Muchas cosas habrían resultado diferentes en la región si los gobiernos latinoamericanos y de Estados Unidos hubieran prestado una atención más realista y menos ideologizada a las palabras del Che; si la reunión no hubiera estado podrida desde su origen y concepto; si hubieran prevalecido verdaderos objetivos de integración económica solidaria y no sujeta a la dinámica depredadora del capital y los monopolios; si hubiera prevalecido el ánimo de fijar igualdad de trato y disfrute equitativo de las ventajas de la división internacional del trabajo, aunque no fueran extensivos a Cuba. Si no se hubiera diseñado todo para impedir la participación activa y la contribución de Cuba; si no se buscara, como ocurrió, alinear el pensamiento, someter a los sindicatos e instalar un mercado homogeneizado de medios, cultura e ideas.