La iniciativa de un Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, lanzada en 1994 por los Estados Unidos, fue derrotada en la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata, Argentina, en 2005. El proyecto reflejaba aspiraciones contenidas desde fines del siglo XIX que lograron expresión en el marco de la globalización neoliberal y los esfuerzos por imponer un orden unipolar. Como demuestra este análisis político e histórico, los Estados Unidos aprovecharon la transnacionalización de las empresas y la internacionalización de las economías regionales para lograr a ese nivel lo que no alcanzaron con los gobiernos, y que no renuncian a la pretensión de obtener en las nuevas circunstancias, en un mundo en crisis y feroz competencia entre centros de poder.
“La política es la expresión concentrada de la economía”.
V.I. Lenin,
Había proclamado con seriedad y pausas
la histórica frase: “…digamos todos: ALCA…, ALCA… ¡Al Carajo!” y la repitió de
modo fluido y alegre después: “¡ALCA, ALCA, Al carajo!” El estadio mundialista
de Mar del Plata enloqueció. El presidente de Venezuela, Hugo Rafael Chávez
Frías, había resumido en una frase popular el grito que miles de personas en
esa ciudad tenían atragantado en sus gargantas durante cuatro jornadas, el
mismo grito que estallaba en boca de millones de latinoamericanos y caribeños. Ya
lo había hecho antes, de modo más cortés, en la previa –III- Cumbre de las
Américas, celebrada en Quebec, en 2001. En esta ocasión, evocando a José Martí,
Chávez añadió: “Llegó la hora de la segunda independencia de los pueblos de la
América. Ha llegado la hora…, y yo me voy a la otra cumbre, a llevar el alma de
ustedes y la palabra de ustedes, de los pueblos hasta la muerte, ¡hasta la victoria
siempre! ¡Patria o muerte, venceremos! ¡Viva el Che Guevara!, ¡carajo!”
Y marchó al
encuentro con Néstor Kirchner, con George Bush, con el resto de los mandatarios
que aguardaban el inicio de la IV Cumbre de las Américas, y, sobre todo, ¡con
la historia! Había hablado esa mañana dos veces con el líder de la revolución
cubana Fidel Castro, que no se perdía por televisión un detalle de los
acontecimientos, ni la marcha del mítico tren del ALBA, ni las caravanas de
personas que, a pie, en autos y autobuses confluían desde todas partes del
hemisferio en la principal ciudad balneario de Argentina, con la esperanza de
impedir, con sus voces desde las calles, que sus jefes de Estado y gobierno
firmasen un acuerdo que los ponía para siempre de carros de cola del imperio.
La batalla estaba planteada. Fidel y Chávez, como estrategas militares, sabían
bien que la lucha por impedir la concreción del Acuerdo para el Área de Libre
Comercio de las Américas que hacía más de diez años pergeñaban los diplomáticos
estadounidenses seguidos por sus falderos latinos, no se resolvía únicamente volteando
una mesa de negociaciones y mucho menos en una votación. Sin embargo, el poder
simbólico de los hechos tiene un valor fundamental en la política y en la
historia. Ciertamente, era el momento, el lugar y hora de librar el combate, y
se hizo. Había que subir un nuevo escalón en la larga guerra por la justicia y
la liberación social de Nuestra América, a sabiendas que podrían ocurrir
avances y retrocesos. La integración no iba por el Norte, sino por el Sur. Y
Cuba estaría presente, aunque la hubieran excluido de la reunión.
Antecedentes históricos del ALCA
En 1889, los
Estados Unidos habían cumplido sus primeros cien años y amenazaban con erigirse
en potencia mundial: eran la economía más grande del mundo; a la fuerza, en
negociaciones o en el mercado, habían arrancado territorios a los nativos
norteamericanos, a los imperios coloniales británico, francés y español, a
México; y preparaban en silencio la primera guerra imperialista de la historia
para apoderarse de Cuba, Puerto Rico y otros territorios.
Para avanzar
en su proyecto mesiánico, convocaron a una Conferencia Internacional Americana
–también conocida como Conferencia Panamericana-, adelantando desde el primer
momento “el modo altanero y peligroso”
A José Martí,
que por su y prestigio político, intelectual y diplomático y por su condición
de cónsul rioplatense en Nueva York se vio involucrado en aquellas negociaciones,
le preocupaba la “confianza infantil en la ayuda cierta de los Estados Unidos”
La creación de
una unión aduanera y la implantación de un sistema de arbitraje obligatorio
regido desde Washington que necesariamente colocarían al dólar como eje del
sistema económico y financiero del hemisferio, fueron las dos piezas claves del
plan derrotado a fines de aquel 1889.
La batalla
prosiguió a fines de 1890 e inicios de 1891, durante la Conferencia Monetaria
de Washington, a la que Estados Unidos acudía con el plan de establecer la
unión monetaria interamericana. Ese proyecto volvió a ser derrotado a resultas
de la intensa acción diplomática del mexicano Matías Romero, de los argentinos
Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana y, especialmente, del cubano José Martí
Ante el
fracaso, los Estados Unidos propusieron convocar en otro lugar otra conferencia
monetaria de “todas las potencias del mundo”
Aun así, este
entramado resultaba insuficiente a Estados Unidos para ejercer el pleno dominio
económico y financiero mundial, base de todo su poderío político y militar. Hicieron
un nuevo intento durante la Conferencia del Acuerdo General de Aranceles y
Comercio, GATT, por sus siglas en inglés, celebrada en La Habana entre 1947 y
1948. Esa reunión es calificada oficialmente hoy por la OMC como un foro
“vacilante”, “limitado” y “provisional” que pretendía ordenar y obligar a todos
los países a operar en el marco acordado en Bretton Woods. El resultado, la
Declaración de La Habana, abrió camino al fomento y liberalización de gran
parte del comercio mundial, pero no fue ratificada siquiera por su principal
animador, los Estados Unidos, lo que dio origen a numerosas rondas de
negociaciones que no finalizaron hasta 1994, en Marraquech
En ese mismo
período nació la UNCTAD. El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento se
integró en el Grupo Banco Mundial, que incluyó a una serie de nuevas
organizaciones como la Asociación Internacional de Fomento (AIF),
la Corporación Financiera Internacional (CFI), el Organismo
Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI) y el Centro
Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI).
