No hay que proclamar mas
fe que la del amor para reunirse hoy en esta celebración ecuménica, en una de
las comunidades más pobres y sufridas del Gran San Salvador para confirmar
aquello que proclaman los cristianos y que también defendemos los
revolucionarios, con independencia de cuál sea nuestro altar: el amor todo lo
puede.
Por amor a un sueño
de país, con todos y para el bien de todos, los cubanos hemos resistido y
sobrevivido a medio siglo de guerra económica, comercial y financiera. Si esa
guerra no existiera, como suelen repetir hasta las náuseas algunos plumíferos,
Cuba se abriría paso en el mundo salvaje de nuestros días con todo su genio e
ingenio: todo sería diferente, por más que insistan en negarlo.
Pero la guerra
existe; en las últimas tres semanas perdimos los recursos que permitirían
financiar los más de 500 km que restan para concluir la construcción de la
económicamente estratégica autopista nacional. En los últimos tres días
perdimos los ingresos que nos habrían permitido adquirir todos los útiles del
actual curso escolar. Entre el día de ayer y el de hoy, dejamos de ingresar el
dinero que nos permitiría comprar 139 ómnibus articulados que harían más eficaz
al transporte de pasajeros que tanto se critica como ejemplo, dicen, del
fracaso. En las últimas doce horas perdimos los recursos con los que pensábamos
comprar toda la insulina que demandarían este año los pacientes diabéticos.
Hace cinco horas se nos negaron los ingresos para comprar dializadores para
todos los enfermos renales de Cuba. Tan solo dos horas atrás se perdieron los
dólares con los que compraríamos las máquinas braille de todos los ciegos
cubanos. Y si ese bloqueo genocida no existiera, en los cinco minutos que llevo
hablando, mi país, comerciando en condiciones normales, habría podido disponer
de los recursos para proveer a uno de sus hijos de una vivienda decorosa.
Son apenas ejemplos.
¿Cómo medir el sufrimiento? ¿Cómo calcular las muertes porque la medicina no
llegó a tiempo al país, o no nos permitieron comprar un catéter, o nos
prohibieron comprar la válvula del respirador artificial de neonatología?
Esa es una guerra, la
que, como dice el manifiesto Mallory, del gobierno de los Estados Unidos, debe prontamente
por cualquier medio concebible… debilitar la vida económica de Cuba… negarle
dinero y suministros…, para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de
causar hambre, enfermedades desesperación y el derrocamiento del gobierno.
Pero hay otra guerra que todos los días nos la recuerdan los 5577 cubanos
que han sido sus víctimas más directas –ya sean muertos o heridos. Es la suma
de las agresiones armadas, terroristas, biológicas, radiofónicas, psicológicas
que los gobiernos de Estados Unidos han sostenido por más de 50 años contra mi
Patria.
Ustedes, hermanas y hermanos salvadoreños, que saben como pocos el
significado de una guerra y el valor de la paz, entenderán mejor que muchos
otros pueblos la justeza de nuestros reclamos, alentados, además, por la
indignación y vergüenza que con frecuencia refieren, porque gobernantes y
políticos de este país hayan acogido, financiado y protegido en el pasado a uno
de los más agresivos terroristas de este hemisferio y a su red de
conspiradores.
Así como algunos de ustedes, en un acto de amor y fe, nos ayudaron a
tenerlos bajo control y saber sus planes, asimismo cinco hermanos míos
partieron hace años hacia la Florida, donde los terroristas viven protegidos
por su Imperio.
Mi gobierno compartió con aquel otro los datos esenciales, frutos de
nuestro amor por la vida, que permitirían prevenir los actos terroristas que
entonces se fraguaban, y con ellos, salvar de la muerte no solo a cubanos
inocentes, sino a estadounidenses y centroamericanos que nada tenían que ver
con esa guerra.
Mis hermanos fueron detenidos, juzgados y condenados a penas abominables
por un jurado venal, bajo presiones mafiosas y con prensa pagada que les hizo
los favores, a pesar de que el Gobierno había retirado los cargos y que había
negado el acceso las evidencias que los exculpaban. Desde entonces, el odio y
la injusticia no tienen freno.
Desde hace 13 años el silencio y el odio se han impuesto sobre el amor y
la verdad. Qué tienen que ver esos sentimientos con lo que aseguran el escudo
imperial y sus billetes: “En Dios confiamos”.
Les aseguro que no es el Dios de la vida del cual se ha hablado hoy aquí,
porque si así fuera, ellos estarían libres o, cuando menos, no los habrían
torturado física y psicológicamente, no les habrían negado a dos de ellos las
visitas de sus esposas; no le prohibirían al que fue liberado reunirse con su
familia en Cuba y menos le negarían, siquiera por elementales razones
humanitarias, abrazar a un hermano que ha sido su abogado defensor primero y
que ahora libra la batalla final contra un terrible cáncer.
Por eso, vale aquí, bajo los ruegos que ustedes han hecho hoy, invocar la
necesidad de que se hagan realidad las palabras de San Juan: que el mundo
conozca la verdad, para que ellos: René, Antonio, Gerardo, Fernando y Ramón,
puedan, al fin, ser libres.
Por eso vale invocar también la idea inmensa del amor de José Martí, que
es con todos y para el bien de todos, para que del amor salga la fuerza con la
que se los arranquemos al imperio y a las mafias cubanoamericanas de la
Florida.
Para que Gerardo y René abracen y besen a sus esposas Adriana yOlguita, a
las que hace casi tres lustros no ven. Para que Fernando le cante a Rosa Aurora
y Ramón retoce con sus hijas. Para que Antonio siga bordando con su
sensibilidad infinita el amor a la Patria que los sostiene y nos inspira, el
mismo amor que hoy le es negado a René para abrazar por última vez a su hermano
Roberto, y que Antonio acaba de resumir en estos versos:
Amar los días
de sol y tierra.
Amar los tiempos
que se recuerdan.
Amar las casas
nuevas y viejas.
Amar la luz
y las tinieblas.
Amar los trillos,
las carreteras.
Amar el valle
como a la sierra.
Amar las olas
sobre la arena.
Amar el mar
y las riberas.
Amar los patios,
las azoteas.
Amar la noche
y las cigüeñas.
Amar la luna
y las estrellas.
Amar la lluvia,
la blanca niebla.
Amar la nieve,
la primavera.
Amar las flores
y las abejas.
Amar el brillo
de las botellas.
Amar el ruido
en las escuelas.
Amar la prosa
y los poemas.
Amar la arista
de las sorpresas.
Amar los sueños
que nos desvelan.
Amar lo justo
y la certeza.
Amar el mundo
que nos contempla.
Amar la patria
y la bandera.
Amar la gente
que ama y que crea.
Amar la paz,
nunca la guerra.
«Amar la vida
luchar por ella».
Muchas gracias.
PALABRAS EN LA CELEBRACIÓN ECUMÉNICA PARA PEDIR LA LIBERACIÓN DE LOS CINCO LUCHADORES ANTITERRORISTAS CUBANOS, Parroquia María Madre de los Pobres, Comunidad La Chacra, San Jacinto, San Salvador, 5 de marzo de 2012
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