el Che y Fidel, estamos siempre entre los primeros en responder a su llamado, y unirnos no solo al querido pueblo de Venezuela, sino a todos los pueblos de Nuestra América y del mundo para defender la época de cambios que nos ganamos en épica lucha.
 Hace más de cincuenta años y a solo 23 días del triunfo del 1 de enero de 1959, Fidel se presentó en la inmensa Plaza del Silencio de Caracas y ante más de un millón de personas dijo, sin temor, que los venezolanos y los cubanos éramos hermanos gemelos en la desgracia y en el dolor, pero también que estábamos hermanados en la hazaña de la liberación definitiva de nuestros pueblos.
 Aquella inmensa multitud solidaria reconocía en el Jefe de la revolución cubana a un pueblo noble y heroico y a una idea justa, que mostraban que las naciones de América ya estaban demasiado despiertas, en guardia, y no podían ser engañadas de nuevo.
 “Estos pueblos, subrayaba Fidel, han adquirido una conciencia demasiado grande de su destino para que vayan a resignarse otra vez al sometimiento y a la abyección miserable en que hemos estado viviendo…”.
Han pasado ya casi 54 años, y como él dijera entonces, los pueblos de América saben que su fuerza interna está en la unidad y que su fuerza continental también depende de ella.
“Estos pueblos de América saben que si no quieren ser víctimas de nuevo de la tiranía, si no quieren ser víctimas de nuevo de las agresiones, hay que unirse cada vez más, hay que estrechar cada vez más los lazos de pueblo a pueblo...” (y dentro de los pueblos).
En ese formidable Manifiesto de Cartagena, cuyo bicentenario recordamos hoy, Bolívar señaló a la desunión como una de las principales causas de la caída de la Primera República. En aquella Caracas de 1959, Fidel hacía a venezolanos y cubanos similares cuestionamientos, como si se adelantara a los acontecimientos que viviríamos después:
“¿Hasta cuándo vamos a permanecer en el letargo? ¿Hasta cuándo vamos a ser piezas indefensas de un continente a quien su libertador lo concibió como algo más digno, más grande? ¿Hasta cuándo los latinoamericanos vamos a estar viviendo en esta atmósfera mezquina y ridícula? ¿Hasta cuándo vamos a permanecer divididos? ¿Hasta cuándo vamos a ser víctimas de intereses poderosos que se ensañan con cada uno de nuestros pueblos? ¿Cuándo vamos a lanzar la gran consigna de unión? Se lanza la consigna de unidad dentro de las naciones, ¿por qué no se lanza también la consigna de unidad de las naciones?
Y como si de verdad viajara al futuro para regresar a contárnoslo, Fidel expresó a continuación un sueño que requirió 44 años para convertirse en realidad: “…ojalá que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino de todos los pueblos de América sea un solo destino, ¡porque basta ya de levantarle estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar!”
Ese día ya llegó, hermanos. Ese día llegó el 14 de diciembre de 2004, hace justo ocho años, cuando dos libertadores: Chávez y Fidel, fundaron en La Habana la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, ALBA.
¡ALBA, también de amanecer! Un propósito histórico y por tanto, radical, que desafió al monroísmo con el bolivarianismo. Una construcción propia y original, sin modelos previos, “creación heroica, ni calco ni copia”, como diría el gran peruano José Carlos Mariátegui. Sostenido por las inmensas potencialidades de nuestros pueblos y naciones, por tanto endógeno e independiente para producir en el ámbito de la economía, de nuestros recursos y producciones, la independencia que todavía nos debemos, y que debe ser destinada a generar más justicia, solidaridad y equidad no solo entre personas, sino en las relaciones económicas y comerciales compensadas que podemos construir para beneficio común y no de unos pocos.