En el caso de Nuestra
América, la aparición en 1959 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la
Corporación Andina de Fomento en 1968, todos estimulados por los Estados
Unidos, devinieron brazos regionales del sistema mundial que crecía, aislando
al otro sistema creado por la URSS y la comunidad socialista euroasiática,
basado en el patrón rublo, puesto que a Moscú se le negaba el ingreso a los nuevos
mecanismos.
Sin embargo,
nada de ello pudo impedir la aparición de pujantes competidores europeos y
asiáticos, ni el surgimiento de monedas nacionales, resultantes de la
descolonización. Por ello, el 15 de
agosto de 1971 el presidente Richard Nixon separó definitivamente su divisa del
oro, enterrando los acuerdos de Bretton Woods. El anuncio permitió que
los Estados Unidos comenzaran a imprimir
billetes de dólares sin más respaldo que la confianza en su sistema
financiero, un régimen que se mantiene hasta hoy. Esta tendencia se acentuó con
el avance del neoliberalismo económico, introducido en América Latina a través
de las dictaduras militares de seguridad nacional y las democracias
neoliberales que les sucedieron. Fue impulsado por Ronald Reagan durante su
revolución neoconservadora –que negoció la firma en 1988 del Tratado de Libre
Comercio de la América del Norte (TLCAN). Y alcanzó su apoteosis mundial con el
derrumbe del socialismo europeo y el fin de la URSS, entre 1989 y 1991.
En camino hacia el ALCA
Cuando en 1994
Washington animó el convite de las naciones del hemisferio occidental en Miami,
el neoliberalismo se había convertido en el credo dominante de todos los países
del hemisferio occidental y Cuba estaba aislada tras el colapso socialista
europeo y soviético. Se celebraba el fin de la historia, los días del gobierno
de La Habana se contaban y los Jefes de
Estado y de Gobierno de la región acordaron crear una Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA), en la cual se eliminarían progresivamente las barreras al
comercio y a la inversión, con miras a lograr un acuerdo final en año 2005.
A partir de ahí, todas las cumbres y reuniones hemisféricas
entre 1994 y 2005 recorrieron una hoja de ruta diseñada en Washington para
identificar y analizar las medidas existentes relacionadas con el comercio e
identificar posibles enfoques para las negociaciones. En la OEA fue creada una Secretaría
de Cumbres, encargada de la concertación político-diplomática y la negociación.
Se celebraron encuentros ministeriales en Denver, Cartagena, Belo Horizonte y
San José. Todo estuvo a punto para cuando en 1998 se reunió en Chile la II
Cumbre de las Américas, donde los jefes de las delegaciones acordaron que el
proceso de negociaciones del ALCA sería supuestamente equilibrado, comprensivo,
congruente con la OMC, y constituiría un compromiso único.
Las negociaciones continuaron en Toronto y Buenos Aires,
hasta llegar a la III Cumbre, de Quebec en 2001. Como resultado, fue publicado
un primer borrador del Tratado del ALCA. A partir de ahí, todo fue una carrera
de relevos entre Quito, Miami, Brasilia, Panamá y Puebla a fin de llegar a
puntuales a la IV cita hemisférica que tendría lugar en 2005 en Mar del Plata.
Durante el proceso, la suma de contradicciones y dudas los llevó a considerar
incluso la idea de un ALCA “light”, o “a la carta”. Un informe del Subcomité de
Comercio y del Comité de Medios y Arbitrios del Congreso de los Estados Unidos admitía
que, en una relación de dependencia, en la que Washington solo intercambiaba
entre el 16 y 18% de su comercio con la región y esta dependía en más de la
mitad de su comercio con el mercado estadounidense, sería necesario realizar grandes
esfuerzos para remover lo poco de proteccionismo que quedara a las economías
latinoamericanas. En sus propias palabras:
“¿Por qué los países latinoamericanos estarían de acuerdo con
tal liberalización asimétrica? La respuesta corta es que realmente tienen pocas
opciones si quieren competir en los mercados globales y regionales. El ALCA
proporcionaría una póliza de seguro contra nuevos impulsos proteccionistas en
los EE. UU. y otros mercados regionales, así como también
"aseguraría" sus reformas internas a través de obligaciones
internacionales y, por lo tanto, aumentaría sustancialmente el costo de los
cambios de política. Al hacerlo, el ALCA proporcionaría fuertes incentivos para
que los inversores nacionales y extranjeros desarrollen sus mercados y aporten
nuevas tecnologías y habilidades de gestión”
Conscientes de las complicaciones para que los estados
latinoamericanos y caribeños aceptaran la liberalización económica propuesta,
los Estados Unidos hicieron algunas concesiones, como la eliminación de
barreras al comercio de bienes, servicios e inversión, así como aceptaron tomar
en cuenta, las diferencias en los niveles de desarrollo y tamaño de las
economías del Hemisferio, a fin de crear oportunidades para su plena
participación y aumentar su nivel de desarrollo. También aceptaron la creación
de un Programa de Cooperación Hemisférica (vieja némesis de la fracasada
Alianza para el Progreso).
Conseguir a toda costa el Acuerdo se convirtió en una carrera
de relevos para asegurar “otros importantes objetivos políticos y de política
exterior de EE. UU., incluida la cooperación en la interdicción de drogas, la
mejora de las condiciones ambientales y laborales y el refuerzo de las reformas
democráticas. Por lo tanto, un ALCA tendrá importantes efectos secundarios en
las relaciones generales de Estados Unidos con la región. Este punto está bien
ilustrado por las recientes elecciones mexicanas [1994, en las que fue electo
el neoliberal Ernesto Zedillo], que demuestran el efecto saludable de la
integración económica en la reforma política”
De ahí que la promesa de crear el área de libre comercio más grande del
mundo, en un territorio de unos 40 millones de kilómetros cuadrados, con 815
millones de personas y un PIB de 12 billones de dólares tuviera que ir acompañada
de requisitos: preservar y fortalecer la comunidad de democracias de las
Américas; promover la prosperidad mediante la integración económica y el libre
comercio; erradicar la pobreza y la discriminación en el hemisferio; garantizar
el desarrollo sostenible y la conservación del medio ambiente para generaciones
futuras; lograr la justicia, la responsabilidad social de las empresas, mejorar
las condiciones en transporte, trabajo y empleo, migración y pueblos indígenas
Para entonces, avanzaban profundas reformas neoliberales en todas las naciones
de la región. Los Chicago Boys junto con los “Niños de Pinochet” desembarcaban
en cada país para presentar las recetas de neoliberalización de las economías.
