No es posible reunirnos aquí, en esta Cátedra
Simón Bolivar de la Universidad de el Salvador que tan buenos momentos de
reflexión lúcida nos ha proporcionado en los últimos tres años, sin invocar las
palabras de pura inspiración bolivariana con las que José Martí encabezó aquel
ensayo esencial que documenta la hoja de ruta de la impostergable unidad de
nuestro continente:
Hace poco más de veinte años, cuando el
socialismo europeo se caía a pedazos y muchos estadistas y pueblos descubrían o
se aprestaban a lidiar con el insoportable mundo unipolar, del imperio
guerreritas y del capitalismo neoliberal globalizado, los latinoamericanos
–siempre habrá que recordarlo- dimos un ejemplo reuniéndonos por nosotros
mismos. Aunque todavía lo hicimos a la sombra de los viejos imperios coloniales
europeos que fueron madre y padre de nuestras desdichas iniciales, al menos, en
ese momento, estos fueron un poquito más cuerdos y decentes en su conducta que
el Imperio norteamericano que amenazaba con tragarnos, y que en ese instante,
nos engolosinaba con Acuerdos de Libre Comercio entre economías y sociedades
profundamente desiguales.
Para Cuba, que durante más de treinta años
había luchado por alcanzar y mantener relaciones de amistad y respeto con todos
los países latinoamericanos y caribeños –las mismas que existían entre
pueblos-, aquel año 1991 fue decisivo para entender nuestra vocación
integradora.
La política de aislamiento contra Cuba,
promovida históricamente por los Estados Unidos, había quedado atrás desde hacía
muchos años. Sin embargo, aún persistían en la región países cuyos gobiernos,
fieles al dictado de Washington y a veces hasta en conciliábulos con Madrid, se
aprestaron a domarnos las ansias de ser libres de todo y de todos por nosotros
mismos.
Fidel Castro, que había demostrado con creces
ser un inspirado discípulo de Simón Bolívar y de José Martí, lo había dicho en
el marco de la Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, en 1991: la unidad verdaderamente
justa e independiente de todos sería la única que nos persuadiría un día de
ceder al celo con que durante años habíamos defendido siempre nuestra soberanía
absoluta y nuestra más libre determinación, deponiéndola solo en ese caso para
aceptar la de la Patria nuestraamericana.
Cuba se aprestaba a ingresar en un nuevo
mundo y a dar una batalla decisiva –no sabemos aún si la definitiva- por recuperar
su lugar en el seno de la Patria común tantas veces soñada y postergada:
Nuestra América. Y lo hacía en un escenario inédito, en medio de una puja sin
precedentes, porque prevaleciera la nueva América que los libertadores habían
soñado doscientos años antes.
No faltaron los intentos de castrar a la
nueva criatura, de podarle ramas al árbol vigoroso que crecía, de aislarle
cruel y cínicamente la Isla indomable a la América pujante que surgía del caos
neoliberal y del derrumbe paralelo del neoliberalismo, como habían hecho
treinta años antes, cuando en vez de empresas, a los Estados los gobernaban
dictaduras militares.
En esas condiciones y
en medio de una crisis inédita que llegó al punto de reverdecer los riesgos de
guerras fratricidas entre hermanos latinoamericanos, América Latina y el Caribe
dieron muestras de compromiso con la unidad, la integración y la independencia
regional y desafiaron a quienes hubieran preferido vernos desangrar en un
conflicto.
Reunidas
luego por primera vez las naciones del continente en Costa de Sauipe, Bahía,
Brasil, sin mediadores norteños ni europeos, parieron la decisión de crear una nueva
organización regional que contribuyera a impulsar la identidad y la posición de
nuestros países y pueblos a nivel global. Para ello no consultaron ni a los
reyes de España ni a los padres de la doctrina Monroe.
Una
decisión como esta constituiría un paso histórico y trascendental, muestra de
madurez, sentido de identidad y necesidad de integración de nuestras naciones y
pueblos pues sólo una integración basada en la cooperación, la solidaridad y la
voluntad común de avanzar hacia niveles más altos de desarrollo, podía
satisfacer las expectativas de los pueblos latinoamericanos y caribeños al
tiempo que preservara su independencia, soberanía e identidad.
A
partir de ese momento se les vio a los pueblos y gobiernos de América Latina y
el Caribe reaccionar por primera vez con unidad y compromiso regional ante
crisis como la provocada por el terremoto en Haití, y asumir un papel
protagónico en el esfuerzo de cooperación con ese país, que había sido el
primero en marcar el rumbo libertario con su revolución negra y donde su primer
presidente, Tousaint Louverture, había sido el primero en tender la mano a
Bolívar cuando muchos le dieron la espalda al Libertador.