El ALBA es un proyecto que en tanto único, es a la vez humanista, universal, común y diverso como lo son nuestras expresiones culturales. Un plan que no impone, sino propone, que planea y no sorprende, que enamora y no asusta. Por todo ello, porque se afina en un ideal profundamente liberador, es, a la vez, un orgulloso disidente y subversivo del actual orden mundial.
El parto del ALBA, en aquel diciembre, fue la gran clarinada para nuestros pueblos. Juntos fuimos todos entonces a la gran batalla contra el ALCA en Mar del Plata y de allí, no paramos más. A los fundadores se unieron más países del sur, de Centroamérica y del Caribe. El razonamiento de Fidel, en la Plaza del Silencio, el 23 de enero de 1959, una vez más cobró vigencia:
“Si la unidad dentro de las naciones es fructífera y es la que permite a los pueblos defender su derecho, ¿por qué no ha de ser más fructífera todavía la unidad de naciones que tenemos los mismos sentimientos, los mismos intereses, la misma raza, el mismo idioma, la misma sensibilidad y la misma aspiración humana?
 “Cuando todos estamos pensando igual, cuando todos estamos sufriendo igual, cuando todos estamos aspirando a lo mismo, cuando no nos diferenciamos en nada, cuando somos absolutamente iguales, ¿no parece sencillamente absurdo que unos se llamen cubanos y otros se llamen venezolanos y parezcamos extranjeros unos ante otros, nosotros que somos hermanos, nosotros que nos entendemos bien?
“¿Y quiénes deben ser los propugnadores de esa idea? –preguntaba Fidel insistiendo en el concepto bolivariano de la unidad-. Los venezolanos, porque los venezolanos la lanzaron al continente americano, porque Bolívar es hijo de Venezuela y Bolívar es el padre de la idea de la unión de los pueblos de América”.
Por eso, añadía, con palabras que hoy hacemos nuestras:
“Venezuela es el país más rico de América, Venezuela tiene un pueblo formidable, Venezuela tiene dirigentes formidables, tanto civiles como militares; Venezuela es la patria de El Libertador, donde se concibió la idea de la unión de los pueblos de América. Luego, Venezuela debe ser el país líder de la unión de los pueblos de América; los cubanos los respaldamos, los cubanos respaldamos a nuestros hermanos de Venezuela”.
Y añado ahora: los cubanos respaldamos a su Presidente, al compañero Hugo Rafael Chávez Frías, a quien nuestro Presidente Raúl Castro Ruz dedicó ayer emocionadas palabras, con la seguridad de que saldrá fortalecido de esta nueva prueba para celebrar juntos la victoria en las elecciones regionales de mañana 16 de diciembre y en las batallas que nos depare el futuro.
Como Fidel lo estuvo hace más de medio siglo, hoy también nosotros estamos seguros que no hay quien se atreva a intentar arrebatarle los derechos al pueblo de Venezuela. Y si lo intentan ese pueblo y los pueblos de América los vencerán.
Somos tan bolivarianos como martianos, porque sin Simón Bolívar no habría existido un José Martí. “No es entonces mera retórica nuestra bolivarianidad”, diría Chávez. “¡Tenemos Patria!”, proclamó él también. Y no solo la chica donde nacimos, la Isla rebelde o este paisito volcánico. ¡Tenemos, al fin, a Nuestra Madre América!
Entonces salvadoreños y latinoamericanos que me escuchan, convoquemos al Apóstol Martí, que preveía todos los peligros, tanto como nos anunciaba la senda del triunfo: “¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Desde el Pulgarcito de América, con su pueblo sencillo y su historia gigante, los cubanos le decimos al Presidente Chávez que viviremos y venceremos.
¡Hasta la victoria, siempre!

DISCURSO EN EL ACTO DE SOLIDARIDAD CON VENEZUELA Y EL PRESIDENTE CHÁVEZ, EN OCASIÓN DEL BICENTENARIO DE LA CARTA DE CARTAGENA, Plaza Schafik Hándal, San Salvador, 15 de diciembre de 2012


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