El presunto éxito del modelo chileno –alcanzado a sangre y fuego-, marcaba la
ruta, iluminado luego por el Tratado de Libre Comercio para la América del
Norte (TLCAN) que el gobierno mexicano de Carlos Salinas de Gortari negoció con
Ronald Reagan, y firmó con George H. Bush y el premier canadiense Brian Mulroney.
Entonces se alegaba que el TLCAN le ofrecía a México la oportunidad de “despetrolizar”
la estructura de sus exportaciones y aumentarlas en un 20.15 por ciento en
cinco años. A cambio, debía hacerse cargo de la contracción del Estado y la precarización
del empleo, la reducción del salario, el aumento del empleo informal y del
sub-empleo. En realidad, el acuerdo promovió los grandes déficits fiscales,
comerciales y de cuenta corriente, y la fuga de las reservas internacionales,
que fueron las causas fundamentales de la crisis de 1994, conocida como el
“Error de Diciembre” o el “Efecto Tequila”.
La crisis mexicana no se contuvo dentro de las fronteras mexicanas. El
modelo de transnacionalización de las economías impuesto por la globalización
neoliberal actuaba como cadena de contagios. Sucedieron a continuación colapsos
dramáticos en Asia y Rusia –los llamados “Efecto Dragón” y “Efecto Vodka”. El “Efecto
Samba” en Brasil también fue el resultado de esa contaminación, en la medida
que se intensificaban las turbulencias financieras en los mercados
internacionales.
A su vez, la inestabilidad mexicana puso en riesgo a los Estados Unidos
debido a las interacciones que ya tenían ambas economías, y el gobierno de Bill
Clinton intervino para salvar la situación con un oneroso paquete de
emergencia. Le siguieron los estremecimientos en Brasil y, a fines de la
centuria, en Argentina, donde las recetas ultraortodoxas de Domingo Cavallo –al
timón del ministerio de Economía en los gobiernos de Carlos Menem y de Fernando
de la Rúa- propiciaron el default del país y crearon el escenario propicio para
que estallara el “Efecto Tango” en 2001
Durante todo ese tiempo, las negociaciones del ALCA fueron conducidas
con secretividad o, cuando menos, opacidad. Con frecuencia se negociaban textos
envejecidos y se presentaban borradores que no se sabía cómo se habían
actualizado. John Audley, director de proyectos sobre Comercio Equidad y
Desarrollo de la Fundación Carnegie, reconoció a en mayo de 2003, durante una
audiencia del Comité de Finanzas del Senado de los Estados Unidos, que los
borradores de los documentos se circulaban hasta 9 meses después de haberse
negociado, que se le ocultaba su contenido a la sociedad civil y a esta se le
marginaba de las discusiones. Y reclamaba que la transparencia empezaba por
casa, respecto a la actitud del gobierno estadounidense
Ese es el escenario que encontró Néstor Kirchner en 2003, cuando llegó a
la presidencia de la Argentina, convertida ya en el mayor emisor de deuda del
planeta, sin ninguna capacidad de pago. El nuevo mandatario tuvo que hacerse
cargo de una situación catastrófica y, a la vez, de los compromisos políticos
de sus predecesores, que fijaban, en su propia patria, la consagración de aquel
modelo económico que había estallado: la firma del Acuerdo del Área de Libre
Comercio de las Américas, comprometida para la IV Cumbre de las Américas que se
celebraría en Mar del Plata, en 2005.
El entonces Coordinador Nacional de la Cumbre y luego canciller, Jorge
Taiana, reveló cómo se definió la postura del país ante el desafío de organizar
aquel complejo encuentro: “Me reuní con el presidente Kirchner para
contarle el estado de los debates y el incremento de las presiones por parte de
los defensores del ALCA, y cerró todo margen de duda con respecto a la postura
que tendríamos que tener los negociadores argentinos. Me dijo que él no haría
nada que fuera contra el pueblo y que ésa era la posición argentina en esa
cumbre”
Debate y resistencia frente al veneno
Desde la última década del siglo XX, se sucedieron en toda América
Latina rebeliones antineoliberales. Algunas expresiones fueron ahogadas en
sangre en Chile, Perú y Venezuela, donde también hubo un alzamiento cívico-militar.
Otras derivaron hacia procesos de mediatizada democratización. Los movimientos
populares y sociales que tuvieron protagonismo en las luchas contra las
dictaduras militares y contra la deuda externa desde fines de los años
ochentas, se fueron reorganizando, resignificando, amplificando y radicalizando,
incluso unificando. Con ideas propias y renovadoras, bolivarianas y
antimperialistas, llegó al poder una revolución popular en Venezuela. También
pujaban por establecerse o consolidarse nuevos empeños integracionistas regionales,
como la Asociación de Estados del Caribe, el MERCOSUR y el Sistema de
Integración Centroamericano. Ya no se podía hablar de guerra fría, ni del largo
brazo de Moscú.
La propia Argentina, escenario de aquella batalla que se adivinaba definitoria,
estaba enredada en una nueva vuelta del espiral de deudas a que la habían
sometido los Estados Unidos desde fines del siglo XIX, cuando tras enfrentar a
sus diplomáticos en la fallida Conferencia Monetaria de Washington, compró al
banco londinense Baring Brothers la
deuda adquirida por Buenos Aires con el Reino Unido en 1824, para utilizarla
como mecanismo de sometimiento de la pujante nación rioplatense que se
comportaba desafiante frente a sus apetencias de dominación continental. Kirchner
inició una difícil negociación con los acreedores, que condujo a la
reestructuración de la deuda externa en 2005 –el año de la Cumbre-, logrando
reducirla en 27,057.00 millones de dólares
La llegada al poder
de la revolución bolivariana en Venezuela, liderada por el comandante Hugo
Chávez Frías, había inclinado la balanza del poder regional por el peso de la
economía, la política y la historia venezolana en los asuntos latinoamericanos.
