jueves, agosto 16, 2012

COMO DIJO MARTÍ, A UN PLAN OPONGAMOS OTRO PLAN, ¡EL DE LA UNIDAD!

Estimados amigos:
 No es posible reunirnos aquí, en esta Cátedra Simón Bolivar de la Universidad de el Salvador que tan buenos momentos de reflexión lúcida nos ha proporcionado en los últimos tres años, sin invocar las palabras de pura inspiración bolivariana con las que José Martí encabezó aquel ensayo esencial que documenta la hoja de ruta de la impostergable unidad de nuestro continente:
Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra (…).
 Hace poco más de veinte años, cuando el socialismo europeo se caía a pedazos y muchos estadistas y pueblos descubrían o se aprestaban a lidiar con el insoportable mundo unipolar, del imperio guerreritas y del capitalismo neoliberal globalizado, los latinoamericanos –siempre habrá que recordarlo- dimos un ejemplo reuniéndonos por nosotros mismos. Aunque todavía lo hicimos a la sombra de los viejos imperios coloniales europeos que fueron madre y padre de nuestras desdichas iniciales, al menos, en ese momento, estos fueron un poquito más cuerdos y decentes en su conducta que el Imperio norteamericano que amenazaba con tragarnos, y que en ese instante, nos engolosinaba con Acuerdos de Libre Comercio entre economías y sociedades profundamente desiguales.
 Para Cuba, que durante más de treinta años había luchado por alcanzar y mantener relaciones de amistad y respeto con todos los países latinoamericanos y caribeños –las mismas que existían entre pueblos-, aquel año 1991 fue decisivo para entender nuestra vocación integradora.
 La política de aislamiento contra Cuba, promovida históricamente por los Estados Unidos, había quedado atrás desde hacía muchos años. Sin embargo, aún persistían en la región países cuyos gobiernos, fieles al dictado de Washington y a veces hasta en conciliábulos con Madrid, se aprestaron a domarnos las ansias de ser libres de todo y de todos por nosotros mismos.
 Fidel Castro, que había demostrado con creces ser un inspirado discípulo de Simón Bolívar y de José Martí, lo había dicho en el marco de la Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, en 1991: la unidad verdaderamente justa e independiente de todos sería la única que nos persuadiría un día de ceder al celo con que durante años habíamos defendido siempre nuestra soberanía absoluta y nuestra más libre determinación, deponiéndola solo en ese caso para aceptar la de la Patria nuestraamericana.
 Cuba se aprestaba a ingresar en un nuevo mundo y a dar una batalla decisiva –no sabemos aún si la definitiva- por recuperar su lugar en el seno de la Patria común tantas veces soñada y postergada: Nuestra América. Y lo hacía en un escenario inédito, en medio de una puja sin precedentes, porque prevaleciera la nueva América que los libertadores habían soñado doscientos años antes.
 No faltaron los intentos de castrar a la nueva criatura, de podarle ramas al árbol vigoroso que crecía, de aislarle cruel y cínicamente la Isla indomable a la América pujante que surgía del caos neoliberal y del derrumbe paralelo del neoliberalismo, como habían hecho treinta años antes, cuando en vez de empresas, a los Estados los gobernaban dictaduras militares.
 En esas condiciones y en medio de una crisis inédita que llegó al punto de reverdecer los riesgos de guerras fratricidas entre hermanos latinoamericanos, América Latina y el Caribe dieron muestras de compromiso con la unidad, la integración y la independencia regional y desafiaron a quienes hubieran preferido vernos desangrar en un conflicto.
 Reunidas luego por primera vez las naciones del continente en Costa de Sauipe, Bahía, Brasil, sin mediadores norteños ni europeos, parieron la decisión de crear una nueva organización regional que contribuyera a impulsar la identidad y la posición de nuestros países y pueblos a nivel global. Para ello no consultaron ni a los reyes de España ni a los padres de la doctrina Monroe.

Una decisión como esta constituiría un paso histórico y trascendental, muestra de madurez, sentido de identidad y necesidad de integración de nuestras naciones y pueblos pues sólo una integración basada en la cooperación, la solidaridad y la voluntad común de avanzar hacia niveles más altos de desarrollo, podía satisfacer las expectativas de los pueblos latinoamericanos y caribeños al tiempo que preservara su independencia, soberanía e identidad. 