Ello
fue posible porque las naciones latinoamericanas y caribeñas habían comenzado a
adquirir conciencia real sobre la imperiosa necesidad de enfrentar juntos los
desafíos.
Al fin parecían realizarse las proféticas
palabras del Libertado Simón Bolívar recogidas en su Carta de Jamaica:
(…) El suceso coronará nuestros esfuerzos; porque el
destino de América se ha fijado irrevocablemente… El velo se ha rasgado y hemos
visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas;
ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por
lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha
arrastrado tras sí la victoria (…) Yo deseo más que otro alguno ver formar en
América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que
por su libertad y gloria (…) Es una idea grandiosa pretender formar de todo el
mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y
con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión
debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los
diferentes Estados que hayan de formarse (…)..
Así, paso a paso, Nuestra América comenzó a avanzar
inexorablemente hacia la construcción de una institucionalidad propia, afincada
en la historia común que nos une, que profundiza los procesos de transformación
social, económica y cultural que habrán de consolidar nuestra plena soberanía.
Los
mecanismos de concertación e integración como CELAC, ALBA, UNASUR,
CARICOM, MERCOSUR, la CAN, el SICA y otros, resultan esfuerzos complementarios
entre ellos, con perspectivas afines,
que tributan al camino de unidad latinoamericana y caribeña. Constituyen
expresiones de una América nueva a la que no se puede dividir, engañar o
desconocer.
Nosotros, los que estamos convencidos de ese
destino, privilegiamos la unión solidaria para potenciar el esfuerzo de
nuestros pueblos por alcanzar su propia liberación, mediante la adopción de
medidas transformadoras que no replican ni fomentan las fracasadas
instituciones del deficiente orden económico internacional.
Más sabemos que ese no es el único camino. La
UNASUR, por ejemplo, posee principios fundacionales avanzados, que contribuyen
a un mayor desarrollo y estabilidad política, económica y social de nuestras
naciones.
Desde
el primer momento Cuba participó activamente en esos esfuerzos de concertación
regional. Y lo hacía con la experiencia de haber fundado antes el germen de
aquel empeño: primero Alternativa y después Alianza Bolivariana de las
Américas, devenida el alma de la integración, la concertación, el comercio y la
cooperación entre los pueblos la región.
El ALBA, para decirlo sin ambages
y con todas las letras, constituye para nosotros el mecanismo más viable de
integración en las actuales condiciones. Los resultados que se han alcanzado en
la implementación de proyectos sociales y económicos tienen un impacto
imposible de desconocer.
La XI Cumbre, celebrada en
febrero pasado, puso de manifiesto la vitalidad del ALBA y su creciente papel
como fuerza política regional. Gracias a
ello, la Alianza sostuvo posiciones de avanzada en la pasada Cumbre mundial
sobre Desarrollo Sostenible, criticó las políticas injerencistas de Estados
Unidos y de algunos mecanismos de la OEA en su 42ª Asamblea General, se
manifestó enérgicamente condenando el golpe de estado parlamentario en Paraguay
y acaba de hacerlo hace unas horas para advertir de las serias consecuencias
que tendría una acción del Imperio británico contra la nación hermana del
Ecuador.
Asimismo, el ALBA continúa
apoyando la reconstrucción de Haití, a través de un Mecanismo de Trabajo
adoptado en la última Cumbre, mientras que el Banco del ALBA y el Sistema
Unitario de Compensación Regional de Pagos (SUCRE), son reconocidos en nuestra
región como aportes a una nueva arquitectura financiera.
En virtud de lo anterior, se
estima que, al finalizar el año 2012, se habrán contratado operaciones por un
monto superior a 750 millones de SUCRE (unos 900 millones de USD). En adición,
el ALBA efectuará próximamente una Feria Comercial en Caracas como parte de las
acciones emprendidas para fortalecer la Alianza como mecanismo de integración
económica.
Es
decir, que nacieron empresas, proyectos y bancos grannacionales, concepto
superador del multinacionalismo y el interamericanismo, que subrayaba la idea
de la pertenencia a una gran nación. Y creció un sistema único de
compensaciones recíprocas que será la temprana antesala de una moneda común y
que como se ha dicho, lleva el nombre del más ético y puro de todos los
libertadores bolivarianos: el mariscal Antonio José de Sucre.
