sábado, abril 17, 2021

¿VAS A LLORAR AHORA, PIONERO?

Un maestro del periodismo -uno de mis maestros-, Jesús Casal Guerra, lamentablemente fallecido, hace unos años escribió en la revista Verde Olivo una crónica de esas que fulminan, sobre una experiencia personal del primer día de la batalla de Playa Girón, inspirada en sus vivencias como artillero antiaéreo recién graduado en el escenario del combate. Y como no la tengo a mano, la cuento desde la memoria, con las emociones, la imaginación y las reflexiones que aún me provoca.
Tenían entre 13 y 15 años aquellos muchachos que recibieron su bautismo de fuego disparando desde sus "cuatrobocas" contra los aviones mercenarios que desde el amanecer del 17 de abril escupían fuego sobre la ciénaga, los carboneros, los pescadores, los campesinos, y sobre los milicianos, policías y soldados que se abrían paso por un estrecho terraplén recién tendido a través de los pantanos, que conectaba la costa con la tierra firme. 
Todavía la Fuerza Aérea Revolucionaria no había entrado en combate, ni Carreras, Silva Tablada, Bouza y otros habían protagonizado con sus viejos Seafury las hazañas que los convirtieron en héroes del aire. Ni siquiera el Comandante en Jefe había alcanzado a llegar al Central Australia para dirigir desde allí los combates. Y sin embargo, desde el amanecer ya estaban allí Casal y sus compañeros imberbes, cruzando el cielo con sus proyectiles para facilitar el ingreso de las tropas que harían frente a los atacantes que comenzaban a desembarcar. Horas agotadoras en las que solo se escuchaba el ratatatatatata de las antiaéreas y el ratatatatata de las ametralladoras de los aviones y las explosiones de sus bombas. 
Fue al final de la jornada, cuando los ojos estaban encendidos del cansancio, la pólvora y el sol deslumbrante, y los oídos sordos de tantas explosiones, que una, grande y cercana, los levantó a todos por el aire. Cuando el humo se disipó, varios compañeros corrieron hacia el grupo de muchachos, aturdidos, algunos con rasguños, y el operador principal de la pieza herido de más gravedad. Un vehículo apareció para trasladarlo. Un Comandante que estaba en el lugar se acercó y le agarró la mano mientras lo ponían en una camilla. El adolescente rompió a llorar, implorando que no se lo llevaran del campo de batalla. El Comandante conmovido solo atinó a responder "¿Vas a llorar ahora, pionero?". Se había graduado de héroe, de hombre, y aquel niño de 14 años, cuya vida estaba en riesgo en ese instante, renunciaba a abandonar su puesto de combate y a sus compañeros. 
Ese cubano, que sobrevivió a sus heridas, tendrá ahora 74 años. Su medalla principal en 1961 fue ingresar a la Unión de Jóvenes Comunistas. Sus hijos y nietos han protagonizado las epopeyas de esta época. La historia es una metáfora de la de juventud cubana, que se ha crecido a lo largo de 60 años de inmensos sacrificios, escribiendo hazañas sin proponérselo, en la defensa de un sueño de país que nos es negado a los cubanos. Y es también una alegoría de lo que es la revolución cubana, que parafraseando al Che Guevara, en su renuevo continuo e inmortal, se convirtió en la encarnación del pueblo bueno que la sostiene.




Una revolución donde hasta los niños han estado dispuestos a defenderla, es invencible.

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