La presentación del libro Fidel Castro en la memoria argentina ha sido parte de un programa de muchas más actividades celebradas en los últimos días y durante la jornada de hoy, aquí en la Argentina y en muchos otros lugares de Nuestra América y del mundo, y por supuesto, en nuestra Patria. Son actividades de fiesta. No venimos a hablar de un muerto. Venimos a celebrar la vida y el legado de un inmortal, de un invencible. Un hombre que nos enseñó que la vida solo tenía sentido si luchábamos, si trabajábamos, si éramos ejemplo, si creíamos que no había adversario grande ni pequeño, porque a todos los podíamos derrotar siempre que estuviéramos persuadidos de la fuerza, del valor de nuestras ideas, y si éramos capaces de defenderlas en toda circunstancia; si persistíamos y éramos leales más allá de cualquier dificultad o coyuntura.
Palabras pronunciadas en la presentación virtual del libro Fidel Castro en la memoria argentina, Buenos aires, 13 de agosto de 2020
Buenas tardes, casi buenas noches.
Les agradezco a Fernando [Darío
Roperto][1], Julio [Ferrer[2]], a Héctor [Bernardo[3]], a Abel [Prieto[4]], a Stella [Calloni[5]] y a todos los amigos de Fidel que
nos acompañan en esta hora en todas las redes sociales.
Lo primero que me vino a la mente
cuando me enfrenté al libro Fidel Castro
en la memoria argentina fue una eclosión de sentimientos y recuerdos que sacaron
algo que estaba en lo más hondo de mi memoria, en mi infancia, en momentos en que
había aprendido a leer, y es un poema de Nicolás Guillén que dice:
Como si San Martín la mano pura
a Martí familiar
tendido hubiera,
como si el Plata
vegetal viniera
con el Cauto a
juntar agua y ternura,
así Guevara, el
gaucho de voz dura,
brindó a Fidel su
sangre guerrillera
y su ancha mano fue
más compañera
cuando fue nuestra
noche más oscura…
Estos versos de Guillén
aprendidos en mi infancia, me han acompañado siempre, y puesto ante la
responsabilidad de representar a Cuba en la Argentina, me traen siempre
presente el vínculo extraordinario de sentimientos de pueblo a pueblo que
animan a nuestros dos países, y que se recogen en las valoraciones y en la
investigación que culminó en esta obra.
El libro, como decía Abel, es una
contribución a la permanencia de Fidel en el tiempo, porque para todos
nosotros, los que conocimos a Fidel, los que lo conocieron más de cerca, los
que lo conocieron a través de la televisión y la radio, las planas de los periódicos,
ha sido un privilegio inmenso vivir en el tiempo de Fidel.
Cuando Abel se refería a los
políticos que han pasado por nuestro tiempo sin dejar huellas, yo decía: bueno,
y ¡qué suerte la de los que hemos pasado por el tiempo de Fidel! Recordaba
también que, si esto es posible, es porque Fidel, durante toda su vida, fue un
hombre muy consecuente con todo aquello en lo que creyó, en lo que se formó en
lo que se educó. Una formación que, como decía Stella, es de profunda inspiración
martiana, nutrida del pensamiento latinoamericanista de avanzada, de las ideas
más revolucionarias de su época, del marxismo leninismo; pero que tenía en su
base, en su raíz más profunda, las ideas de José Martí.
Eso es algo que se puede
encontrar en este libro; la permanente alusión a la manera enfebrecida con que
Fidel defendía ese aprendizaje martiano, en especial la necesidad de la unidad,
de la unidad para vencer, la unidad para avanzar, la unidad para construir, la
unidad en la diversidad. Siempre, en cualquier circunstancia y por encima de
todas las diferencias, salvar todo lo que nos une.
Habiendo tenido la oportunidad de
haber asistido a la toma de posesión el pasado 10 de diciembre como integrante
de la delegación cubana, yo me decía cuán feliz habría estado Fidel de esa
fiesta de unidad que constituyó la victoria que el pueblo argentino alcanzó en
el año 2019, y llevó al poder al gobierno actual con la consigna de #ArgentinaUnida.
Para mí eso fue un momento de profunda emoción.
Luego está otro aprendizaje clave
en Fidel que es el de luchar, luchar siempre, luchar sin cesar, que es el que
nos ha acompañado a los cubanos a lo largo de sesenta años, en la lucha contra
el cruel bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos, que
ha pretendido rendirnos por hambre, enfermedades y miseria; despojando al país
de recursos de todo tipo para que el gobierno no pueda cumplir con su deber de contribuir
a proveer el bienestar que pueblo de
Cuba merece y al que tiene derecho.