A partir de ese momento se les vio a los pueblos y gobiernos de América Latina y el Caribe reaccionar por primera vez con unidad y compromiso regional ante crisis como la provocada por el terremoto en Haití, y asumir un papel protagónico en el esfuerzo de cooperación con ese país, que había sido el primero en marcar el rumbo libertario con su revolución negra y donde su primer presidente, Tousaint Louverture, había sido el primero en tender la mano a Bolívar cuando muchos le dieron la espalda al Libertador.
 Ello fue posible porque las naciones latinoamericanas y caribeñas habían comenzado a adquirir conciencia real sobre la imperiosa necesidad de enfrentar juntos los desafíos.
 Al fin parecían realizarse las proféticas palabras del Libertado Simón Bolívar recogidas en su Carta de Jamaica:
 (…) El suceso coronará nuestros esfuerzos; porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente… El velo se ha rasgado y hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria (…) Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria (…) Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse (…)..
 Así, paso a paso, Nuestra América comenzó a avanzar inexorablemente hacia la construcción de una institucionalidad propia, afincada en la historia común que nos une, que profundiza los procesos de transformación social, económica y cultural que habrán de consolidar nuestra plena soberanía.
 Los  mecanismos de concertación e integración como CELAC, ALBA, UNASUR, CARICOM, MERCOSUR, la CAN, el SICA y otros, resultan esfuerzos complementarios entre ellos, con perspectivas afines,  que tributan al camino de unidad latinoamericana y caribeña. Constituyen expresiones de una América nueva a la que no se puede dividir, engañar o desconocer.
 Nosotros, los que estamos convencidos de ese destino, privilegiamos la unión solidaria para potenciar el esfuerzo de nuestros pueblos por alcanzar su propia liberación, mediante la adopción de medidas transformadoras que no replican ni fomentan las fracasadas instituciones del deficiente orden económico internacional.
 Más sabemos que ese no es el único camino. La UNASUR, por ejemplo, posee principios fundacionales avanzados, que contribuyen a un mayor desarrollo y estabilidad política, económica y social de nuestras naciones.
 Desde el primer momento Cuba participó activamente en esos esfuerzos de concertación regional. Y lo hacía con la experiencia de haber fundado antes el germen de aquel empeño: primero Alternativa y después Alianza Bolivariana de las Américas, devenida el alma de la integración, la concertación, el comercio y la cooperación entre los pueblos la región.
 El ALBA, para decirlo sin ambages y con todas las letras, constituye para nosotros el mecanismo más viable de integración en las actuales condiciones. Los resultados que se han alcanzado en la implementación de proyectos sociales y económicos tienen un impacto imposible de desconocer.
 La XI Cumbre, celebrada en febrero pasado, puso de manifiesto la vitalidad del ALBA y su creciente papel como fuerza política regional.  Gracias a ello, la Alianza sostuvo posiciones de avanzada en la pasada Cumbre mundial sobre Desarrollo Sostenible, criticó las políticas injerencistas de Estados Unidos y de algunos mecanismos de la OEA en su 42ª Asamblea General, se manifestó enérgicamente condenando el golpe de estado parlamentario en Paraguay y acaba de hacerlo hace unas horas para advertir de las serias consecuencias que tendría una acción del Imperio británico contra la nación hermana del Ecuador.
 Asimismo, el ALBA continúa apoyando la reconstrucción de Haití, a través de un Mecanismo de Trabajo adoptado en la última Cumbre, mientras que el Banco del ALBA y el Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (SUCRE), son reconocidos en nuestra región como aportes a una nueva arquitectura financiera.
 En virtud de lo anterior, se estima que, al finalizar el año 2012, se habrán contratado operaciones por un monto superior a 750 millones de SUCRE (unos 900 millones de USD). En adición, el ALBA efectuará próximamente una Feria Comercial en Caracas como parte de las acciones emprendidas para fortalecer la Alianza como mecanismo de integración económica.
 Es decir, que nacieron empresas, proyectos y bancos grannacionales, concepto superador del multinacionalismo y el interamericanismo, que subrayaba la idea de la pertenencia a una gran nación. Y creció un sistema único de compensaciones recíprocas que será la temprana antesala de una moneda común y que como se ha dicho, lleva el nombre del más ético y puro de todos los libertadores bolivarianos: el mariscal Antonio José de Sucre.
