jueves, noviembre 15, 2012

UNA CELEBRACIÓN DE LA LIBERTAD, LA BELLEZA Y LA VIDA

Excma. Sra. Secretaria de Cultura de la Presidencia
Distinguidos invitados y amigos:
 El escritor cubano Alejo Carpentier dijo una vez que “el espíritu de la danza era inseparable de la condición humana”, y añadía: “al inagotable cuerpo humano con su caudal de recursos expresivos le quedan muchos idiomas que inventar, y quizás éstos estén aún por descubrir en la historia total, sonido, movimiento y voz resumidos en un espectáculo en el que cabe la vida por palabras, práctica común e iniciativa que nos devuelve al origen, poniéndonos en condiciones de retornar al proyecto que desemboque en la completa libertad, final feliz reservado al ser que pueda merecerlo, porque «solo merece la libertad y la vida aquel que cada día debe conquistarlas»”.
La exposición que inauguramos hoy es, en ese sentido, una celebración de la libertad, la belleza y la vida, tal como la sentimos los cubanos, vista a través del arte y la magia de la danza, y de una de sus figuras cimeras a escala universal: la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso. Una cubana que hizo de la sensibilidad, la música y el movimiento una forma peculiar de servicio a su Patria, que derribó barreras y prejuicios con sus cisnes y sílfides, que hizo danzar a los hombres con una pasión y aire varonil desconocidos hasta entonces, que demostró que un buen foetté no tenía raza y que la piel morena no necesitaba empolvarse para demostrar el talento y la calidad de entrega escénica.
 Cuando en 1964 Arnold Haskel —entonces decano mundial de la crítica de ballet— definió a la representación de Cuba en un concurso en Barna como el “milagro cubano”, estaba definiendo algo que en verdad muchos hoy consideran de ese modo. Pero fue un milagro hecho por el talento creador de un pueblo, por un grupo de figuras que supieron encarnar los más altos valores de la expresión danzaria en nuestro país y, sobre todo, por la presencia de un cambio social que posibilitó que aquella utopía
 El argentino Rodolfo Rodríguez, que fue bailarín del ballet fundado por Alicia Alonso en 1948 y renacido en 1959 como Ballet Nacional de Cuba, ha contado recién un testimonio de inimaginable valor. Al evocar aquellos años sesentas en Cuba, señaló cómo los rusos también se engancharon y sacaban películas de los bailarines cubanos para luego estudiar. Recordó que Rudolf Nuriev le comentó una vez a un amigo común: ¡con tan poco hacen tanto!
 El problema, explicaba, es que casi todo en el ballet cubano viene de Alicia Alonso, sin proponérselo. Tuvieron a quien seguir. La limpieza de la quinta posición, el señorío en las damas en escena, lo tomaron de ella. Las cubanas tienen una feminidad peligrosa y eso llega a la danza. Pero la calidez, la fineza de los cuerpos, nace de la imagen que siempre han tenido de lo que es una bailarina clásica.
Y añadía: han dado grandes maestros que han dejado un legado de mucha seriedad, obsesionados con la limpieza del baile, con la técnica. Solo te voy a nombrar los contemporáneos míos: Alberto Alonso, Fernando Alonso, José Parés, Joaquín Vanegas y Ramona de Saá, iniciadora de casi todos los grandes. Ellos son la Escuela Cubana de Ballet, más la base de Alicia. Todos se destacan, sobre todo, por las ganas de bailar.
La Escuela Cubana de Ballet ha alcanzado una estatura cosmopolita, con un gran reconocimiento mundial, presentaciones en más de 60 países de los cinco continentes y muchísimos premios internacionales. Pero su mérito mayor es haber vencido el aislamiento, el acoso, las carencias infinitas del bloqueo, con una entrega casi votiva al arte. De ahí que gocen de una medalla invaluable: el amor y reconocimiento de su propio pueblo.
Cuando nació el Ballet Nacional de Cuba, de 40 miembros, solamente 16 eran cubanos. Hoy en día, en cambio, está integrado por cubanos en su absoluta totalidad. Tenemos bailarines de toda la Isla; incluso, contamos con Anette Delgado, que es la representación de la Isla de la Juventud. Con ellos han bailado muchas de las más grandes figuras de la danza mundial: la Fracci y la Rojo, Plisevski y Plisevskaya, Bocca y Vassiliev. Muchos también han incorporado la escuela cubana a grandes compañías como el American Ballet, el Royal Ballet, el Bolshoi, La Scala, el Colón. Han fundado escuelas en Madrid y Montevideo.  Se han rendido ante ellos el Lincoln Center y la Opera de París y ellos se han entregado a la gente común en templos precolombinos peruanos, en estadios de Caracas, en los jardines de Chapultepec, en las plazas de una Managua en guerra, en las ruinas de Hanoi bombardeado, en las trincheras de Angola…