Por todo ello, el prestigio del
ALBA crece en nuestra región. Haití, Santa Lucía y Surinam, participaron como
invitados en la última Cumbre. Argentina mostró interés en desarrollar
proyectos conjuntos con el ALBA. El Salvador, han dicho los líderes del Frente
Farabundo Martí, se ha asociado a través del novedoso esquema de la empresa
Albapetróleos de El Salvador y sus hoy diversos proyectos sociales.
Nunca
desde la conquista española y las guerras de independencia anticoloniales hasta
acá, y mucho menos en la era neocolonial, bajo la égida yanqui, una cadena de
procesos políticos libertarios en su respectiva singularidad y una lista tan
amplia de iniciativas tan revolucionarias como las mencionadas aquí, abría paso
a un verdadero cambio de época.
Venezuela,
Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, varias islas del Caribe,
Nicaragua y hasta El Salvador inauguraron la era de los pueblos, de los cambios
de izquierda, de las revoluciones democráticas y de las grandes
transformaciones sociales.
En
pocos años, por solo citar algunos ejemplos, Venezuela, Bolivia y Nicaragua se
unieron a Cuba para proclamarse territorios libres de analfabetismo, algo que no
había ocurrido en dos siglos de existencia como naciones libres. Por similar
camino marchan hoy países como Ecuador y El Salvador.
No
obstante, la vida nos demostró a todos que sueños y realidades iban por
diferentes caminos. Si en Mar del Plata la región le decía a los Estados Unidos
que no aceptaba un Área de Libre (e injusto) Comercio en las Américas, no
podrían los países revertir de un golpe los procesos de neoliberalización a lo
interno de sus economías y sociedades, que nos convirtieron en su momento en la
región más injusta del planeta, donde la riqueza estaba peor repartida.
Un
líder obrero devenido presidente, el brasileño Lula da Silva, tuvo el coraje de
advertírnoslo: seguimos siendo administradores del neoliberalismo que nos
legaron. Ni siquiera la adelantada revolución bolivariana, con su descomunal
proeza productiva, distributiva y humana, con un líder carismático e
indiscutible, de talla mundial, como el comandante Hugo Chávez, había podido
zafarse de esas taras. No obstante, pieza a pieza, con pasión y paciencia,
vamos desmontando ese sistema que por ser de dominación es antiunitario.
Así
llegamos a la Cumbre de Caracas, la reunión más importante en dos siglos de
historia independiente en Nuestra América. Suerte de Congreso Anfictiónico del
siglo XXI en el que consagramos la materialización del sueño, bajo la
vigilancia ceñuda y preocupada del Imperio y las antiguas potencias coloniales
europeas que no ven con buenos ojos nuestra unidad.
Cuba
considera hoy que con el nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños, CELAC, están dadas las condiciones para avanzar con rapidez hacia
la consolidación de una organización regional puramente latinoamericana y
caribeña, que integre y represente a las 33 naciones independientes que
conforman la región.
La CELAC afianza el concepto de una región
unida en torno al sueño bolivariano –que también es sanmartiniano, morazanista,
martiano-, claramente identificable y comprometida con un destino común.
Este mecanismo nos brinda el instrumento
político requerido para aunar voluntades, resolver diferencias, cooperar por el
bien de nuestros pueblos y solidarizarnos los unos con los otros.
Se trata de un empeño que no culmina en un
día ni en un año. Es un proceso de construcción en el que estaremos
involucrados durante varios años y con el que Cuba está comprometida. Como
prueba más reciente de ello, integrando la troika, nuestro país se involucró en
una serie de encuentros a nivel ministerial con potencias emergentes como la India
y China, a fin de fomentar e incrementar los intercambios del bloque con ambos
países, de modo que podamos diversificar la matriz de nuestros lazos políticos
y de nuestras relaciones económicas, comerciales y de cooperación
internacionales.
Estimados
amigos:
Ningún
empeño noble y nuevo carece de dificultades en el afán de lograrlo, ni de
amenazas, y mucho menos de adversarios. Abrazar estas ideas y defenderlas con
vehemencia, para si y para todos sus hermanos ha conducido al reforzamiento de
los esfuerzos por aislar a la revolución cubana y derrotarla.
Sin
embargo, por más que quieran ocultarlo, la política de agresión y bloqueo contra
Cuba constituye un obstáculo, una anomalía y es un factor irritante para el
desarrollo de relaciones constructivas entre América Latina y Estados Unidos.
