Las ideas más elevadas, los principios más puros, no son nada si la “empaquetadura” con que los presentamos no se ajusta a los valores en que creemos y presumimos defender. Me explico: es común en nuestro tiempo escuchar a alguien excusarse por “robarle unos minutos de su valioso tiempo a nuestros queridos compañeros”, “robarle una idea” a Martí o a Fidel, o unos versos o una canción a un creador, admitir que alguien nos “roba” el corazón, se “roba la atención” de otros o de todos, o peor aún, que “Cuba nos roba”...
En las últimas semanas se ha debatido fuerte en La Habana sobre teoría política, ideología y comunicación. Estas discusiones se han prolongado en los intercambios con intelectuales y en las presentaciones de títulos dados a conocer en la Feria Internacional del Libro y, con seguridad, en el Coloquio Patria, que la sucederá. Son temas urgentes, de la mayor prioridad. Para abordarlos es menester que, desde los líderes políticos y administrativos a todos los niveles, los educadores y los propios comunicadores, hasta el ciudadano común, preocupados todos con la crisis de valores a escala planetaria y local, revisemos nuestro lenguaje.
Las ideas más elevadas, los principios más puros, no son nada si la “empaquetadura” con que los presentamos no se ajusta a los valores en que creemos y presumimos defender. Me explico: es común en nuestro tiempo escuchar a alguien excusarse por “robarle unos minutos de su valioso tiempo a nuestros queridos compañeros”, “robarle una idea” a Martí o a Fidel, o unos versos o una canción a un creador, admitir que alguien nos “roba” el corazón, se “roba la atención” de otros o de todos, o peor aún, que “Cuba nos roba”.
Según la Real Academia de la Lengua, robar significa quitar o tomar para si con violencia o fuerza lo ajeno, hurtar de cualquier modo que sea, raptar, llevarse parte de algo o atraer con eficacia y violentamente algo: el afecto, el ánimo, el alma. Según la mayoría de los códigos penales, los robos son delitos contra el patrimonio privado o colectivo, consistente en la apropiación de bienes ajenos de forma fraudulenta, empleando para ello fuerza en las cosas o bien, violencia o intimidación en las personas. El robo es, por tanto, uno de los actos delictivos más extendidos en el mundo, motivado por actitudes previas de necesidad -el menos extendido-, o por envidia, codicia, avaricia o lucro desmedido -que son los mas extendidos.
Expresiones de esta conducta pueden hallarse en el Código Penal de Cuba, en el Título V de los Delitos contra el Patrimonio Cultural y Natural; en el VI, de los Delitos contra los Recursos Naturales, el Medio ambiente y el Ordenamiento Territorial; en el IX, de los Delitos contra la Integridad de las Telecomunicaciones, las Tecnologías de la Información y la Comunicación y sus Servicios; en el X, de los Delitos contra el Orden Económico Nacional; en el XIV de los Delitos contra los Derechos Individuales, en el XV, de los Delitos contra el Honor, en el XVIII, de los Delitos contra la Creación Intelectual e, incluso, en el XIX, de los Delitos contra el Desarrollo de los Procesos Electorales y la Participación Democrática. Específicamente, el robo y sus diferentes manifestaciones se tipifican con precisión en el Título XVII, de los Delitos contra los Derechos Patrimoniales. En ocasiones el robo se comete asociado a otros delitos tipificados en la Ley, que agravan su entidad y, por consiguiente, las penas con que se castiga.
Robar es, en consecuencia, uno de los antivalores más graves de la sociedad humana, que refleja un alto grado de degradación del individuo, aunque sea compelido o forzado a su comisión. Y los antivalores son las conductas o actitudes de los seres humanos que resultan dañinas o negativas para otros individuos, para la sociedad en su conjunto, o para ambos. Se oponen a todas esas creencias, virtudes e ideales que consideramos importantes desde el punto de vista ético, moral y cultural, y que identifican el modelo de sociedad que describimos y adoptamos en nuestra Constitución.
Disculpen los puristas y los tradicionalistas. No suelo navegar por esos extremos, pero he aprendido que los "decires" no siempre están bien dichos. Por eso, no debemos “robar” tiempo, ideas, corazones, y menos creer que la Patria lo haga con nosotros. Podemos, eso sí, ocupar mas tiempo, abrazar o asumir ideas, identificarnos con unos versos, amar y vivir convencidos que Cuba, la Patria, siempre nos exigirán conductas y pasiones que la ostenten con honor, porque ella, generosa, es para todos, sin mengua ni límites. Pensemos en ello cuando hablemos de valores, con un lenguaje fundado en valores.
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