Compatriotas cubanos
Hermanas y hermanos de nuestra patria grande
Latinoamericana y caribeña
Y debo decirlo también, porque hoy se ha
hablado y se ha condenado aquí al gobierno de los Estados Unidos, pero nos
acompaña la hermana representante de la Iglesia Episcopal de ese país, que
simboliza aquí a lo mejor del pueblo de Lincoln, de Nathan Hale, de Whitman, de
Martin Luther King.
Somos un pueblo noble, trabajador, patriótico e
instruido. Hemos sido tenaces en nuestras luchas por conquistar y defender la libertad,
la soberanía y la independencia nacional, así como en ejercer nuestro derecho a
construir una Nación basada en los más altos valores humanos y un sistema democrático,
económico y social genuinamente popular y participativo, que vive en constante
perfeccionamiento.
Orgullosos de nuestra cultura, de nuestra
historia, de nuestras convicciones y nuestro civismo,
nos aprestamos a recibir en unas horas, con afecto y respeto, a Su Santidad
Benedicto XVI, jefe de la iglesia católica mundial, con la cual Cuba tiene una
relación raigal de más de cinco siglos y un vínculo estatal ejemplar e
ininterrumpido de 77 años.
Los
lazos entre Cuba y la Santa Sede, como con todas las iglesias y religiones,
tienen como punto de partida la certeza de que no hay antagonías, sino
coincidencias, entre creyentes y revolucionarios.
Como
el primer redentor, unos y otros perseguimos la defensa de la paz, la
solidaridad, la virtud y la bondad entre todos los seres humanos; luchamos por
la supervivencia del planeta y de la especie humana; defendemos la
independencia y la diversidad cultural de las naciones y pueblos, y buscamos un
orden internacional más justo y equitativo que enaltezca la condición humana.
Los cubanos hemos sido educados en el amor. Somos dueños
de una muy profunda espiritualidad, vivimos abiertos al mundo, y merecemos el
mismo respeto que profesamos a todos los demás pueblos y naciones de la Tierra.
Hemos preferido vivir libres y sin precio, y por
ello hemos sido capaces de resistir más de medio siglo de un cruel bloqueo
económico, comercial y financiero, impuesto desde el exterior, injusto y
éticamente inaceptable, como lo calificó Juan Pablo II.
Aunque muchos dejaron su vida y su salud en esa
larga resistencia, que para algunos, como el sacerdote brasileño Frei Beto, es
un milagro de la Virgen del Cobre, los cubanos no albergamos odios. Todo lo
contrario: proponemos convivencia respetuosa y fraterna entre iguales.
Como símbolos de esas convicciones, brillan en el
firmamento de Cuba, cinco hermanos nuestros, luchadores contra el rencor, el
terror y la muerte, que impidieron con sus actos la innecesaria confrontación, y
que por venganza contra nuestra rebeldía, fueron en cambio condenados por el
Imperio a una injusta, larga y cruel prisión.
Esos cinco cubanos que, como Monseñor Romero,
buscaban la verdad y la justicia, alertaron de actos despreciables, organizados
por los mismos que ahora intentan infructuosamente manipular con fines
políticos el viaje apostólico del Papa, apoyados por mercenarios que, como
Judas, venden su patria y su honor por unas monedas.
Esos cinco héroes salvaron la vida de cubanos,
norteamericanos y centroamericanos inocentes. Ellos merecen la libertad y la
justicia. Ellos deben volver cuanto antes al seno de su patria y su hogar, con
sus familias. El Presidente Obama puede liberarlos y debe hacerlo ya.
Hermanas y hermanos:
Ustedes representan a un pueblo abnegado,
trabajador y heroico, que siempre ha gozado de nuestra admiración y respaldo. Su
lealtad a toda prueba nos ha acompañado siempre en cada batalla.
Ello solo ha sido posible por los sentimientos de nobleza,
amor y solidaridad que albergan sus corazones, y por la pasión y el coraje que las
salvadoreñas y los salvadoreños ponen en sus actos cuando deciden unirse para
enfrentar las dificultades y salir victoriosos de los desafíos, como se ha
demostrado hoy en este acto de unidad y fe.
Por eso, en
nombre de la verdad y la justicia, en nombre de los hijos de José Martí y de
Fidel Castro, doy las gracias a todos los que hoy, o alguna vez en sus vidas, rezaron
o levantaron una cruz, una bandera, un grito, un puño, o incluso, todo eso a la
vez, por Cuba.
Ello reafirma la certeza de que Patria es
humanidad, y que, sin importar lo que otros digan o hagan, viviremos y
venceremos para salvarla.
Muchas gracias
PALABRAS DURANTE LA CELEBRACIÓN ECUMÉNICA REALIZADA EN EL MARCO DEL DIA INTERNACIONAL DE LA JUSTICIA Y LA VERDAD, EN MEMORIA DEL XXXII ANIVERSARIO DEL MARTIROLOGIO DE MONSEÑOR ROMERO Y DE LA VISITA A LA REPUBLICA DE CUBA DE SU SANTIDAD EL PAPA BENEDICTO XVI, Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, 4ª Calle Oriente y 6ª Avenida Sur, (Plaza Libertad), San Salvador, Domingo 25 de Marzo de 2012
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