Su temprana identificación con la revolución cubana y con su líder, el
comandante Fidel Castro Ruz, construyó una alternativa al discurso y la
práctica política hegemónica. Su sobrevivencia a tres intentos seguidos de
golpe de Estado y la manera en que Chávez revirtió esas situaciones, en alianza
con el pueblo y los sectores más patrióticos del país, así como la construcción
de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, ALBA, junto con
Cuba, para impulsar la cooperación y la solidaridad en la región, abrieron un
nuevo escenario de luchas.
Cuando Fidel Castro acudió
en 2003 a la toma de posesión de Néstor Kirchner, advirtió en el político y en
el pueblo que lo seguía las cualidades que pronto se iban a descubrir. Por
ello, explicó a los propios argentinos el alcance de aquella victoria electoral
y los preparó para lo que ocurriría con el ALCA dos años después: “…todos
ustedes han oído hablar del ALCA y yo me hacía, en mi fuero más íntimo, una
pregunta, ¿y si les da por decir que el ALCA es la salvación de todos los
dolores y de todas las calamidades? Es decir, cómo puede decidir alguien que no
sepa leer y escribir, o que apenas tenga cuarto, quinto o sexto grado, lo que
es el ALCA; lo que es abrir todas las fronteras de países que tienen un nivel
muy por debajo de desarrollo técnico a los productos de aquellos que tienen los
más elevados niveles tecnológicos y de productividad, de aquellos que fabrican
aviones del último modelo, de aquellos que dominan las comunicaciones
mundiales, de aquellos que quieren garantizar de nosotros tres cosas: materia
prima, fuerza de trabajo barata, y, además, clientes…
“Hoy una enorme
necesidad de nuestros pueblos es evitar que ese veneno se implante en nuestros
países y estaríamos obteniendo una gran victoria.
“Les puedo añadir que
vemos en América Latina un movimiento de avance que se produce. Si me
preguntara alguien por qué sentí gran satisfacción y júbilo cuando llegaron las
noticias de un resultado electoral en nuestra queridísima Argentina, fíjense,
hay una razón muy grande: lo peor del capitalismo salvaje, como diría [Hugo] Chávez;
lo peor de la globalización neoliberal es que el símbolo por excelencia... Y no
menciono nombre, nadie puede quejarse, a no ser que alguien se sienta símbolo
de lo que digo. Mi opinión es que una de las cosas extraordinarias es que el
símbolo de la globalización neoliberal ha recibido un colosal golpe.
“Ustedes no saben el
servicio que le han prestado a América Latina; ustedes no saben el servicio que
le han prestado al mundo al hundir en la fosa del Pacífico —no sé cómo se llama
ahora—, que tiene más de 8 000 metros de profundidad, el símbolo de la
globalización neoliberal. Le han insuflado tremenda fuerza al número creciente
de personas que han ido tomando conciencia en toda nuestra América sobre qué
cosa tan horrible y fatal es eso que se llama globalización neoliberal”
En su percepción
estratégica del escenario, Fidel percibió que con Néstor en Argentina estaban dadas
las condiciones en la región para librar el combate contra el ALCA. Chávez estaba
al mando de Venezuela, Lula llegaba al poder en Brasil, Evo libraba una lucha
titánica en su Bolivia. El no estaría presente, pero puede, desde la distancia,
apoyarlos a todos. Y al final, como enseñó toda su vida, estaría el pueblo, en
este caso el argentino, acompañado por sus hermanos de todo el hemisferio.
A pesar del estancamiento de las
negociaciones, la Secretaría de Cumbres de la OEA siguió en su farragoso empeño
de negociar párrafos, palabras, puntos y comas, sin tocar las esencias de un
Acuerdo, imponiendo a brazo torcido un falso “consenso”. Tenía un mandato del
Departamento de Estado que no podía ignorar, pero no contaba con que el 4 de noviembre de
2005, cuando al final de una tibia primavera austral, José Miguel Insulza
inauguró la Cumbre, miles de personas se movilizaran desde todo el continente
hacia Mar del Plata clamando para que no se adoptara el Acuerdo.
Un viejo tren
sobreviviente al desmadre neoliberal de Menem avanzó desde la capital porteña hacia
el balneario. En el viajaban también, compartiendo suerte, decenas de cubanos
que habían llegado como habían podido hasta la Argentina para cerrar filas con
el resto de sus hermanos, porque sentían que el destino de uno era el de todos.
En ese tren contra el ALCA iban las esperanzas de Nuestra América.
Insulza trató de
persuadir a los presentes, porque la negociación estaba estancada –los
gobiernos de Chávez, Néstor y, en menor medida de Lula, habían sido fuertes objetores
del documento-, de que las oportunidades eran mayores en aquel momento en que
también se había firmado un acuerdo regional de libre comercio en
Centroamérica. El político y diplomático chileno no mencionó el nombre, pero
hilvanó compromisos sociales, al tiempo que se esforzó por espantar el fantasma
del Estado rector de la macroeconomía ante sus embajadores neoliberales.
