Como sé que el diario La Nación ya no es aquel para el que escribía José Martí, y hoy no admite la publicación de respuestas que cuestionen sus editoriales, es decir, la opinión de los directivos y de los propietarios, voy a hacer uso de mi libertad de expresión para referirme a su editorial Cuba y los Estados Unidos, publicado hoy lunes 5 de abril, pues recoge varias inexactitudes que perturban la posibilidad de que el lector se haga un juicio objetivo e independiente acerca de los hechos sobre los que se vierte opinión:
Primero, no es cierto que hayan
tenido lugar en La Habana “ataques realizados con radiación de microondas desde
el año 2016, que provocaran serias enfermedades al personal diplomático
norteamericano destinado a la isla”.
Al margen de lo que han
documentado científicos de ambos países sobre la imposibilidad técnica y física de
realizar semejante acción con las herramientas descubiertas hasta hoy,
recientemente se desclasificó un informe que revela cómo todo fue un plan orquestado
por la CIA y puesto en marcha tras la designación de su Director, Mike Pompeo,
al frente del Departamento de Estado, con el deliberado objetivo de provocar la
ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países.
Segundo, se debe aclarar
que durante el gobierno de Trump se aplicaron 240 acciones punitivas contra
Cuba, 90 de ellas de reforzamiento del bloqueo económico, comercial y
financiero. Solo en el año fiscal que va de abril de 2019 a marzo de 2020,
sumaron 40 y causaron daños a la economía cubana por más de 5,500 millones de
dólares e incontables sufrimientos a las familias cubanas. El daño es inmenso,
pero no derrocaron a la revolución cubana. Quizás ese sea el “éxito difícil de
medir” para Estados Unidos.
Tercero, sobre las indemnizaciones a
propietarios estadounidenses por las nacionalizaciones cubanas de los años
sesenta valga recordar que estas persisten hasta hoy porque el gobierno de
Estados Unidos prohibió a sus empresas negociar con el gobierno cubano. Esos
propietarios fueron los únicos excluidos del mundo. El resto de los países recibieron
hace muchos años su debida compensación, con arreglo a las leyes cubanas y el
derecho internacional.
Durante el gobierno de
Obama se creó por primera vez una Comisión binacional para resolver el tema en un
marco de reciprocidad, porque ahora, junto con los valores certificados por una
Comisión Federal, que no coinciden con la cifra publicada, Cuba también demanda
compensación por los daños humanos y materiales causados por el bloqueo, las
agresiones y los actos de terrorismo financiados y organizados por el gobierno
de ese Estados Unidos, calculado todo en base al sistema de las Naciones
Unidas. Mientras el monto de las indemnizaciones crece para ambas naciones, el
gobierno de Trump desmanteló esa Comisión, cerrando el camino a un arreglo de
partes.
Por último, la economía cubana enfrenta
serios desafíos como resultado -en primer lugar- del bloqueo, y después, de sus propias deficiencias
estructurales, de un entorno económico internacional en crisis y del impacto de
la pandemia de covid-19. Para algunos, es la tormenta perfecta que puede barrer
con un soplo a la Revolución. Sin embargo, subestiman a nuestro pueblo, a
nuestras fuerzas y reservas, y a la solidaridad del planeta. No estamos en quiebra
ni en liquidación. No vamos a ofrecer jamás nuestra libertad, independencia y soberanía a cambio de un perdón imperial.
Si el gobierno de Biden
decidiera optar por una política diferente a la de su predecesor, Cuba está
dispuesta y así lo ha reiterado en numerosas ocasiones. Si actúa de forma
autoritaria, como ha ocurrido hasta ahora, pretendiendo cambiar por la fuerza y
la seducción el orden constitucional elegido libremente por los cubanos, no
habrá avances. No es cuestión de entusiasmo, es realismo: hace menos de un mes
un congresista propuso la anexión de la Isla.
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