Distinguidos
invitados y amigos:
El
escritor cubano Alejo Carpentier dijo una vez que “el espíritu de la danza era
inseparable de la condición humana”, y añadía: “al inagotable cuerpo humano con
su caudal de recursos expresivos le quedan muchos idiomas que inventar, y
quizás éstos estén aún por descubrir en la historia total, sonido, movimiento y
voz resumidos en un espectáculo en el que cabe la vida por palabras, práctica
común e iniciativa que nos devuelve al origen, poniéndonos en condiciones de
retornar al proyecto que desemboque en la completa libertad, final feliz
reservado al ser que pueda merecerlo, porque «solo merece la libertad y la vida
aquel que cada día debe conquistarlas»”.
La
exposición que inauguramos hoy es, en ese sentido, una celebración de la
libertad, la belleza y la vida, tal como la sentimos los cubanos, vista a
través del arte y la magia de la danza, y de una de sus figuras cimeras a
escala universal: la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso. Una cubana que
hizo de la sensibilidad, la música y el movimiento una forma peculiar de
servicio a su Patria, que derribó barreras y prejuicios con sus cisnes y
sílfides, que hizo danzar a los hombres con una pasión y aire varonil
desconocidos hasta entonces, que demostró que un buen foetté no tenía raza y
que la piel morena no necesitaba empolvarse para demostrar el talento y la
calidad de entrega escénica.
Cuando en 1964 Arnold Haskel —entonces decano
mundial de la crítica de ballet— definió a la representación de Cuba en un
concurso en Barna como el “milagro cubano”, estaba definiendo algo que en
verdad muchos hoy consideran de ese modo. Pero fue un milagro hecho por el
talento creador de un pueblo, por un grupo de figuras que supieron encarnar los
más altos valores de la expresión danzaria en nuestro país y, sobre todo, por
la presencia de un cambio social que posibilitó que aquella utopía
El argentino Rodolfo Rodríguez, que fue bailarín del
ballet fundado por Alicia Alonso en 1948 y renacido en 1959 como Ballet
Nacional de Cuba, ha contado recién un testimonio de inimaginable valor. Al
evocar aquellos años sesentas en Cuba, señaló cómo los rusos también se
engancharon y sacaban películas de los bailarines cubanos para luego estudiar.
Recordó que Rudolf Nuriev le comentó una vez a un amigo común: ¡con tan poco
hacen tanto!
El problema, explicaba, es
que casi todo en el ballet cubano viene de Alicia Alonso, sin proponérselo.
Tuvieron a quien seguir. La limpieza de la quinta posición, el señorío en las
damas en escena, lo tomaron de ella. Las cubanas tienen una feminidad peligrosa
y eso llega a la danza. Pero la calidez, la fineza de los cuerpos, nace de la
imagen que siempre han tenido de lo que es una bailarina clásica.
Y añadía: han dado grandes
maestros que han dejado un legado de mucha seriedad, obsesionados con la
limpieza del baile, con la técnica. Solo te voy a nombrar los contemporáneos
míos: Alberto Alonso, Fernando Alonso, José Parés, Joaquín Vanegas y Ramona de
Saá, iniciadora de casi todos los grandes. Ellos son la Escuela Cubana de
Ballet, más la base de Alicia. Todos se destacan, sobre todo, por las ganas de
bailar.
La Escuela Cubana de Ballet ha alcanzado una estatura
cosmopolita, con un gran reconocimiento mundial, presentaciones en más de 60
países de los cinco continentes y muchísimos premios internacionales. Pero su
mérito mayor es haber vencido el aislamiento, el acoso, las carencias infinitas
del bloqueo, con una entrega casi votiva al arte. De ahí que gocen de una
medalla invaluable: el amor y reconocimiento de su propio pueblo.