Fue el Primer Ministro
conservador canadiense Paul Martín a quien correspondió defender a pecho
abierto el adefesio: “…Deberíamos comprometernos aquí a completar nuestras
negociaciones para un Área de Libre Comercio de las Américas: un acuerdo que
complementaría, y no competiría con, nuestras ambiciones de completar con éxito
la Ronda de Doha. Fundamentalmente, tenemos que cooperar mejor y con más
urgencia en las Américas... Aquí, en Mar del Plata, tenemos una oportunidad
histórica para avanzar en nuestra visión de las Américas; reafirmar nuestro
apoyo a la OEA; y formar en nuestro hemisferio un ejemplo para el mundo de lo
que se puede lograr cuando los países dejan de lado sus diferencias y se
enfocan en las aspiraciones comunes de todos nuestros pueblos”
Néstor Kirchner ignoró
los falsos modales protocolares y fue frontal y político desde el primer
momento: “Si esta construcción colectiva, que quiere abarcar la geografía
americana que atraviesa la última década de su historia, tiene que integrar un
tema central a su agenda para producir resultados que ayuden al bienestar de
nuestros pueblos, ese tema tiene que ser el lema de esta IV Cumbre, donde los
señores presidentes y los representantes de los distintos países queremos dejar
de hablar en voz baja para hablar en voz alta y buscar los puntos de acuerdo y
solución que nuestro hemisferio necesita… Esa uniformidad que pretendía lo que
dio en llamarse el “Consenso de Washington” hoy existe evidencia empírica
respecto del fracaso de esas teorías”
A contrapelo de la OEA
y de los Estados Unidos, la Argentina había adoptado como tema central de la
Cumbre el problema del empleo, medular para todas las economías de la región en
medio de la crisis. Utilizó el lenguaje de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), para plantear como objetivo la promoción del “empleo
decente” y hacer un diagnóstico más o menos aproximado a la realidad. La OEA,
en su proyecto de Declaración, evitó ir al fondo del asunto o cuestionar el
modelo económico que creaba todos los días desempleo y empleo precario. Mucho
menos ofreció soluciones distintas a la continuación de las mismas políticas
que habían hecho cada vez más miserable e injusto al continente, donde existe
la peor distribución de la riqueza en el mundo. Y coló de contrabando y en
corchetes los postulados del ALCA. Otros países, en particular la delegación
mexicana de Vicente Fox, trabajaron a brazo partido para imponer como tema
central al comercio, retomar las negociaciones del ALCA y ponerle nuevos plazos.
En política y
diplomacia el lenguaje extraverbal cuenta. Los videos de aquellas jornadas muestran
los intercambios inteligentes de miradas entre Néstor y Chávez, y de ambos al
mexicano Vicente Fox y al Premier canadiense, que se contemplaban asombrados
entre sí. Mientras, Bush solo fruncía los labios
Aunque algunos
autores sobredimensionan el papel que desempeñaron los países del Mercosur,
enfrentados como bloque al proyecto del ALCA, fue realmente el tándem
Argentina-Venezuela el que resultó determinante para los destinos del Área. Diplomáticos
y medios presentes han asegurado que Kirchner “humilló” a Fox y a Bush,
retándolos con su discurso y mandando a callar literalmente a este último. Puede
afirmarse que sus palabras marcaron la línea roja que no se podía cruzar en la mañana
del 5 de noviembre, cuando la Cumbre se estancó: “Un acuerdo no puede ser un
camino de una sola vía, de prosperidad en una sola dirección. Un acuerdo no
puede resultar de una imposición en base a las relativas posiciones de fuerza.
Por eso seguimos pensando que no nos servirá cualquier integración. simplemente
firmar un convenio no será un camino fácil ni directo a la prosperidad”
El presidente Hugo
Chávez invocó al economista brasileño Celso Furtado para poner las cosas en su
lugar: América Latina no había tenido libertad para desarrollarse como debía y
podía. De un lado, por culpa de las élites internas que cada día se enriquecían
más; del otro lado, por culpa de los mecanismos de dependencia financiera,
tecnológica y de todo tipo que la región tenía con respecto al hegemón
regional. Además, con los ejemplos de la relación económico-comercial
venezolana con Argentina y Colombia, Chávez ridiculizó la impertinente insistencia
en crear áreas de libre comercio cuando era posible alcanzar niveles superiores
de crecimiento e integración a partir de otro tipo de vínculos. Las caras de
Bush, Fox y Martin, revolviéndose en sus asientos, lo decían todo
En realidad, “Lo que
estaba en juego en la cumbre oficial de Mar del Plata era si Estados Unidos
conseguiría avanzar en imponer el 'paquete' de más 'libre comercio', mayor
apertura de sectores y recursos vitales, control migratorio, 'seguridad'
subordinada a sus intereses y mayor militarización bajo su mando. Esa jugada no
prosperó como estaba planeada. La IV Cumbre de las Américas terminó naufragando
en Mar del Plata. En una imagen de un patetismo casi no visto hasta ahora,
George Bush salió de Argentina con las manos vacías y 'la cola entre las patas'
antes de que finalizara siquiera la cumbre oficial y en medio del festejo de la
otra cumbre, la de los Pueblos, que representaba y resumía la lucha que había
hecho posible semejante humillación para el imperio”
La derrota del ALCA y la búsqueda de alternativas
Néstor Kirchner lo expresó con un argentinismo: un grupo de países no
estaba dispuesto a dejarse “patotear” –abusar- por una supuesta simple mayoría
que, al forzar una salida por imposición al disenso surgido, ponía en riesgo la
vida de todos los pueblos del Sur. No servía cualquier integración que no
considerara las asimetrías de desarrollo, ni los derechos de los pueblos, ni
las deudas históricas del colonialismo y el neocolonialismo en la región. Y así
ocurría también fuera del hotel Hermitage,
de Mar del Plata, en las calles y plazas de la ciudad donde tenía lugar por
primera vez una Cumbre de los pueblos, en la que sí se hablaba sin
fundamentalismos, sin hipocresía y con sincera claridad, como demandó a sus
pares el mandatario argentino.
Esa Cumbre de los pueblos, que sesionó en paralelo desde el 1 de
noviembre, tuvo un brillante colofón el día 4, con la congregación de más de
cien mil personas en el estadio mundialista de la ciudad balneario. Nunca antes
tantas y tan diversas organizaciones sociales, populares y políticas de todo el
hemisferio habían coincidido juntas para expresar su oposición a la creación de
una zona de libre comercio desde Alaska hasta la Tierra del Fuego. Hugo Chávez
fue el único orador de la jornada. Arropado por luchadores obreros y campesinos
como el candidato presidencial boliviano Evo Morales, que llegó a la reunión
caminando; por luchadores de derechos humanos como las madres y las abuelas de
Plaza de Mayo; por representantes de pueblos amazónicos y andinos; por
estrellas del arte, la cultura y el deporte continental, como Diego Armando
Maradona, pronunció en aquella jornada uno de los discursos más conceptuales de
su vida.
