Conocí a Eduardito hace más de quince años, en una noche de trovadas, de la mano de amigos comunes. Al instante me alcanzó su luz. Nos reencontramos junto con Israel Rojas y Yoel Martínez -el dúo Buena Fe- en El Salvador, en 2013, donde entonces yo casi terminaba mi misión diplomática y ellos llegaban en una gira que colmó teatros, espacios universitarios y casas de cultura, en un país donde hasta 2009 Cuba había estado vedada. Allí me hizo un regalo de esos que nunca se olvidan, ni se dejan de agradecer. Hacía poco había nacido su hija Claudia, a la cual había compuesto una bellísima canción -Claudia vendrá-, cuando apenas era un sueño de amor entre él y su compañera. Era una de las primeras ocasiones, o la primera que se separaba de la niña para viajar, "ver lo que hay", y volver, como solía cantar. El día que interpretó la canción, en el teatro de Santa Ana, mi alma de padre voló a La Habana, donde mi hija, sola, enfrentaba a la universidad y la vida con las herramientas que Cuba, la familia, su madre y yo le habíamos dado mientras crecía. Le pedí a Eduardo la canción y el permiso para cambiarle mínimamente la letra y apropiarme completamente de los versos para regalarlos en su cumpleaños a mi Laura. Con su proverbial generosidad, me entregó el texto. De vuelta a Cuba volvieron otros encuentros y nos tocó en suerte ser nuevamente sus anfitriones en Argentina en 2022, en el marco de la Feria Internacional de Libro de Buenos Aires de aquel año, dedicada a La Habana, donde su voz impactó donde quiera que se presentó. Tan pronto nos encontramos, me preguntó: "¿Cómo está Laura?". Resultaba que la ya periodista había trabajado con él y lo había entrevistado para más de un medio, además de convertirse en alguien cercana. Uno nunca llega a descubrir todo lo que aprenden y hacen los hijos, o cuán agradecidos pueden ser. Tampoco tiene conciencia cierta de cuán imprescindible es un amigo hasta que lo pierde. Si además es un trovador auténtico, con una voz y musicalidad privilegiadas, y un sentido del deber, de la amistad, del honor y de la Patria sin mácula, entonces, duele hondo; muy hondo, y cuesta adaptarse a la ausencia, aunque nos acompañen para siempre sus canciones
¡Gracias Eduardito!
Laura está
(mi versión de Claudia Vendrá, permitida por Eduardo Sosa Laurencio en San Salvador, en julio de 2013).
Preferiblemente una tarde soleada
Completando un sueño y sorteando miradas
Grabando su nombre es más de dos pechos
Afirmando colores al cielo
Una tarde soleada... Laura está
Laura está.
Para vendar el orgullo de algún mal intento
Proponiendo sonrisas y disculpas a tiempo
A instalarse en mi altar de añoranza
Evocando juegos y esperanzas
Para salvarme... Laura está.
Traerá consigo, tantas preguntas
Y sus manos vacías, habrá que llenar
De flores silvestres, marinas, nocturnas
Del espacio, muy finas de guerra y de paz
Y yo estaré presto al capricho de su ocurrencia
Dispuesto a probar siempre su inocencia
Reclamando de por vida... su perdón.
Al no poder brindarle las alas en cada antojo
Al no lograr evitarle un enojo
Y por no haberle hecho, una mejor canción
Laura está
Sin que falten un árbol y un libro
Me dará más fuerza para labrar caminos
Y entre ramas y versos crecerá su figura
Despejando sobre su raíz dudas
Sin duda Laura sé que está.
Traerá consigo tantas preguntas
Y sus manos vacías habrá que llenar
De flores silvestres, marinas, nocturnas
Del espacio, muy finas de guerra y de paz
Y yo estaré presto al capricho de su ocurrencia
Dispuesto a probar siempre siempre su inocencia
Reclamando de por vida su perdón
Al no poder brindarle las alas en cada antojo
Al no lograr evitarle un enojo
Y por no, por no haberle hecho
Una mejor canción.
Laura está.
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