Haber incorporado intensas vivencias humanas y centenares de títulos, así como integrar otras manifestaciones de la cultura cubana —la literatura, la música, las artes plásticas—, ha propiciado que Cuba no solo haya hecho un aporte a la cultura danzaria mundial, sino también un aporte a la cultura universal en su más amplio sentido. Porque a través del ballet se hacen visibles otras expresiones muy valiosas de nuestra identidad. Nuestro ballet habría sido efímero si, como advirtiera el sabio Fernando Ortíz, no nos hubiera dado un arte con alma de Cuba,… en su plena y gloriosa integridad nacional traducido a lenguaje de universal vibración... hecho con bellas floraciones, sin renegar de sus profundas raíces y de su rica savia, aireando su frondoso follaje en las más altas corrientes de la cultura contemporánea.
Eso es lo que ha hecho el Ballet Nacional de Cuba, con lo cual ha cumplido la tarea con la que siempre soñaron Alicia, Fernando Alonso y sus colaboradores. Ellos son la cabeza, los pioneros, pero el Ballet Nacional de Cuba es ya un impulso de pueblo, es la integridad y la potencia dada por el talento que crece y se renueva en el pueblo cubano.
 Por ello deseamos que el pueblo salvadoreño encuentre energía, paz y belleza en esta exhibición de fotos, audiovisuales, música, publicaciones, trajes, zapatillas y obras de arte, que rescatan a Giselle, Odette, Carmen, Didó abandonada, La avanzada, Don Quijote, Cascanueces, Coppelia, La fille mal gardeé, La bella durmiente, Shakespeare y muchos otros personajes inolvidables; que muestran a las principales figuras de la compañía en sus asombrosos giros, pasos y saltos; que recogen la majestuosidad del Gran Teatro de La Habana, de su Museo Nacional de la Danza, de la Escuela y los talleres vocacionales de danza y del extraordinario Festival Internacional de Ballet de La Habana.
 Aspiramos que durante los dos meses que durará la muestra, sea este un lugar de viaje y encuentro para las familias y, especialmente, para los niños y jóvenes, para que se reconozcan en el goce de la belleza y descubran una de las formas más universales y primigenias de comunicación entre los seres humanos, de modo que el talento también pueda brotar y crecer copioso en tierra cuscatleca. Para que, al conocer a la insigne Alicia Alonso y a su hueste danzaría, sientan inspiración y aliento para vivir y soñar, para crear y triunfar, como lo merecen.
 Confiamos, además, en que asistan a otros importantes eventos que acompañarán a la exposición: un encuentro teórico sobre la enseñanza del ballet, titulado “Escuela singular”, dirigido a profesores y alumnos de danza; la proyección del documental de la televisión española “Imprescindibles: Alicia Alonso” y la presentación del Ballet Estudio de Alcira Alonso. Y luego, cuando las jornadas en la capital concluyan, al igual que hacemos en Cuba, pondremos alas a esta colección subversiva, para que viaje desde el occidente hasta el oriente y que el mayor número posible de salvadoreños puedan disfrutarla.
 Hace bien en abrazar la cultura un país empeñado en cambiar: por eso doy gracias por su apoyo al maestro Romeo Galdamez, Director Nacional de Artes de la Secretaría de Cultura de la Presidencia; al arquitecto Eduardo Góchez, Director del MUNA, los museógrafos Óscar Batres, Jesús Benítez, Jorge Gómez y el electricista José Colocho; a Walter Crispín y a sus compañeros de LasserArt. Al infatigable Centro Cultural Nuestra América y, sobre todo, agradezco profundamente a los maestros y bailarines salvadoreños Fátima Alfaro, Mauricio Bonilla y la ya mencionada Alcira Alonso, que respaldaron con entusiasmo la idea y que con pasión heroica han luchado durante años por hacer que el espíritu de la danza anide también en el corazón bravío de este noble pueblo salvadoreño.
 Si este esfuerzo nuestro –cubano y salvadoreño- ayuda a multiplicar y colmar de preces los desvelos y sueños de tantos, habrá valido la pena.
 Muchas gracias

PALABRAS EN LA INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN DEDICADA AL BALLET NACIONAL DE CUBA Y A ALICIA ALONSO, MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA, SAN SALVADOR, 15 DE NOVIEMBRE DE 2012.

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