Con la virtud aprendida de Bolívar y de Fidel Castro, Chávez argumentó
desde la razón histórica la impertinencia del ALCA y la necesidad de barrerlo
como opción. Afirmó: “…a nosotros, los hombres, las mujeres de este tiempo de
comienzos del siglo XXI, nos toca, compañeros, compañeras, camaradas, una doble
tarea histórica: nosotros tenemos que ser los enterradores, no sólo del ALCA,
porque el ALCA fue una propuesta, una de tantas propuestas, pero es vieja esa
propuesta, antier se llamó de una manera, 'Iniciativa para las Américas' la
llamaron por allá por 1990, pero ya en el siglo XVIII, naciendo aquella gran
república, aquel gran estado que luego se convirtió en imperio, nació con las
garras del águila imperial, lamentablemente desde el inicio, desde hace 200
años pues. Thomas Jefferson, uno de los creadores de aquel estado norteamericano
lo dijo, lo dijo, lanzó el plan imperialista Thomas Jefferson, dijo que Estados
Unidos tenía como destino tragarse, –así mismo lo dijo, con esa expresión–
tragarse una a una las nacientes repúblicas antes colonias españolas, desde
entonces viene el plan anexionista, colonialista de Estados Unidos, así que
nosotros no sólo debemos ser enterradores del ALCA sino enterradores y en mucha
mayor dimensión, complejidad y profundidad, del modelo capitalista neoliberal
que desde Washington arremete contra nuestros pueblos desde hace tanto tiempo”.
Previsor, al mismo tiempo, de que la lucha contra el ALCA era apenas un
primer episodio de otra mucho más larga, alertó: “…¡cuidado!, esto es sólo una
batalla, esto es sólo una batalla de tantas batallas pendientes que nos quedan
para toda la vida. Ahora, decía que tenemos una doble tarea, enterrar el ALCA y
el modelo económico, imperialista, capitalista por una parte, pero por la otra
a nosotros nos toca, compañeros y compañeras, ser los parteros del nuevo
tiempo, los parteros de la nueva historia, los parteros de la nueva integración…
una verdadera integración liberadora, para la libertad, para la igualdad, para
la justicia y para la paz...”
Uno de las contribuciones importantes de los debates diplomáticos,
políticos y populares que generó la batalla contra el ALCA en aquella IV Cumbre
de las Américas fue abordada con claridad meridiana por el líder bolivariano:
“…aquí en Mar del Plata han venido a confrontarse dos viejos proyectos… dos proyectos que desde allá desde la punta más al norte de América
hasta la punta más al sur del continente, desde hace unos 200 años, vienen
confrontándose. Dos proyectos, pudiéramos sintetizarlos, así como en el Norte
lo lanzaron Jefferson, Madison, Monroe; igual aquí en el Sur ellos lanzaron su
proyecto imperialista, anexionista. Y aquí en el Sur nuestro proyecto fue
lanzado desde entonces por hombres como Miranda, San Martín, Artigas, O’Higgins
Sucre, Bolívar, Manuela Sáenz; hombres y mujeres de esta tierra lanzaron un
proyecto hace 200 años.
“…Estos proyectos, el anexionista del Norte y el proyecto de liberación
del Sur hoy vuelven a estar confrontados como siempre. Es una nueva hora, es un
nuevo momento el que estamos viviendo. Hace 200 años los padres libertadores no
pudieron, ellos no pudieron hacerlo, y Bolívar recogió en una frase profunda,
en una frase dramática aquella realidad dolorosa cuando dijo: 'He arado en el
mar…' ¿De qué sirvió esta independencia?, decía Bolívar, muriéndose ya. Ellos
no pudieron, no pudieron cuajar las repúblicas que querían, eliminando las
desigualdades, los privilegios, creando repúblicas de iguales y de libres; y
luego, al mismo tiempo, uniéndolas en la liga de repúblicas para equilibrar con
el Norte, con el Este y con el Oeste. Así los planteaba Bolívar cuando convocó
al Congreso de Panamá en 1824. El Congreso se reunió en el año 26 en Panamá,
pero murió al nacer. Él decía que era necesario, era imprescindible conformar
la Unión del Sur, una Liga de Repúblicas, en lo político, en lo económico, en
lo social y en lo militar, para luego ir en condiciones de igualdad y de
dignidad a negociar sobre la paz, la economía y la guerra, con el Norte, con el
Este y con el Oeste.
“Esa estrategia, la estrategia de Bolívar, que era la misma de todos
ellos, esa estrategia; sólo que quizás Bolívar logró llevarla más lejos, logró
clavar una pica allá en Flandes, logró orientar la brújula mejor. Unir el Sur
es imprescindible para poder negociar en condiciones de igualdad y de dignidad
con el Norte, y con el resto del mundo; eso hoy tiene más vigencia que ayer.
Hoy es más angustiantemente necesario que ayer. Nunca antes fue tan vital esta
idea estratégica. Por eso es que hace cinco años hubo la Cumbre de las
Américas, la tercera, en Quebec, allá en Canadá, y como Cuba no participa en
estas cumbres de presidentes, porque parece que 'democráticamente' consultaron
con alguien y 'en democracia' se decidió que Cuba no participara, creo que fue
así. Claro que Cuba sí participa, porque Cuba está en nuestra palabra, en
nuestra voz y en nuestra moral. Cuba anda con nosotros.