Cuando nació el Ballet Nacional de Cuba, de 40 miembros,
solamente 16 eran cubanos. Hoy en día, en cambio, está integrado por cubanos en
su absoluta totalidad. Tenemos bailarines de toda la Isla; incluso, contamos
con Anette Delgado, que es la representación de la Isla de la Juventud. Con
ellos han bailado muchas de las más grandes figuras de la danza mundial: la
Fracci y la Rojo, Plisevski y Plisevskaya, Bocca y Vassiliev. Muchos también
han incorporado la escuela cubana a grandes compañías como el American Ballet,
el Royal Ballet, el Bolshoi, La Scala, el Colón. Han fundado escuelas en Madrid
y Montevideo. Se han rendido ante ellos
el Lincoln Center y la Opera de París y ellos se han entregado a la gente común
en templos precolombinos peruanos, en estadios de Caracas, en los jardines de
Chapultepec, en las plazas de una Managua en guerra, en las ruinas de Hanoi
bombardeado, en las trincheras de Angola…
Haber incorporado intensas vivencias humanas y centenares de
títulos, así como integrar otras manifestaciones de la cultura cubana —la
literatura, la música, las artes plásticas—, ha propiciado que Cuba no solo
haya hecho un aporte a la cultura danzaria mundial, sino también un aporte a la
cultura universal en su más amplio sentido. Porque a través del ballet se hacen
visibles otras expresiones muy valiosas de nuestra identidad. Nuestro ballet
habría sido efímero si, como advirtiera el sabio Fernando Ortíz, no nos hubiera
dado un arte con alma de Cuba,… en su plena y gloriosa integridad nacional
traducido a lenguaje de universal vibración... hecho con bellas floraciones, sin
renegar de sus profundas raíces y de su rica savia, aireando su frondoso
follaje en las más altas corrientes de la cultura contemporánea.
Eso es lo que ha hecho el Ballet
Nacional de Cuba, con lo cual ha cumplido la tarea con la que siempre soñaron
Alicia, Fernando Alonso y sus colaboradores. Ellos son la cabeza, los pioneros,
pero el Ballet Nacional de Cuba es ya un impulso de pueblo, es la integridad y
la potencia dada por el talento que crece y se renueva en el pueblo cubano.
Por ello deseamos que el pueblo salvadoreño
encuentre energía, paz y belleza en esta exhibición de fotos, audiovisuales,
música, publicaciones, trajes, zapatillas y obras de arte, que rescatan a
Giselle, Odette, Carmen, Didó abandonada, La avanzada, Don Quijote,
Cascanueces, Coppelia, La fille mal gardeé, La bella durmiente, Shakespeare y
muchos otros personajes inolvidables; que muestran a las principales figuras de
la compañía en sus asombrosos giros, pasos y saltos; que recogen la
majestuosidad del Gran Teatro de La Habana, de su Museo Nacional de la Danza,
de la Escuela y los talleres vocacionales de danza y del extraordinario Festival
Internacional de Ballet de La Habana.
Aspiramos que durante los dos meses que durará la
muestra, sea este un lugar de viaje y encuentro para las familias y,
especialmente, para los niños y jóvenes, para que se reconozcan en el goce de
la belleza y descubran una de las formas más universales y primigenias de
comunicación entre los seres humanos, de modo que el talento también pueda
brotar y crecer copioso en tierra cuscatleca. Para que, al conocer a la insigne
Alicia Alonso y a su hueste danzaría, sientan inspiración y aliento para vivir
y soñar, para crear y triunfar, como lo merecen.
Confiamos, además, en que asistan a otros
importantes eventos que acompañarán a la exposición: un encuentro teórico sobre
la enseñanza del ballet, titulado “Escuela singular”, dirigido a profesores y
alumnos de danza; la proyección del documental de la televisión española
“Imprescindibles: Alicia Alonso” y la presentación del Ballet Estudio de Alcira
Alonso. Y luego, cuando las jornadas en la capital concluyan, al igual que
hacemos en Cuba, pondremos alas a esta colección subversiva, para que viaje desde
el occidente hasta el oriente y que el mayor número posible de salvadoreños
puedan disfrutarla.
Hace bien en abrazar la cultura un país empeñado en
cambiar: por eso doy gracias por su apoyo al maestro Romeo Galdamez, Director
Nacional de Artes de la Secretaría de Cultura de la Presidencia; al arquitecto
Eduardo Góchez, Director del MUNA, los museógrafos Óscar Batres, Jesús Benítez,
Jorge Gómez y el electricista José Colocho; a Walter Crispín y a sus compañeros
de LasserArt. Al infatigable Centro Cultural Nuestra América y, sobre todo,
agradezco profundamente a los maestros y bailarines salvadoreños Fátima Alfaro,
Mauricio Bonilla y la ya mencionada Alcira Alonso, que respaldaron con
entusiasmo la idea y que con pasión heroica han luchado durante años por hacer
que el espíritu de la danza anide también en el corazón bravío de este noble pueblo
salvadoreño.
Si este esfuerzo nuestro –cubano y salvadoreño- ayuda
a multiplicar y colmar de preces los desvelos y sueños de tantos, habrá valido
la pena.
Muchas gracias
PALABRAS EN LA INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN DEDICADA AL BALLET NACIONAL DE CUBA Y A ALICIA ALONSO, MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA, SAN SALVADOR, 15 DE NOVIEMBRE DE 2012.
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