Las noticias corren de prisa en esta casi primavera cubana: dos confirmaciones gruesas en una misma jornada, y se va descorriendo el velo del programa de Barack Obama en Cuba. Irá al estadio Latinoamericano, a compartir un partido entre los equipos de béisbol de Cuba y otro de las grandes ligas (el Tampa Bay Rays), siguiendo la ruta de la diplomacia beisbolera que abrieron hace muchos años los Orioles de Baltimore y los expresidentes Fidel Castro y Jimmy Carter.
El coloso azul del Cerro, la catedral de nuestra pelota, será el Escenario, con mayúsculas, y ojalá también el prolegómeno de otra piedra más que debe caer del bloqueo: la que impide a nuestros peloteros jugar en ese país sin abandonar su Patria, y poder repatriar las ganancias dándoles el uso que quieran, incluido el de contribuir al desarrollo del deporte en la tierra en que nacieron. Obama tiene todas las prerrogativas para poner fin a ese bochornoso capítulo que averguenza a su país, alimenta la voracidad de los traficantes de personas y desgarra cada año a lo mejor de nuestros rosters beisboleros.
La otra noticia ya estaba cantada: los Rolling Stones realizarán una actuación gratuita sin precedentes en La Habana, Cuba, el 25 de marzo de 2016 a las 8:30 pm en los terrenos aledaños a la
Ciudad Deportiva, poniéndole puntro final a la gira Olé de la
banda por América Latina. En adición, la banda ha liderado una iniciativa “músico a músico”
dentro de la cual se donarán instrumentos y equipos musicales por parte
de importantes proveedores en beneficio de las escuelas de música en Cuba.
Las organizaciones donantes incluyen a Gibson, Vic Firth, RS Berkeley,
Pearl, Gretsch, Latín Percusión, Roland and BOSS, con la ayuda adicional
de la Academia Latina de las Artes y las Ciencias de la Grabación.
Entonces por ahí andan los bestiarios de Miami y sus falderitos del patio con el cuento manido de la prohibición del rock en Cuba. Esos sesudos padecen de mal del aldeano vanidoso que cree que el mundo entero es su aldea: la marginación a la difusión pública del rock -no su prohibición, lo cual está demostrado, según el autorizado en la materia colega Guille Vilar, ocurrió en medio de las agresiones de Estados Unidos contra nuestra Patria, por cierto, en la misma época en que muchas bandas de rock eran vetadas en EE.UU. y Europa por protestar contra la guerra e Vietnam, ser contestarias y antisistema.
Insisto: no es este un país de Europa del Este y mucho menos un pedazo de la URSS que se vaya a deslumbrar y derrumbar cuando Mick Jagger abra su bocaza y grite ¡Satisfaction! Aquí el rock llegó y tuvo que abrirse pasó con el son, el mozambique y el pilón. Luego convivió a empujones con la salsa y la timba, hasta hoy, que vivimos en la era de las fusiones. Allá lo usaron para tumbar al socialismo. Aquí el socialismo lo usó y lo ha bailado y gozado. Quien no sacudió la cabeza y el esqueleto con esa música después de un trabajo voluntario, no sabe lo que es la vida. Por eso Marx se mudó de la aburrida Europa socialista al Caribe, porque quería un socialismo que bailara a todos los ritmos.
Lo otro es el mito de la primera vez, con el cual crean espectativas falsas en las audiencias. Un amigo europeo que trabajaba un día en una gira de los Van van por el viejo continente, con su inevitable visión eurocéntrica, se empeñaba en promover a la orquesta cubana presentándola como "los Rolling Stones de la salsa". Solo cayó en cuenta de su error cuando en broma, días después le dije: ¿sabes quienes van a actuar en Cuba? Los Van Van del rock. Se quedó perplejo y me preguntó quiénes eran: le respondí, ese grupo británico, los Rolling Stones.
Así que todo es relativo, hasta la bola que quiera lanzar Obama, más conocido en Tweeter por POTUS, desde el montículo del Latino a ritmo de conga santiaguera y el batazo que le den, bajo los acordes melancólicos de Angie.
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