“…Hace cinco años, allá en Canadá, el gobierno de Estados Unidos logró
que se aprobara, casi por unanimidad, lamentablemente, la propuesta del ALCA,
un Área de Libre Comercio para las Américas, y Venezuela fue el único país que
en solitario levantó esta misma mano para decir ¡no!, para decirle no a aquella
propuesta. Pero todos los demás gobiernos aprobaron la propuesta, y fíjense lo
que ha ocurrido: allá en Canadá se aprobó un artículo, un párrafo de la
declaración que siempre se saca donde dice: 'Las negociaciones para un Área de
Libre Comercio de las Américas deberán estar concluidas el primero de enero del
2005, y además el acuerdo o convenio deberá estar activado a más tardar el 31
de diciembre de 2005'. Amaneció el primero de enero de 2005 y el ALCA ¿Dónde
está? Ya viene el 31 de diciembre de 2005 y el ALCA ¿dónde está? Al ALCA,
repito, la derrotamos los pueblos de este continente, y al ALCA hoy le tocó su
entierro aquí en Mar del Plata. Hoy enterramos al ALCA, en Mar del Plata se
queda enterrado y bien hondo”
Sin embargo, Chávez tenía bien claro que, por sobre todas las cosas, “…no
se trata sólo de decirle no al ALCA, se trata de plantear y construir la
propuesta alternativa, el camino alternativo”, que venía creciendo en el ALBA
constituida en La Habana un año antes, y en su propuesta, lanzada en el estadio
y durante la reunión, de construir una Alianza Contra el Hambre en el
hemisferio. Ese camino lo fueron pavimentando en los años sucesivos la
consolidación del MERCOSUR, el surgimiento de UNASUR y el proceso que inició en
Costa de Sauipe, Brasil, en 2008, con escala en Cancún, México, en 2010, para
dejar constituida en Caracas, en diciembre de aquel mismo año de los
bicentenarios de la independencia latinoamericana, a la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, CELAC.
El nuevo ALCA y sus peligros
Lo que muchos
desconocían es que, mientras todos estos hechos ocurrían, los Estados Unidos,
que miraban espantados los anuncios de algunos países de plebiscitar el Acuerdo
para su entrada en vigor, ya habían previsto la derrota y buscaban cómo
relativizarla, usándola políticamente para elevar su influencia regional
aislando a la Venezuela de Chávez –lo cual no pudieron lograr en ese momento. Trabajaron,
al mismo tiempo, en una ruta alternativa, de promoción de acuerdos de libre
comercio bilaterales que tejieran por debajo la gran red de sometimiento que
armaba el ALCA por arriba y que, a la vez, contuviera el indetenible avance de
economías emergentes como las de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica
Desde la creación de
la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, ALALC, primero, y del Mercado
Común Centroamericano, después, se habían comenzado a institucionalizar los
mecanismos jurídicos y económicos regionales, necesarios para consolidar un
modelo de acumulación en el que la competencia de las transnacionales desplazó
paso a paso al capital nacional. Ello explica los problemas de consolidación de
muchos gobiernos de corte progresista en la región, sus derrotas electorales e,
incluso, su derrocamiento en algunos casos. El crecimiento de este proceso fue
en un 20% superior a cómo ocurrió en los países desarrollados, mientras que la
inversión de capital era inversa en un 60%. De a poco, las empresas transnacionales, avanzaron comprando
o quebrando empresas nacionales, promoviendo fusiones, capitalizaciones y
cuanta forma les permitiera irse apropiando de activos físicos y financieros de
los países de la región, llegando a controlar desde el 50 hasta el 100% de los
activos de las empresas nacionales. Un empeño especial los Estados Unidos
pusieron en el control de los bancos centrales y las finanzas, impulsando la
dolarización de las economías nacionales
Frente a estados
nacionales debilitados, divididos, despolitizados y represivos, “fallidos”,
“oscuros”, las transnacionales y sus empresarios tomaron el mando. El desfile
de presidentes empresarios que llegaron al poder en México, Guatemala, el
Salvador, Panamá, Colombia, Perú, Paraguay, Ecuador, Chile, y Argentina, por
poner algunos ejemplos, así lo demuestra. Cada uno de ellos se asocia en sus
países con crisis estructurales, estallidos sociales y rebeliones populares.
La estrategia de
Estados Unidos y sus aliados se concentró en el impulso de tratados bilaterales
o subregionales. Los objetivos de avanzar en el “libre comercio” giraron hacia
las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y una verdadera pandemia
de acuerdos de libre comercio se expandió por la región. Solo hasta
enero de 2012, la OMC había recibido unas 511 notificaciones de acuerdos, el
90% de los cuales correspondía a América Latina y el Caribe. De estos, estaban
vigentes unos 319 acuerdos. Según el Sistema de Información sobre Comercio
Exterior de la Organización de los Estados Americanos, existen 64 acuerdos de
libre comercio, 3 acuerdos marco y 33 acuerdos de comercio preferencial
vigentes entre sus países miembros
Los ciclos de
endeudamiento externo, herramienta de control del capital financiero
transnacional sobre las naciones, se repiten con frecuencia, provocan
estallidos, tumban presidentes o ponen en jaque su gestión. Argentina es un
ejemplo. Después de haber superado el endeudamiento legado por los gobiernos dictatoriales
y neoliberales que precedieron a los Kirchner, y de haber librado una exitosa
batalla contra el FMI, el Banco Mundial, el Club de París y los Fondos Buitres,
un solo jefe de Estado empresario –Mauricio Macri- empeñó los destinos de
varias generaciones de argentinos adquiriendo, contra las propias normas y prácticas
del FMI, una deuda de 46 mil millones de dólares que representan el 65% del
capital del Fondo. Si a la Argentina le llevó 120 años liquidar la deuda con
Baring Brothers en el siglo XIX, cuántos le llevará saldar ésta, odiosa, de
Macri. ¿Cuántos gobiernos verán vigiladas la soberanía nacional y sus
decisiones políticas por la temible “Board” del FMI?