 Por todo ello, el prestigio del ALBA crece en nuestra región. Haití, Santa Lucía y Surinam, participaron como invitados en la última Cumbre. Argentina mostró interés en desarrollar proyectos conjuntos con el ALBA. El Salvador, han dicho los líderes del Frente Farabundo Martí, se ha asociado a través del novedoso esquema de la empresa Albapetróleos de El Salvador y sus hoy diversos proyectos sociales.
 Nunca desde la conquista española y las guerras de independencia anticoloniales hasta acá, y mucho menos en la era neocolonial, bajo la égida yanqui, una cadena de procesos políticos libertarios en su respectiva singularidad y una lista tan amplia de iniciativas tan revolucionarias como las mencionadas aquí, abría paso a un verdadero cambio de época.
 Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, varias islas del Caribe, Nicaragua y hasta El Salvador inauguraron la era de los pueblos, de los cambios de izquierda, de las revoluciones democráticas y de las grandes transformaciones sociales.
 En pocos años, por solo citar algunos ejemplos, Venezuela, Bolivia y Nicaragua se unieron a Cuba para proclamarse territorios libres de analfabetismo, algo que no había ocurrido en dos siglos de existencia como naciones libres. Por similar camino marchan hoy países como Ecuador y El Salvador.
 No obstante, la vida nos demostró a todos que sueños y realidades iban por diferentes caminos. Si en Mar del Plata la región le decía a los Estados Unidos que no aceptaba un Área de Libre (e injusto) Comercio en las Américas, no podrían los países revertir de un golpe los procesos de neoliberalización a lo interno de sus economías y sociedades, que nos convirtieron en su momento en la región más injusta del planeta, donde la riqueza estaba peor repartida.
 Un líder obrero devenido presidente, el brasileño Lula da Silva, tuvo el coraje de advertírnoslo: seguimos siendo administradores del neoliberalismo que nos legaron. Ni siquiera la adelantada revolución bolivariana, con su descomunal proeza productiva, distributiva y humana, con un líder carismático e indiscutible, de talla mundial, como el comandante Hugo Chávez, había podido zafarse de esas taras. No obstante, pieza a pieza, con pasión y paciencia, vamos desmontando ese sistema que por ser de dominación es antiunitario.
 Así llegamos a la Cumbre de Caracas, la reunión más importante en dos siglos de historia independiente en Nuestra América. Suerte de Congreso Anfictiónico del siglo XXI en el que consagramos la materialización del sueño, bajo la vigilancia ceñuda y preocupada del Imperio y las antiguas potencias coloniales europeas que no ven con buenos ojos nuestra unidad.
 Cuba considera hoy que con el nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, están dadas las condiciones para avanzar con rapidez hacia la consolidación de una organización regional puramente latinoamericana y caribeña, que integre y represente a las 33 naciones independientes que conforman la región.
 La CELAC afianza el concepto de una región unida en torno al sueño bolivariano –que también es sanmartiniano, morazanista, martiano-, claramente identificable y comprometida con un destino común.
 Este mecanismo nos brinda el instrumento político requerido para aunar voluntades, resolver diferencias, cooperar por el bien de nuestros pueblos y solidarizarnos los unos con los otros.
 Se trata de un empeño que no culmina en un día ni en un año. Es un proceso de construcción en el que estaremos involucrados durante varios años y con el que Cuba está comprometida. Como prueba más reciente de ello, integrando la troika, nuestro país se involucró en una serie de encuentros a nivel ministerial con potencias emergentes como la India y China, a fin de fomentar e incrementar los intercambios del bloque con ambos países, de modo que podamos diversificar la matriz de nuestros lazos políticos y de nuestras relaciones económicas, comerciales y de cooperación internacionales.
 Estimados amigos:
 Ningún empeño noble y nuevo carece de dificultades en el afán de lograrlo, ni de amenazas, y mucho menos de adversarios. Abrazar estas ideas y defenderlas con vehemencia, para si y para todos sus hermanos ha conducido al reforzamiento de los esfuerzos por aislar a la revolución cubana y derrotarla.
