Recordarlos a todos y a cada uno, a los pocos que sobrevivieron y a quienes ya no están, no solo es parte del deber, de la solidaridad y de la gratitud hacia ellos y sus familias, sino que es también parte de nuestra futura felicidad. Y es, por sobre todo, una responsabilidad con la memoria, la verdad y la justicia, especialmente en momentos en que las fuerzas del odio y del terror se han lanzado renovadas en Argentina y contra Cuba, para descarrilar las ansias populares de construir el mundo mejor, de paz y justicia que nos merecemos.
Queridas compañeras y compañeros:
Sobre esta hora, hace 45 años, se iniciaba en Caracas el
vuelo 455 del DC-8 de Cubana de Aviación que, después de una escala en
Barbados, sobre las 17:15 horas locales, estallaría en pleno vuelo sobre el Mar
Caribe, con sus 73 pasajeros y tripulantes civiles, incluido el equipo nacional
juvenil de esgrima que acaba de conquistar el Campeonato Centroamericano y del
Caribe.
Documentos recién desclasificados de la CIA dan cuenta
que la agencia dispuso desde junio de 1976 de todas las evidencias de que un
hecho semejante podía ocurrir, pero no lo detuvo. A la cabeza estaba uno de sus
agentes preferidos, el ex policía de Batista, veterano de la fallida invasión
de Bahía de Cochinos y terrorista Luis Posada Carriles, que luego entrenó a la
tristemente célebre DISIP venezolana, a los Escuadrones de la Muerte y al
Ejército salvadoreño, y a quien protegió hasta su muerte.
Aquel hecho monstruoso, aunque no fue el último, resume
la historia del empleo por parte de sucesivos gobiernos estadounidenses y sus
mercenarios, del terrorismo de Estado como arma contra la revolución y el
pueblo de Cuba.
En el proceso judicial conocido como “Demanda del pueblo
de Cuba al gobierno de Estados Unidos por daños humanos”, del 31 de mayo de
1999, se dan cuenta de miles de actos de terror armado, químico y biológico
contra los principales dirigentes cubanos, contra la infraestructura económica
y civil del país, así como contra la población.
El fallo del tribunal reconoció la existencia de 3478
cubanos muertos, 2099 discapacitados y un inmedible impacto humano, que el
gobierno estadounidense deberá resarcir por un equivalente de 181,100 millones
de dólares. Esas cifras no están asociadas con el reclamo por daños causados
por el bloqueo económico, comercial y financiero, que a la fecha ascienden a 144,413.4 millones de dólares a precios
constantes. Este genocidio se ha recrudecido en las condiciones de la pandemia,
hasta alcanzar extremos de sevicia.
Argentina ha sido también lamentable
escenario de esa guerra interminable contra Cuba:
El 13 de agosto de 1975 un comando de
la organización Acción Cubana –grupo terrorista integrante activo de la Coordinación
de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU)-, atentó contra la vida del
Embajador Emilio Aragonés Navarro, abriendo fuego contra su automóvil en el
momento que ingresaba al portón de estacionamiento de la sede, provocando
heridas al personal de seguridad del diplomático.
El comando era parte de un grupo operativo mixto
formado por la inteligencia militar argentina y comandos especializados de la
CIA. Un autodenominado Consejo Revolucionario Anticomunista Latinoamericano
(CRAL) se atribuyó la autoría del hecho.
El 9 de agosto de 1976 los diplomáticos cubanos Jesús
Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández fueron secuestrados en la esquina
de Arribeños y La Pampa, frente a las barrancas de Belgrano, en las
inmediaciones de la sede diplomática. Tenían solo 23 y 26 años.
Fueron trasladados al centro clandestino de detención
“Automotores Orletti”, torturados y asesinados, en el marco del Plan Cóndor.
Sus cadáveres ocultos en tambos rellenos de cemento no aparecieron hasta 2012 y
2013, respectivamente, durante trabajos en áreas cercanas al canal de San Fernando.