Un Informe macroeconómico
del Banco Interamericano de Desarrollo planteó desde 2017 que la multiplicidad
y diversidad de acuerdos bilaterales de libre comercio limitaba la integración
y desestimulaba la competitividad y el crecimiento de las economías de escala,
haciéndolas irrelevantes. al mismo tiempo, se contradijo al asegurar que la era
de los megacuerdos de libre comercio habría llegado quizás a su fin, no solo
por el fracaso del ALCA en 2005, sino por las consecuencias del Brexit en 2016
y las decisiones adoptadas por el gobierno de Donald Trump respecto al Acuerdo
Transpacífico y al TLCAN en 2017
Aunque reconoció que
la relación entre globalización neoliberal y desigualdad y subdesarrollo es
“compleja” y pretendió adjudicarse los resultados de los primeros quince años
virtuosos del siglo en la región, el Informe silenció que no fueron
precisamente acuerdos de libre comercio bilateral o multilateral los que propiciaron
esos resultados, sino las políticas económicas y sociales que desplegaron en
aquel tiempo gobiernos como los de Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Uruguay
y Venezuela, varios de los cuales se opusieron al ALCA y a ulteriores acuerdos
neoliberales de libre comercio –o Acuerdos Comerciales Preferenciales, ACP,
como prefirió disimularlos.
Un factor no menor fue
que, a pesar de defender ese modelo de acuerdos, el BID admitió que los
acuerdos comerciales preferenciales basados en el neoliberalismo económico no garantizaron
un nivel suficiente de participación de las economías en desarrollo en el
mercado global, controlado por las transnacionales de los países desarrollados,
y al que concurren como proveedoras de materias primas, esencialmente. Y aunque
las estadísticas evidencian cómo el comercio bilateral mediante TLCs con los
Estados Unidos domina, el BID achacó la responsabilidad del atraso a las
naciones latinoamericanas y caribeñas, y no a quien impone las reglas del
comercio
Por ello, insistió en
la idea del megacuerdo regional, bajo égida estadounidense: “La pregunta clave,
por lo tanto, es cómo reparar esta fragmentación. ¿Cómo puede el mosaico de ACP
transformarse en un tratado más amplio con suficiente masa económica para
marcar una diferencia en el entorno comercial difícil e incierto?” Y retomó la
idea de una zona de libre comercio, a la que ahora va a denominar “Área de
Libre Comercio de América Latina y el Caribe”, ALCALC, o LACFTA –Latin American and
Caribbean Free Trade Area, en inglés-, en la que el papel del gobierno
estadounidense se invisibiliza, porque su función la desempeñan ahora las
empresas y las nuevas reglas del comercio.
En la nueva ALCALC
prevalecerían la libre circulación de bienes y servicios, una institucionalidad
“light” apoyada en los TLC bilaterales y en las regulaciones de la OMC –sobre
las que los Estados Unidos han venido trabajando intensamente durante los últimos
años (el llamado “plan vanilla” –plan vainilla, en español).
Para alcanzarlo, propuso entre los primeros pasos la eliminación total de
aranceles, zanjar las brechas de preferencias y abordar el costo de las
actuales reglas de origen como un “mal necesario”. Además, absorber los
Acuerdos de Complementación Económica registrados en ALADI y dejar para más
adelante las salvaguardas ambientales y los mercados laborales. La meta, como
en 1994, sigue siendo crear un mercado global hemisférico de 5 billones de
dólares que representaría el 7% del PIB global
Aunque presentó como
un avance de todo lo anterior a la llamada Alianza del Pacífico, que reunió a
las economías de gobiernos neoliberales de derecha –Chile, Colombia, México y
Perú- y a sus reglas, silenció, convenientemente, el escaso impacto en el
comercio y las inversiones intrarregionales de las economías de dicho bloque. Los
números que la Alianza del Pacífico puede presentar como un resultado colectivo,
no son más que la suma del comercio bilateral de cada país con los Estados
Unidos, mientras que entre ellos solo alcanzaron un 15% en su momento de más
impulso, cifra que ha ido descendiendo. La causa es sencilla: cada vez es más
limitada la capacidad soberana de dirección sobre sus economías neoliberales transnacionalizadas
El ALCA, tal cual lo
soñaron inicialmente los Estados Unidos, quedó enterrado en Mar del Plata, pero
su veneno sigue moviéndose a través de las venas abiertas de América Latina y
el Caribe. También se mueve y reorganiza
la resistencia a esas políticas. Nuevas voces encaran a los poderes
transnacionales e imperiales que pretenden la hegemonía sobre sus destinos.
Otros se apuran a celebrar como cierre de ciclo la salida del poder de algunos
gobiernos progresistas en la región y calificar como “colapsos” las situaciones
de crisis provocadas con bloqueos, sanciones, terrorismo, agresiones y campañas
de odio contra los que sobreviven, batallan y se defienden, Cuba incluida. Son
los mismos que generaron durante años la actual crisis mundial, resultante
combinado de una pandemia y una guerra en Europa, que resucitan al fascismo
para enfrentar alternativas de poderes económicos y políticos emergentes. Se niegan
a tener competidores, y creen rediseñar el mundo a su medida y reglas,
ignorando principios y normas globalmente acordados y una nueva realidad
multipolar y diversa. En 2005 se ganó una batalla. La guerra sigue pendiente.
Ese visionario que fue
Fidel Castro, quien como pocos conocía de los avatares de la lucha por
transformar el mundo, lo advirtió dos años antes en la misma Argentina del
entierro del ALCA, ante miles de personas que lo escucharon una noche gélida de
otoño, cuando se abría un ciclo de esperanzas para ese país. Sus palabras valen
para todos: “No se alcanza el
cielo en un día, pero créanme —no lo digo por halagar, y trato de decirlo con
el mayor cuidado— que ustedes han asestado un descomunal golpe a un símbolo, y
eso tiene un enorme valor, y se ha producido, precisamente, en este momento
crítico, de crisis económica internacional, donde están envueltos todos; ya no
es una crisis en el sudeste asiático, es una crisis en el mundo, más amenazas
de guerra, más las consecuencias de una enorme deuda, más el fatalismo de que
el dinero escape. Es mundial el problema, y por eso mundialmente también se
está formando una conciencia y por ello será un día de gloria ese día en que el
pueblo argentino, pese a dificultades, que como sabemos todos existen aquí y en
otras partes, muchas veces fragmentación, muchas veces divisiones, y divisiones
puede haber y hasta debe haber, pero es que hay tantas cosas de interés común
que se puede tener la convicción de que estas deben prevalecer, el mundo
posible”
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