 Sin embargo, por más que quieran ocultarlo, la política de agresión y bloqueo contra Cuba constituye un obstáculo, una anomalía y es un factor irritante para el desarrollo de relaciones constructivas entre América Latina y Estados Unidos. Por ello, América Latina y el Caribe han rechazado totalmente esta política, con el apoyo casi unánime de la comunidad internacional.
 Contrario a lo que muchos esperaban en aquel esperanzador año 2008, la llegada al poder de una nueva Administración norteamericana no significó un cambio en la aplicación de la política de bloqueo contra Cuba. Por el contrario, condujo a su reforzamiento, a contrapelo del bochornoso reconocimiento de Obama sobre su total fracaso, en aquella cita histórica de Trinidad Tobago, a la que el presidente Funes asistía ya como presidente electo por el pueblo.
 En la actualidad existe en la región un amplio reconocimiento a los importantes logros políticos, económicos, sociales, culturales, científicos y deportivos alcanzados por la Revolución cubana y por nuestro heroico pueblo, motivos suficientes para que el país mantenga relaciones diplomáticas con todas las naciones del hemisferio, excepto con Estados Unidos, quien es hoy el aislado.
Hemos participado sin injerencias extrarregionales, en calidad de igualdad, junto al resto de los países de la región, en la Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, celebrada en Salvador de Bahía, Brasil; y en la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, celebrada en Cancún, así como en la constitutiva de la CELAC, en Caracas.
Han quedado atrás aquellos momentos en que América Latina y el Caribe actuaban bajo los designios de Estados Unidos. Hoy se vive un nuevo momento histórico donde nuestras naciones actúan de manera independiente. Su relación con Cuba es expresión de esa independencia.
El rechazo unánime de América Latina y el Caribe al bloqueo y la exclusión de Cuba de la Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena de Indias en abril pasado, confirman el aislamiento de la política anticubana de EE.UU. y constituyen una expresión de la nueva realidad que vive el continente.
 En Cartagena, Estados Unidos no consiguió disimular el creciente abismo entre sus prioridades e intereses y los de la región. La pretensión de desconocer la voluntad real de Nuestra América, generó un rechazo generalizado, que hizo imposible la adopción de una Declaración Final.
 Este ejemplo, que es tan válido y bien conocido en el plano de las luchas anticolonialistas y antimperialistas, así como en las relaciones internacionales, no siempre es asumido a lo interno de nuestras naciones, cuyos pueblos olvidamos con frecuencia aquella advertencia de Bolívar:
 (…) Yo diré a usted lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles, y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos (…) Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio (…). Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración (…).
 Hermanos salvadoreños y latinoamericanos:
 Nuestros adversarios se globalizaron, se transnacionalizaron, ¡se unieron! Actúan coordinados y coherentes, apartando sus diferencias para hacer prevalecer sobre nosotros lo que los distingue y une: su riqueza opulenta y su modo de vida opresor y destructor de nuestra Madre Tierra. No les facilitemos la labor a aquellos cuya única vocación demostrada de unidad es con el Imperio, según lo consagraron en el pacto interamericano de Bogotá, en 1948.
 Como diría el apóstol Martí: a un plan, opongamos otro plan, el nuestro; el del siglo XXI: unirnos primero dentro de nuestras sociedades, construir un ejército compacto y diversos de fuerzas políticas y movimientos sociales que se informan y educan para que no las manipulen ni usen a su antojo los poderosos, que aprenden a pensar en “nosotros” y no en “yo”, que saben por tanto leer los códigos de la época que les ha tocado vivir y no pierden por ello el rumbo de su brújula, ni confunden la identidad del verdadero adversario. Esta vez no volveremos a arar en el mar. Unidos en las raíces, creceremos como un tronco único.
Cuando eso logremos, estaremos listos para proclamar la nación soñada en esta querida Abya Yala, gran Tahuantisuyo de picos nevados y volcanes humeantes, donde los ríos corren como mares y los mares revientan en espumas de seres humanos diversos, pero, siempre, infinitamente nobles, justos y solidarios.
 Muchas gracias

CONFERENCIA EN LA CÁTEDRA SIMÓN BOLÍVAR DE LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR, CONSAGRADA AL PENSAMIENTO BOLIVARIANO Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE. San Salvador, 16 de agosto de 2012


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