Con ellos dos, son 11 diplomáticos cubanos que perdieron la vida a manos del
terrorismo, mientras cumplían con su patriótico deber en otros países.
Pero, si estos fueron los hechos de terror más conocidos
que lesionaron o cobraron la vida de cubanos, Cuba nunca ha olvidado a los
argentinos que compartiendo con nosotros ideas y tareas diplomáticas como
trabajadores de la Misión, resultaron víctimas del terror que impuso su propio
Estado, con anuencia, complicidad y apoyo de Estados Unidos:
Desde el verano de 1976 la Escuela “José de San Martín”,
adscrita a la Embajada de Cuba y ubicada en Arribeños, casi esquina con Zabala,
actual predio de la Universidad de Belgrano, fue asediada y sus maestros y
empleados colocados bajo sospecha y vigilados, comenzaron a ser diezmados,
poniendo en riesgo la vida de los niños, lo que obligó a su cierre.
Igual suerte corrió la Oficina Comercial de la Embajada,
ubicada en el edificio Pirrelli, tercer piso, en la esquina de Avenida del
Libertador y Alem, en el microcentro.
Con la colaboración de los investigadores del Memorial de la Denuncia de Cuba y del Archivo de la Memoria de Argentina, se pudo establecer hasta ahora que entre 1976 y 1978 fueron secuestrados y desaparecidos nueve trabajadores argentinos de la Embajada:
El 3 de agosto de 1976 secuestraron a María Rosa Clementi de Cancere, auxiliar de la escuela “José de San Martín”, quien se hallaba embarazada.
El 10 de agosto de 1976 asaltaron tres viviendas de la familia de Hugo Unía, chofer del embajador Aragonés.
El 1 de junio de 1978, Raúl “El Gordo” Adolfo Repetto, empleado de la embajada.
En fechas posteriores no precisadas fueron secuestradios y desaparecidos Nélida Leonor Garde de Repetto, esposa de “El Gordo”.
María del Carmen Repetto, hija (16 años)
Hebe Nelly Repetto, hija (18 años)
Ramón “Moncho” Lucio Pérez, empleado de la oficina comercial.
Patricia Dixon Della Torre, empleada de la oficina comercial.
Jorge “Koki” Teodoro Mosqueda, trabajador de la escuela José de San Martín.
Hugo Unía, chofer del embajador, quien estuvo un año escondido en la residencia del Embajador.
Además, secuestraron y torturaron a:
Carlos
“El Turco” Abraham, segundo chofer del embajador Aragonés, quien luego se
exilió.
Claudia
Dafne Gorban, empleada de la oficina comercial, quien también tuvo que salir
del país, y
María
del Carmen “La Negra” Izaguirre, maestra de la escuela “José de San Martín”
anexa a la Embajada, quien fue forzada a seguir el mismo destino.
En correspondencia, Cuba obró con similar lealtad hacia
los argentinos que enfrentaban el terror y sus familias. Hemos podido
establecer que, durante la dictadura, este edificio histórico de la Embajada de
Cuba en Buenos Aires acogió y protegió al menos a once familiares de
perseguidos políticos:
Ofelia
Paz de Santucho, esposa de Asdrúbal Santucho
María
Ofelia Santucho, quien hoy nos acompaña
María
Susana Santucho
María
Silvia Santucho y
María
Emilia Santucho, todas hijas de Asdrúbal Santucho
Ana
Cristina Santucho
Marcela
Eva Santucho y
Gabriela
Inés Santucho, hijas de Mario Roberto Santucho
Martha
Belarde y el bebé Ernesto Conti, compañera e hijo de Haroldo Conti.
Pichón
Valenzuela, jardinero de la escuela “José de San Martín”.
Recordarlos a todos y a cada uno, a los pocos que
sobrevivieron y a quienes ya no están, no solo es parte del deber, de la
solidaridad y de la gratitud hacia ellos y sus familias, sino que es también parte
de nuestra futura felicidad. Y es, por sobre todo, una responsabilidad con la
memoria, la verdad y la justicia, especialmente en momentos en que las fuerzas
del odio y del terror se han lanzado renovadas en Argentina y contra Cuba, para
descarrilar las ansias populares de construir el mundo mejor, de paz y justicia
que nos merecemos.