Ni siquiera tenemos que ir a los
orígenes del bloqueo. Ni siquiera hay que ir al infame memorando de Lester
Mallory en el año 1960, cuando recomendaba que la única manera que tenían [los Estados Unidos] de derrocar el gobierno cubano, era
privándolo de recursos y causando hambre, miseria y desesperación para que el
pueblo derrocara al gobierno.
Búsquense las declaraciones
cínicas de hoy del Subsecretario de Estado Michel Kozack, en la misma cuerda,
palabras más, palabras menos, de rendir por hambre, por necesidades, por
miseria al pueblo cubano. Ese es el verdadero rostro del bloqueo y es contra lo
que nos enseñó a lucha Fidel. Y eso es lo que más le duele a nuestros
adversarios; que no nos hemos rendido, que no nos hemos doblegado, y que hemos
persistido en la persecución de nuestros objetivos.
En el año 1993, cuando ya habían
desaparecido la Unión Soviética y el campo socialista; cuando Cuba había
perdido el 83% de su comercio exterior, de todas sus relaciones económicas internacionales;
cuando el producto interno bruto cubano se había desplomado en un 36%; en una
de las tantas reuniones de los órganos de dirección del país, tratando de
entender la resistencia y conducir al país, Raúl Castro se dirigió a los
dirigentes, algunos de los cuales se hacían preguntas sobre cómo resolver esto
o lo otro, cuando el país estaba en el fondo del pozo, en el fondo del período
especial
Y Raúl dijo: cuando se vean en
situaciones como esta, cuando piensen que no hay ningún camino, ninguna alternativa;
cuando piensen que todo se ha cerrado, pregúntense cómo lo habría hecho a
Fidel, y tendrán ahí la respuesta, tendrán ahí la clave para enfrentar el
desafío.
Eso es lo que se ha hecho en Cuba
en este momento ante tan gran desafío, ¡de tamaño planetario!, pero que atañe a
Cuba también, de la pandemia de COVID-19.
Gracias a esa siembra de Fidel, a
esa educación de Fidel, y no solo a las ideas de resistencia, de lucha, de
confianza en la victoria, sino también a la visión de crear un país de hombres
de ciencia, de educar a los cubanos, de sembrar cultura, valores e ideas, el
país se enfrentó a la pandemia, no a improvisar soluciones, sino con un modelo
de gestión de la crisis generada por la pandemia, que ya había sido estudiado,
entrenado y puesto a prueba para otras actividades en el país: para defendernos
en primer lugar, y en segundo lugar para enfrentar huracanes o terremotos –para
todo lo cual los cubanos hemos adquirido una buena base, una preparación.
Eso es lo que ha permitido los
resultados que podemos exhibir modestamente y a los cuales se referían generosamente
algunos compañeros de manera previa. Ese pensamiento en todos nosotros de cómo
lo habría hecho Fidel, es el que nos ha llevado a actuar en estas
circunstancias con responsabilidad, con previsión; a priorizar los distintos
aspectos que deben ser priorizados en la atención de salud, en la economía, en
la producción científica, sin la cual –una de las joyas de la creación de
Fidel- a Cuba le habría sido muy difícil enfrentar la pandemia, porque justamente
en estos meses una de las acciones más criminales de Estados Unidos ha sido
impedir la llegada a Cuba de respiradores, de recursos para producir
medicamentos, entre otras acciones de bloqueo.
Hay otro elemento sin lugar a
dudas asociado a lo anterior, y que es otro legado de Fidel, que tuvo un
momento cenital en aquel inolvidable acto en la escalinata de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, la noche del 26
de mayo de 2003, cuando Néstor [Kirchner]
había llegado a la presidencia del país. En aquel inolvidable discurso, Fidel dijo
algo que no olvidamos, unas expresión fruto de sus más profundas convicciones,
cuando bombardeaban a Iraq y a otros estados en medio de la enfermiza guerra
contra el terrorismo, lanzada por el gobierno de Bush.
Fidel dijo aquella frase de “¡Médicos
y no bombas!”, y que Cuba estaba dispuesta a enviar no bombas, sino médicos, a
todos esos oscuros lugares del planeta.
