Venir
a hablar de José Martí en un templo de las ideas como es una universidad resulta
una responsabilidad muy alta, porque hablar de Martí en una universidad no es
venir a hablar del poeta precursor del modernismo, aunque podamos hacerlo. No
es venir a hablar del periodista, aunque podamos hacerlo, o del traductor, aunque
podamos hacerlo también. En una universidad hay que hablar de Martí el político
y el revolucionario; del Martí del que nunca se quiere hablar; del Martí que es
incómodo al imperio y a los opresores; del Martí proscrito; del Martí que en
los sistemas de enseñanza de muchos países de América Latina no se habla, por
subversivo.