El sol y el calor que se sienten hoy en las calles de San Salvador son idénticos al sol y el calor que se sentían ayer en Santiago de Cuba, calor además que es de pueblos, de hermanos.
Querida Nidia (Díaz) y demás compañeros de la dirección del FMLN
Querido Chano (Guevara) y sus gloriosos veteranos de guerra
Querida Nora (Uribe, Embajadora de Venezuela)
Queridos médicos de la Escuela Latinoamericana de Medicina, médicos de ciencia y conciencia, como los llamó Fidel.
Queridos representantes de organizaciones sindicales, muy en particular, de los aguerridos maestros de ANDES 21 de junio.
En fin, queridos todos hermanos salvadoreños
También, queridos hermanos nuestramericanos presentes
Mis compatriotas cubanos, que viven o trabajan en El Salvador
Hace 60 años tenía lugar en esta ciudad la primera manifestación de solidaridad con Cuba, por los sucesos del Moncada. Las noticias de la sangrienta masacre en Santiago de Cuba, cuando el tirano ordenó matar 10 prisioneros por cada soldado caído en el combate, generaron indignación por todo el continente y provocaron que cientos de jóvenes y estudiantes salvadoreños se lanzaran a las calles a denunciar el crimen. Los salvadoreños no fueron una excepción y muchos cuentan con orgullo que ese día ocurrió su primera detención como militantes revolucionarios, por parte de las fuerzas represivas del régimen de la época.
El pueblo salvadoreño captó sin dudas el mensaje del Moncada. Seis décadas después, los salvadoreños siguen marchando por Cuba cada 26 de julio y vienen a este lugar, establecido también hace 60 años, para rendir homenaje al Apóstol de América y autor intelectual de aquellos acontecimientos.
Alguien podría preguntarse por qué.
En el juicio del Moncada, Fidel Castro advirtió: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo su fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”
Al rescatar para siempre a Martí, el ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 inauguraba una etapa innovadora del papel de los pueblos en las luchas por las transformaciones sociales en América Latina y el Caribe; se renovaron las vías y formas de lucha y se elevó el papel decisivo de la moral, la dignidad y del legado de los libertadores en esas luchas.
El pueblo cubano se inspiró en las ideas de Martí y las fundimos con lo mejor del pensamiento socialista y progresista mundial e iniciamos la hazaña política, económica, social y sobre todo, cultural, de realizar la trasformación revolucionaria de nuestro país bajo la incesante hostilidad del más poderoso imperio que ha conocido la historia.
Aunque para ese Imperio el ejemplo cubano se convirtió en una pesadilla, para los pueblos de Latinoamérica y el Caribe la revolución cubana adquirió otro significado y hoy vemos cómo, en una adecuada interpretación del momento histórico, pueblos y gobiernos hermanos se lanzan al asalto de otro gran cuartel; solo que en estos nuevos tiempos no se hace con las armas, sino con la fuerza de las ideas, con la fuerza de la moral, con leyes justas, con inteligencia y con votos.
Como nunca antes en la historia, las palabras de Martí han adquirido más fuerza: “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”.
El surgimiento de nuevos líderes como el inolvidable comandante-presidente Hugo Chávez; las transformaciones revolucionarias en curso en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela; los procesos de cambios estructurales en Argentina, Brasil, El Salvador, Uruguay y en otras naciones; la verticalidad política y denodada lucha por el desarrollo de las pequeñas naciones insulares caribeñas, incluida la sufrida Haití, son consideradas consecuencia de la hazaña emprendida en 1953.
Son, además, expresiones genuinas del despertar de los pueblos y del avance del sueño integracionista, materializado en la Alianza Bolivariana para las Américas, la UNASUR, el CARICOM, el SICA y en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, como quedó demostrado ayer en Santiago de Cuba, con la presencia, el abrazo y las palabras entrañables de varios jefes de Estado y Gobierno de la región.
Esa clara convicción de materializar la integración definitiva de la Patria Grande de Bolívar, esa Nuestra América de José Martí, y las firmes reacciones de nuestros pueblos ante las continuas agresiones del imperio para impedir la ansiada unidad, no son otra cosa que expresiones de aquello que los cubanos llamamos el “Moncada de las Ideas”.
Ese Moncada de las ideas es, también, la convicción más profunda de que la vitalidad de la revolución, en Cuba y en Nuestra América, depende de la lucidez y responsabilidad de nuestros actos; depende de que sepamos preservar su espíritu joven, que es decir también su esencia audaz, radical, renovadora, alegre, y que, como en 1953, sea la juventud su protagonista esencial; y depende, por sobre todas las cosas, de que sepamos construir y defender alianzas, crear cohesión, practicar la solidaridad y, especialmente, mantener la unidad, como garantía insustituible del triunfo, como recordó ayer el presidente Raúl Castro.
La historia ya nos ha demostrado con demasiada terquedad que, si olvidamos esas premisas, fracasaremos una y otra vez, y que si los pueblos nos unimos de verdad, sin egoísmos ni temores, en torno a una vanguardia política revolucionaria, nunca seremos vencidos.
En lo que a Cuba y los cubanos respecta, les aseguro aquí, ante el recuerdo inmortal de Martí, y ante el recuerdo de todos los salvadoreños que han dado su vida por la libertad, la justicia y la paz de su Patria, y que con su ejemplo han alimentado la nuestra, que jamás los defraudaremos, como no nos han defraudado los cinco luchadores antiterroristas cubanos que han enfrentado toda la crueldad del Imperio.
Por todo ello, hermanos salvadoreños, nuestramericanos y cubanos, como hicimos ayer en un acto similar en San Miguel, repitamos hoy las palabras finales del Manifiesto del Moncada, leído y adoptado por los asaltantes horas antes de partir a su cita con la historia:
“Cuba abraza a los que saben amar y fundar, y desprecia a los que odian y deshacen. Fundaremos –hemos fundado- la República Nueva, con todos y para el bien de todos, en el amor y la fraternidad de todos los cubanos” – y añado: fundaremos la Patria Nuestramericana, con la unidad diversa y solidaria de todos los latinoamericanos y caribeños.
“La Revolución se declara –ya se ha declarado- definitiva, recogiendo el sacrificio inconmensurable de las pasadas generaciones, y la vida en bienestar de las generaciones venideras”.
“En nombre de los Mártires. En nombre de los derechos sagrados de la Patria”.
Esta vez, ¡por el honor del 160 aniversario de Martí y el 60 del Moncada!
¡Viva el 26 de julio!
¡Viva Cuba libre!
¡Viva la hermandad cubano-salvadoreña!
¡Viva la unidad latinoamericana y caribeña!
Patria o Muerte, ¡Venceremos!
Palabras del Embajador de Cuba en El Salvadoren el acto de solidaridad con motivo del 60 aniversario del asalto al cuartel Moncada, Plaza José Martí, San Salvador, 27 de julio de 2013.
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