Hermanas y hermanos
salvadoreños y centroamericanos
Habríamos deseado que la obra
que hoy se estrena en San Salvador hubiera visto la luz el año pasado, cuando
celebrábamos el bicentenario del Primer Grito de Independencia en
Centroamérica. Ello no fue posible, mas nunca es tarde para celebrar a las
hazañas y a los héroes que nos trajeron hasta aquí y renovarles el juramento de
seguir su camino.
No haré la ficha técnica del
filme que hoy presentamos. Tampoco haré el panegírico de su protagonista, el
general José Francisco Morazán y Quesada. Prefiero exaltar los valores que
encarnó, tan caros al tiempo que vivimos.
Aquel joven gallardo, delgado, alto y valeroso, dotado de
una clara inteligencia, logró superar las barreras que el Estado colonial de su
época imponía para acceder a la modernidad, la educación y la ciencia. Sus
lecturas le dotaron de una sólida cultura política, a la vez que desarrollaba
una gran disciplina personal.
Sobresalía entre los jóvenes de su tiempo como hombre
apuesto, pero su belleza mayor, la que imantaba y persuadía, era la plena
entrega a la causa de la emancipación nacional, su compromiso con las
necesidades de justicia social, trabajo digno, educación y prosperidad para los
indígenas, campesinos y artesanos humildes de la región, y sobre todo, su
incansable lucha por lograr la unidad e integración centroamericana.
Formado en la ideología liberal, Morazán se propuso transformar
radicalmente la oscura y atrasada sociedad colonial centroamericana, y
construir un Estado nacional federal soberano e independiente, destruir el
latifundio y el poder feudal de la oligarquía y del clero, así como barrer con toda
la herencia colonial.
Se trataba de un programa de acción profundamente
revolucionario, que impulsaba un cambio a favor de las mayorías, ratifica la
igualdad entre todos los seres humanos y proscribía la esclavitud. A la vez, enarboló
un proyecto de desarrollo autóctono para la región, que no abría el país a la
apetencia desmedida y empobrecedora de lo extranjero, sino a la que promovía la
industria centroamericana y el desarrollo de sus exportaciones.
En particular Morazán entendió la naturaleza liberadora
de la educación y su trascendencia para el desarrollo de una nación moderna e
independiente, por lo que sentó las bases para desarrollar el sistema de la
instrucción pública republicana. Definió la responsabilidad del Estado en la
educación popular y fomentó escuelas y academias.
“Solo la instrucción pública –afirmaba Morazán- destruye
los errores y prepara el triunfo de la razón y de la libertad... la sencilla
educación popular es el alma de las naciones libres...”. La educación básica fue
declarada gratuita y obligatoria. En esta perspectiva la introducción de la
imprenta fue una decisión dirigida a reafirmar la identidad criolla, para
fomentar y producir la literatura y los textos de los centroamericanos.
Si bien fue profundamente anticlerical, no fue Morazán un
líder antirreligioso, y su disposición a favor de la absoluta libertad de
cultos, es demostrativa de respeto, amplitud y tolerancia. Esa postura lo llevó
a enfrentar uno de los ejes de la hegemonía ideológico cultural conservadora,
con lo que se situaba en la vanguardia de los pensadores liberales más
avanzados del momento.
El otro eje que enfrentó fue la penetración extranjera,
representada por los imperios coloniales de la época, empeñados, como los
imperios de nuestra época, en dividir, enfrentar y debilitar a los pueblos de
la región y de toda Nuestra América, cuyos sectores populares acompañaron el
programa revolucionario de Morazán frente al empuje de la contrarrevolución que
los poderosos y los conservadores alentaban y que lo llevó a ser fusilado.
Amigos todos:
Decía Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte que los pueblos
apelan a los muertos para preparar su próximo asalto a la historia. Morazán no
debe ser una exclusión: patriota y hombre de Estado, siempre antepuso sus
intereses personales frente a los de la nación que intentó construir. Su recio
carácter, autoexigencia personal y modestia, pundonor, humanitarismo; su
espíritu culto, comido por el ansia de justicia y el desprecio a las diferencias
y vanidades, nos muestran un camino de virtudes que valdría escoger para
nuestros hijos y nuestros líderes.
José Martí, que tuvo la oportunidad de conocer del héroe
en su peregrinar centroamericano, reconoció que “Había en Morazán, a quien los
centroamericanos rinden un culto semejante al que los hijos de Hispanoamérica
rinden a Bolívar, algo del empuje, del poder excelso, de la fuerza mágica, del
valor resplandeciente de nuestro maravilloso héroe”.
Y añadió: “La Independencia proclamada con la ayuda de las
autoridades españolas, no fue más que nominal, y no conmovió a las clases
populares, no alteró la esencia de esos pueblos –la pureza, la negligencia, la
incuria, el fanatismo religioso, los pequeños rencores de las ciudades vecinas:
solo la forma fue alterada. Un genio poderoso, un estratega, un orador, un
verdadero estadista, el único quizás que haya producido la América Central, el
general Morazán, quiso fortificar a esos débiles países, unir lo que los
españoles habían desunido, hacer de esos cinco Estados pequeños y enfermizos
una República Imponente y dichosa…”.
Por ello,
sin dudarlo, Martí asume para su proyecto latinoamericanista y antimperialista
el ideal morazanista. Y para tal tarea, junto al ejemplo y legado de Bolívar,
el líder cubano se plantea la necesidad de: “Resucitar de la tumba de Morazán a
Centroamérica”.
Nada más añado que no sea evocar las palabras
postreras del patriota que hoy honramos en el 191 aniversario de la
independencia:
Centroamericanos, hijos todos de Nuestra América: “He
aquí vuestra patria. Recordadla”.
Muchas gracias.
PALABRAS EN LA PREMIER DEL DOCUMENTAL “MORAZÁN: LA POSTERIDAD NOS HARÁ JUSTICIA”, PRODUCIDO POR EL ICAIC Y TELESUR, CON MOTIVO DEL 191 ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA CENTROAMERICANA. TEATRO NACIONAL DE SAN SALVADOR, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2012
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