domingo, marzo 25, 2012

LOS CUBANOS NO ALBERGAMOS ODIOS

Hermanas y hermanos salvadoreños
Compatriotas cubanos
Hermanas y hermanos de nuestra patria grande Latinoamericana y caribeña
Y debo decirlo también, porque hoy se ha hablado y se ha condenado aquí al gobierno de los Estados Unidos, pero nos acompaña la hermana representante de la Iglesia Episcopal de ese país, que simboliza aquí a lo mejor del pueblo de Lincoln, de Nathan Hale, de Whitman, de Martin Luther King.
El pueblo cubano, a quien representamos con orgullo en El Salvador, se une a las hijas e hijos de esta tierra cuscatleca para rendir homenaje a Monseñor Romero, quien con su servicio a los humildes y su sacrificio por ellos, se convirtió en bandera de lucha y en Santo de América.
 Somos un pueblo noble, trabajador, patriótico e instruido. Hemos sido tenaces en nuestras luchas por conquistar y defender la libertad, la soberanía y la independencia nacional, así como en ejercer nuestro derecho a construir una Nación basada en los más altos valores humanos y un sistema democrático, económico y social genuinamente popular y participativo, que vive en constante perfeccionamiento.
 Orgullosos de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestras convicciones y nuestro civismo, nos aprestamos a recibir en unas horas, con afecto y respeto, a Su Santidad Benedicto XVI, jefe de la iglesia católica mundial, con la cual Cuba tiene una relación raigal de más de cinco siglos y un vínculo estatal ejemplar e ininterrumpido de 77 años.
 Los lazos entre Cuba y la Santa Sede, como con todas las iglesias y religiones, tienen como punto de partida la certeza de que no hay antagonías, sino coincidencias, entre creyentes y revolucionarios.
 Como el primer redentor, unos y otros perseguimos la defensa de la paz, la solidaridad, la virtud y la bondad entre todos los seres humanos; luchamos por la supervivencia del planeta y de la especie humana; defendemos la independencia y la diversidad cultural de las naciones y pueblos, y buscamos un orden internacional más justo y equitativo que enaltezca la condición humana.
 Los cubanos hemos sido educados en el amor. Somos dueños de una muy profunda espiritualidad, vivimos abiertos al mundo, y merecemos el mismo respeto que profesamos a todos los demás pueblos y naciones de la Tierra.
 Hemos preferido vivir libres y sin precio, y por ello hemos sido capaces de resistir más de medio siglo de un cruel bloqueo económico, comercial y financiero, impuesto desde el exterior, injusto y éticamente inaceptable, como lo calificó Juan Pablo II.
 Aunque muchos dejaron su vida y su salud en esa larga resistencia, que para algunos, como el sacerdote brasileño Frei Beto, es un milagro de la Virgen del Cobre, los cubanos no albergamos odios. Todo lo contrario: proponemos convivencia respetuosa y fraterna entre iguales.
 Como símbolos de esas convicciones, brillan en el firmamento de Cuba, cinco hermanos nuestros, luchadores contra el rencor, el terror y la muerte, que impidieron con sus actos la innecesaria confrontación, y que por venganza contra nuestra rebeldía, fueron en cambio condenados por el Imperio a una injusta, larga y cruel prisión.
 Esos cinco cubanos que, como Monseñor Romero, buscaban la verdad y la justicia, alertaron de actos despreciables, organizados por los mismos que ahora intentan infructuosamente manipular con fines políticos el viaje apostólico del Papa, apoyados por mercenarios que, como Judas, venden su patria y su honor por unas monedas.
 Esos cinco héroes salvaron la vida de cubanos, norteamericanos y centroamericanos inocentes. Ellos merecen la libertad y la justicia. Ellos deben volver cuanto antes al seno de su patria y su hogar, con sus familias. El Presidente Obama puede liberarlos y debe hacerlo ya.
 Hermanas y hermanos:
 Ustedes representan a un pueblo abnegado, trabajador y heroico, que siempre ha gozado de nuestra admiración y respaldo. Su lealtad a toda prueba nos ha acompañado siempre en cada batalla.
 Ello solo ha sido posible por los sentimientos de nobleza, amor y solidaridad que albergan sus corazones, y por la pasión y el coraje que las salvadoreñas y los salvadoreños ponen en sus actos cuando deciden unirse para enfrentar las dificultades y salir victoriosos de los desafíos, como se ha demostrado hoy en este acto de unidad y fe.
 Por eso, en nombre de la verdad y la justicia, en nombre de los hijos de José Martí y de Fidel Castro, doy las gracias a todos los que hoy, o alguna vez en sus vidas, rezaron o levantaron una cruz, una bandera, un grito, un puño, o incluso, todo eso a la vez, por Cuba.
 Ello reafirma la certeza de que Patria es humanidad, y que, sin importar lo que otros digan o hagan, viviremos y venceremos para salvarla.
 Muchas gracias 

PALABRAS DURANTE LA CELEBRACIÓN ECUMÉNICA REALIZADA EN EL MARCO DEL DIA INTERNACIONAL DE LA JUSTICIA Y LA VERDAD, EN MEMORIA DEL XXXII ANIVERSARIO DEL MARTIROLOGIO DE MONSEÑOR ROMERO Y DE LA VISITA A LA REPUBLICA DE CUBA DE SU SANTIDAD EL PAPA BENEDICTO XVI, Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, 4ª Calle Oriente y 6ª Avenida Sur, (Plaza Libertad), San Salvador, Domingo 25 de Marzo de 2012

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