Bueno, al cabo de 17 años Cuba ha
honrado aquel compromiso. Decenas de miles de cubanos, profesionales de la
salud, han servido en decenas de países. Hoy mismo, cuando estamos reunidos en
este encuentro, hay 45 brigadas médicas del Contingente Internacional de Médicos
Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias “Henry Reeve” en
43 países, mientras que otros grupos de médicos cubanos continúan su labor en
un total de 68 países del planeta. Estamos hablando de más de 30 mil profesionales
de la salud que en estos momentos brindan sus servicios en los más increíbles
lugares del mundo, en todos los continentes, en Europa, en Asia, en África, en
el Medio Oriente y, por supuesto, en América Latina y el Caribe.
Muchas veces me han preguntado en
estos meses de pandemia por la presencia de los médicos cubanos en Argentina.
Yo, con absoluta responsabilidad y con muchísimo orgullo puedo decir que hay
1068 médicos cubanos en Argentina. Mil sesenta y ocho médicos cubanos que
nacieron en Argentina, pero que se formaron como profesionales de la salud con
vocación de servicio y de salvar vidas, y no de comerciar con ellas, en la
escuela de salud cubana. En estas jornadas terribles de la pandemia ellos han
unido sus esfuerzos con sus compañeros formados en las universidades públicas
argentinas y han hecho verdaderas hazañas, muchas veces arriesgando su vida en
toda la geografía argentina.
Esos 1068 médicos cubanos
argentinos son también una vindicación de la permanencia del legado, del valor
de las ideas de Fidel y de su visión. Y son también una expresión del valor de
la solidaridad y de la cooperación a las que estamos especialmente convocados
en este tiempo, a las que nos convocan las Naciones Unidas y la Organización
Mundial de la Salud. Solidaridad y cooperación que, visionariamente, Fidel vio
como únicas formas de relacionarse y convivir en un mundo intensamente interdependiente
e interconectado.
Esta presentación del libro ha
sido parte de un programa de muchas más actividades celebradas en los últimos
días y durante la jornada de hoy aquí en la Argentina y en muchos otros lugares
de Nuestra América y del mundo, y por supuesto, en nuestra Patria, en homenaje a Fidel.
Estas actividades son de fiesta. No
venimos a hablar de un muerto. Venimos a celebrar la vida y el legado de un
inmortal, de un invencible. Un hombre que nos enseñó que la vida solo tenía
sentido si luchábamos, si trabajábamos, si éramos ejemplo, si creíamos que no había
adversario grande ni pequeño, porque a todos los podíamos derrotar siempre que
estuviéramos persuadidos de la fuerza, del valor de nuestras ideas, y si éramos
capaces de defenderlas en toda circunstancia; si persistíamos y éramos leales más
allá de cualquier dificultad o coyuntura.
Al agradecer por esta
convocatoria y por esta obra extraordinaria, estoy convencido de que las
futuras generaciones de argentinos, cubanos y latinoamericanos agradecerán extraordinariamente
su publicación. Por ello, quisiera convocar las palabras con las que el
presidente Miguel Díaz-Canel se despidió del pueblo argentino durante su corta
visita a Buenos para la toma de posesión del presidente Alberto Fernández y de la
vicepresidenta Cristina Fernández, también en un acto multitudinario en la
querida Universidad de Buenos aires, que está a punto de cumplir su
bicentenario:
“¡Que lo sepan los imperialistas y los oligarcas:
no hay fuerza en este mundo que pueda separar a nuestros pueblos. No hay fuerza
en este mundo que pueda separar a Cuba y a Argentina!”
Ese espíritu que está en el legado de Fidel ha
sido recogido en este libro, que es una demostración de que no hay ni habrá fuerza
capaz de separarnos.
Muchísimas gracias.
[1]
Editor responsable de Acercándonos Ediciones. Actuó como moderador del
foro.
[2]
Periodista, escritor y docente argentino. Es miembro del Club Argentino de
Periodistas Amigos de Cuba (CAPAC).
[3]
Periodista y comunicador argentino. También es analista de política
internacional, consultor de la Cancillería de ese país y colaborador de medios
internacionales.
[4]
Ensayista y escritor cubano. Presidente de Casa de las Américas. Fue Ministro
de Cultura y Presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba
(UNEAC).
[5]
Periodista e intelectual argentina. Sus trabajos de investigación periodística le
han merecido numerosas premios. Fundadora de la Red de Artistas e Intelectuales
en Defensa de la Humanidad.
Puede accederse al Foro íntegro en https://www.youtube.com/watch?v=dCUlTljiBh0
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