Los cubanos padecemos de un
hermoso síndrome al que podríamos llamar “de la Caravana”. Pienso en la marcha
sobre Las Villas de Máximo Gómez en la primera guerra de independencia y en la invasión a
Occidente que protagonizó junto con Antonio Maceo en 1896, con aquellas huestes de
soldados descalzos y a caballo, sometidos al acoso enemigo, pero resueltos a
llegar a toda costa a su destino.