Por ello, América Latina y el Caribe han rechazado totalmente esta política,
con el apoyo casi unánime de la comunidad internacional.
Contrario
a lo que muchos esperaban en aquel esperanzador año 2008, la llegada al poder
de una nueva Administración norteamericana no significó un cambio en la
aplicación de la política de bloqueo contra Cuba. Por el contrario, condujo a
su reforzamiento, a contrapelo del bochornoso reconocimiento de Obama sobre su
total fracaso, en aquella cita histórica de Trinidad Tobago, a la que el
presidente Funes asistía ya como presidente electo por el pueblo.
En
la actualidad existe en la región un amplio reconocimiento a los importantes
logros políticos, económicos, sociales, culturales, científicos y deportivos
alcanzados por la Revolución cubana y por nuestro heroico pueblo, motivos
suficientes para que el país mantenga relaciones diplomáticas con todas las
naciones del hemisferio, excepto con Estados Unidos, quien es hoy el aislado.
Hemos
participado sin injerencias extrarregionales, en calidad de igualdad, junto al
resto de los países de la región, en la Cumbre de América Latina y el Caribe
sobre Integración y Desarrollo, celebrada en Salvador de Bahía, Brasil; y en la
Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, celebrada en Cancún, así
como en la constitutiva de la CELAC, en Caracas.
Han
quedado atrás aquellos momentos en que América Latina y el Caribe actuaban bajo
los designios de Estados Unidos. Hoy se vive un nuevo momento histórico donde
nuestras naciones actúan de manera independiente. Su relación con Cuba es
expresión de esa independencia.
El rechazo unánime de América Latina y el
Caribe al bloqueo y la exclusión de Cuba de la Cumbre de las Américas celebrada
en Cartagena de Indias en abril pasado, confirman el aislamiento de la política
anticubana de EE.UU. y constituyen una expresión de la nueva realidad que vive
el continente.
En Cartagena, Estados Unidos no consiguió
disimular el creciente abismo entre sus prioridades e intereses y los de la
región. La pretensión de desconocer la voluntad real de Nuestra América, generó
un rechazo generalizado, que hizo imposible la adopción de una Declaración
Final.
Este ejemplo, que es tan válido y bien
conocido en el plano de las luchas anticolonialistas y antimperialistas, así
como en las relaciones internacionales, no siempre es asumido a lo interno de
nuestras naciones, cuyos pueblos olvidamos con frecuencia aquella advertencia
de Bolívar:
(…) Yo diré a usted lo que puede ponernos en aptitud de
expulsar a los españoles, y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no
nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien
dirigidos (…) Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es
débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las
opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para
triunfar por este fácil medio (…). Seguramente la unión es la que nos falta
para completar la obra de nuestra regeneración (…).
Hermanos salvadoreños y latinoamericanos:
Nuestros adversarios se globalizaron, se
transnacionalizaron, ¡se unieron! Actúan coordinados y coherentes, apartando
sus diferencias para hacer prevalecer sobre nosotros lo que los distingue y
une: su riqueza opulenta y su modo de vida opresor y destructor de nuestra
Madre Tierra. No les facilitemos la labor a aquellos cuya única vocación
demostrada de unidad es con el Imperio, según lo consagraron en el pacto
interamericano de Bogotá, en 1948.
Como diría el apóstol Martí: a un plan,
opongamos otro plan, el nuestro; el del siglo XXI: unirnos primero dentro de
nuestras sociedades, construir un ejército compacto y diversos de fuerzas
políticas y movimientos sociales que se informan y educan para que no las
manipulen ni usen a su antojo los poderosos, que aprenden a pensar en
“nosotros” y no en “yo”, que saben por tanto leer los códigos de la época que
les ha tocado vivir y no pierden por ello el rumbo de su brújula, ni confunden
la identidad del verdadero adversario. Esta vez no volveremos a arar en el mar.
Unidos en las raíces, creceremos como un tronco único.
Cuando eso logremos, estaremos listos para
proclamar la nación soñada en esta querida Abya Yala, gran Tahuantisuyo de
picos nevados y volcanes humeantes, donde los ríos corren como mares y los
mares revientan en espumas de seres humanos diversos, pero, siempre,
infinitamente nobles, justos y solidarios.
Muchas gracias
CONFERENCIA EN LA CÁTEDRA SIMÓN BOLÍVAR DE LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR, CONSAGRADA AL PENSAMIENTO BOLIVARIANO Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE. San Salvador, 16 de agosto de 2012
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