En el caso de Cuba, y en el último año y medio, hemos
visto resurgir hechos atroces, financiados, dirigidos, alentados y organizados nuevamente
desde Estados Unidos, ejecutados además con absoluta impunidad: el 30 de abril
de 2020 fue ametrallada la Embajada de Cuba en Washington, a solo unas cuadras
de la Casa Blanca; el 11 de julio fueron desatados hechos de desconocida
violencia en 11 localidades cubanas, y el 26 de julio de 2021 fue atacada con
cocteles Molotov la Embajada de Cuba en París.
Las redes sociales publican sin censura mensajes que llaman
abiertamente a matar cubanos, y publican tarifas para alentar actos de terror
en Cuba, como descarrilamiento de trenes, destrucción del transporte y
dependencias públicas, bienes privados y atentados contra personas, incluidas
figuras políticas y agentes del orden. Incluso, se convoca a agredir a nuestras
sedes diplomáticas y a sus funcionarios. Ni todos los errores de los
revolucionarios cubanos engendrarían tanto odio.
Al mismo tiempo, incluyen a Cuba en una lista espuria de
patrocinadores del terrorismo y se apoyan en la complicidad de medios de
comunicación transnacionales y oligárquicos, en el control de Internet y de las
redes, y en poderosos recursos tecnológicos y científicos para desplegar una
operación política comunicacional que envenene y confunda, respecto a lo que
realmente pasa en nuestra Patria y aseste un golpe mortal a las ideas revolucionarias
y socialistas.
Todo se decide y se financia con fondos del gobierno de
Estados Unidos para el cambio de régimen en Cuba, o como suelen decir, “para la
promoción de la democracia y la sociedad civil”.
En los últimos diez años, solo a través del Departamento
de Estado y agencias como la USAID, además de ONGs, se han distribuido más de
300 millones de dólares.
En Argentina, organizaciones como la Fundación Libertad,
CADAL, Cultura Democrática y Transparencia Electoral son todas beneficiarias de
esos recursos. No se incluyen los que se canalizan de forma encubierta, a
través de otras agencias federales e instituciones estadounidenses.
Pensar que esto es solo contra el sistema político,
económico, social y cultural por el que han votado libre y democráticamente
millones de cubanos sería una ingenuidad. Van por toda la revolución socialista
cubana, pero van también por todos los que se oponen al Destino Manifiesto y a
la doctrina Monroe, al imperio del dólar, del libre comercio y a las deudas
perpetuas.
Recordar todo esto en este día constituye una alerta de
que la lucha por la paz, la democracia, los derechos humanos, la memoria, la
verdad y la justicia, es, también, una acción de lucha contra las causas que
engendran el terrorismo de Estado, que están en el irrespeto a las normas y
principios del derecho internacional, en el desafío a la voluntad popular y en la
aspiración a mantener el control hegemónico de unos pocos y muy ricos, sobre los
recursos naturales y la vida de la inmensa mayoría de la humanidad, a la que se
somete a condiciones de explotación cada vez más crueles y sofisticadas.
Queridos todos:
Que esas dos tarjas que desde hoy saludan a todo el que
ingrese a la Embajada de Cuba en Argentina o transite por su vereda, nos
recuerden a diario el precio de la libertad, la democracia, la dignidad y la
paz. Defenderemos nuestros derechos. No nos van a imponer su miedo. No nos
confundirán.
Cuba seguirá fiel a sus principios: nos seguiremos
oponiendo al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, cométalo quien
lo cometa y provenga de donde provenga.
Argentinos y cubanos tenemos una historia común que nos
demanda serle fieles, desde nuestros himnos nacionales:
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir…
¡Morir
por la Patria es Vivir!
Muchas gracias
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