Mucho antes de que Adolfo Pérez Esquivel recibiera el Premio Nobel de la Paz por su destacada labor como defensor de los derechos humanos durante la dictadura cívico-militar que azoló Argentina a fines del pasado siglo, y de la cual él mismo fue víctima, comenzó a dibujar rostros y escenas de los conventillos de San Telmo, el barrio de Buenos aires donde nació y creció. Eran rostros adustos, obreros, donde se adivinaba el mestizaje nacional.
Las obras nacieron por los mismos senderos que discurrió su vida: vocación humanista y fe religiosa, necesidad de autoexpresión, y pasión por vivir el dolor y el amor del otro, por defender la verdad, la memoria y la justicia, para que no se cometan nuevas monstruosidades como las que recogen su xilografía de Hiroshima, sus tintas de la dictadura y sus dibujos de Bagdad bombardeada; o para lanzar un guiño optimista a la existencia humana, como hiciera el mexicano Posadas, al retratar a la muerte enamorada de la vida.
La guerra de Iraq: tinta sobre cartulina, 1992 |
La vocación se hizo cuerpo durante sus estudios en el Patronato Español de Colegiales de Buenos Aires, al que accedió como hijo de inmigrantes españoles pobres. Ahí descubrió el amor a la escultura. Y fue su abuela Eugenia, de origen guaraní, con quien aprendió a vivir la vida e historia de los pueblos originarios de Nuestra América.
Bailadores de candomble en los conventillos de SanTelmo: acrílico sobre lienzo, 1987
No sería hasta la adolescencia cuando todo se ordenó: pasó
por la Universidad de la Plata para estudiar escultura y luego por la Escuela
Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, donde años más tardes ejerció el
magisterio, profesión a la que se consagró durante años hasta ser apresado en
1977 por la dictadura.
Su obra incluye dibujo, pintura, grabado, murales y esculturas
de todos los formatos, incluida la monumentaria. Se les puede hallar en importantes museos e instituciones de toda
la Argentina y del mundo, en los cinco continentes. Reflejan sus ideas y
pasiones, los dolores y luchas de que ha sido testigo, la identidad y la
cultura de los pueblos y sus más cercanos afectos. Hay en sus rostros mucho de
común con la obra de los grandes maestros de la vanguardia latinoamericana como
Siqueiros, Rivera o Guayasamin.Descanso: bronce sobre piedra y mármol, s/f.
Mujer recostada, 1970: tinta sobre papel.
A los 90 años sigue creando y promete… Promete una serie
sobre los muros que separan al mundo: el que hubo en Berlín, el de Melilla, el de
la frontera de México, el de Gaza… el que se ha levantado durante más de 60
años en torno a Cuba, del que no se conoce suficiente –dice- y contra el cual –añade-
los cubanos han levantado otro muro de moral, justicia y solidaridad liderados
por un hombre excepcional, del que habla en presente: Fidel, su amigo.
De todo esto hubo en la inauguración de la primera exposición de su obra artística, en la galería-museo Lucy Mattos, de San Isidro, donde reside desde hace años junto con Amanda, su “novia” de hace 75 años. Allí, acuerpado por su familia, amigos y compañeros de luchas, devolvió gratitudes y entregó una obra madura.
Una ficha personal de Adolfo Pérez EsquivelEstocolmo, 1980, durante ceremonia de
otorgamiento del premio Nobel de la Paz
Nació el 26 de noviembre de 1931.
Es un activista, profesor, escultor y pintor, destacado como defensor de
los derechos humanos y del derecho de libre autodeterminación de los
pueblos, defensor de la resistencia proponente de la teología de la
liberación.
En 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz por su
compromiso con la defensa de la Democracia y los Derechos
Humanos por medios no-violentos frente a las dictaduras militares en América
Latina. En su discurso de aceptación afirmó que no lo asumía a título
personal, sino «en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy
particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más
amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos,
los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad
que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y
luchan por construir una nueva sociedad».
Fue presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia América Latina, presidente ejecutivo del Servicio Paz y Justicia Argentina, de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires, de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, de la Academia Internacional de Ciencias Ambientales, de la Fundación Universitat Internacional de la Pau de San Cugat del Vallés (Barcelona, España), y del Consejo Académico de la Universidad de Namur, Bélgica. También es miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no violencia y de la paz, del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg, del jurado del Premio de Fomento para la Paz “Felix Houphouet Boigny” de la UNESCO, del programa de educación internacional "Peacejam", del Consejo Mundial Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial, del Consejo Asesor del Canal Telesur y del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria (IEM) y actualmente da clases en un seminario sobre la Paz en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
El pasado 1 de abril se inauguró en la Casa Rosada su cuadro Gesta de Malvinas, en homenaje a los argentinos que cayeron defendiendo la soberanía nacional de esas islas ocupadas por el Reino Unido.
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