El País, periódico transnacional que acampa en Madrid, y cuyo título me recuerda siempre la expresión peyorativa respecto a Cuba del general español Resoples en los dibujos animados de Elpidio Valdés –“¡Qué paízzz!”-, publicó con lascivo placer un dato de dudosa factura atribuido a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, según la cual, en los últimos 11 meses, cerca de 180.000 cubanos entraron al país norteño de forma ilegal por la frontera mexicana y otros 8.000 lo intentaron por vía marítima.
Son cifras raras, que no coinciden con los registros migratorios mexicanos, ni con los cubanos. Más bien parecen números fabricados para asegurar que sea perceptible el cuadro pintado del apocalipsis en la isla irreductible, que ni los leones hispanos, ni las águilas norteñas, ni la gusanera rayadilla criolla de cualquier época han logrado arrodillar.
La fuente original ofrece un
norte: el denominado Centro para la Democracia en las Américas –dixit “en Cuba”-, pues es a lo que
realmente se dedica esta ONG, una de las tantas financiadas por el Departamento
de Estado –el DOS- de Estados Unidos para construir los argumentos supuestamente
académicos que expliquen el fracaso socialista, justifiquen la política
gubernamental de bloqueo económico, comercial y financiero y guerra política y comunicacional
y, finalmente la necesidad de su exéresis más radical.
Como cabe esperar, basta que lo diga
una fuente del DOS para que la cadena de reproducción se active. Y he aquí que
en Buenos Aires los hay, estólidos como los más, dispuestos a revolcarse en la
impudicia para asegurar que está en marcha un éxodo sin precedentes en Cuba,
donde los intentos de “escapar” continúan aumentando mientras el socialismo se
hunde.
Más allá de los cuestionados datos
y reconociendo que, en efecto, existe un incremento de la migración desde la
isla, lo que hace común a esos medios y a sus vociferantes líderes de opinión
protegidos tras el cristal del televisor o en la inasible anomia de Internet,
es la baja catadura profesional y la cobardía con que actúan.
Dice una regla básica del
periodismo que la noticia se conforma con un qué, un quién, un dónde, un cómo,
un cuándo y un por qué. Los actuales exégetas solo saben de las tres primeras
reglas. Lo demás no importa. Lo demás no facilita el fin. La omisión es el
recurso de su método.
“La gente escapa hoy de Cuba”,
pero nadie dice que la mayoría adquiere una visa o se sirve de los acuerdos de
exención de visado suscritos por el estado cubano, compra un pasaje internacional
y sale cómodamente sentado en un avión hacia el destino donde lo dejen entrar
(o lo requieran). Solo unos pocos, sin recursos, emprenden una travesía suicida
a través de las procelosas aguas del estrecho de la Florida, alentados por
sirenas que les prometen que, si llegan con los pies secos, el paraíso se les abrirá
ante ellos.
“La gente escapa hoy de Cuba”,
pero falta coraje para admitir que esto ocurre cuando se recrudece el bloqueo,
causan estragos los efectos globales y locales de la pandemia, de la guerra en
Europa y de la crisis global, y se asignan sumas multimillonarias de dinero
para subvertir el orden constitucional cubano, demonizar al gobierno y a la
sociedad cubana y promover y desatar prácticas de violencia y terror entre ciudadanos
habituados a la paz, la solidaridad y el amor.
“La gente escapa hoy de Cuba”,
pero ninguno explica y mucho menos admite que esa emigración forzosa es la consecuencia
de una política aplicada con crueldad por doce gobiernos estadounidenses a lo
largo de más de 60 años, diseñada para “provocar hambre, sufrimiento y
desesperación”, para que “el pueblo derroque a su gobierno”. Es consecuencia
del terror, del odio, del miedo, del egoísmo que han calado en algunos tras
largo y cruento genocidio.
El CDA, EFE, El País, Infobae, La Nación
y TN saben muy bien que no es un tema del “capitalismo próspero” hacia donde emigran
los hijos del “socialismo miserable”. Los que buscan fortuna allende las costas
isleñas no son hambrientos famélicos, ni enfermos sin médicos ni medicinas, ni
iletrados ni incultos; no carecen de hogar, aunque sea pequeño e incómodo. Abandonan
empleos profesionales, garantías laborales y seguridad social para incorporarse
al ejército de la servidumbre precaria que adula al mercado. Quiebran y
abandonan familias que la Patria constituyó y unió. El espejismo del triunfo de
algún afortunado o apadrinado de ocasión, hace creer a muchos que lo mismo
espera a todos.
Y hay algo peor: los amparos
exclusivos del gobierno de Estados Unidos a los migrantes cubanos. América
Latina y todo el Caribe se habrían vaciado hace rato si uno solo de sus
migrantes hubiera recibido los privilegios concedidos a los cubanos, por meras
razones políticas. ¡Y eso que nos repiten con fuerte insistencia que nosotros
todo lo politizamos! Si no, pregúntese por qué el resto de los migrantes latinos
en Estados Unidos no comulgan mucho con los cubanos, especialmente con los de
la Florida, tan afines a las mafias. Desprecio causan tanta impudicia y
cobardía política y comunicacional.
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