El equipo de Barack Merlín hechó a andar la máquina de los sueños. Todo parecen coincidencias, alineaciones de astros, puras coincidencias de la vida loca, azares concurrentes lezamianos... desde luego, ¡son noticias! En medio de la mar en calma, como los aqueos del vientre del caballo de Ulises, surgen la noticias con las que pretenden demolerse las murallas de nuestra Troya acosada.
Un fabricante de microtractores de Alabama ha recibido permiso para hacer lo que nunca se le debió prohibir a un empresario estadounidenses: venderle al vecino del patio de al lado (no del traspatio, que es otra cosa) uno de sus ingeniosos artilugios, dizque concebido especialmente para trabajar el barro rico y duro de arar, donde cultivamos nuestros alimentos. Un servicio postal federal ha obtenido licencia para establecer una relación segura con el mismo vecino a donde hace 45 años dejaron de llegar correos y bultos postales porque en su lugar, mandaban bombas que mataron e hirieron a varios cubanos. Y un gigante de las infotelecomunicaciones -uno de los seis grandes monstruos que dominan el planeta, fue autorizado a firmar con la pequeña empresa ETECSA un acuerdo de conexión para servicios telefónicos con la isla, que como sabemos, pueden ser mañana ruta para datos.
Y todo eso se anuncia a la vez con las medidas que flexibilizan el uso del dólar por el gobierno, las instituciones, los empresarios públicos y privados y el pueblo cubano en sus transacciones internacionales, en Estados Unidos y fuera de sus fronteras, mientras que los ciudadanos norteamericanos han adqurido un pedacito adicional -todavía no toda- de su libertad para poder viajar sin restricciones a la isla y comprar esas bendiciones tropicales que les han sido negadas: música, puros habanos y ron de los mejores del mundo.
Pasos pequeños, como el de Neil Amstrong en la Luna, pero pasos al fin en el buen camino de desmontar, desprolijar, desencuadernar o descuajeringar al bloqueo. Obama quiere dejar sin dudas un buen y mágico momento entre nosotros. Los cubanos ya hemos comido zanahoria y garrote. Los cubanos sabemos que cuando el mar está en calma, es solo en apariencia. Que la cortesía y la hospitalidad no borran la memoria. Los cubanos somos optimistas, pero no pecamos de bobos.
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