Aunque la fidelidad a una línea histórica de lucha de los cubanos siempre formó parte de su horizonte político, en la segunda mitad de los años sesentas, cuando se avecinaba el centenario del grito de independencia, Fidel Castro comenzó a ser insistentemente reiterativo de ese espíritu de continuidad que obraba como talismán salvador de la Patria en todas sus épocas.
La expresión “¡Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros!, porque lo que determinó en cada época fue el espíritu revolucionario de nuestro pueblo, la tarea en cada momento de nuestro pueblo”, pronunciada en 1965, durante un discurso con motivo del aniversario de los sucesos del 13 de marzo de 1957, conducía a otra idea, dicha el mismo día: “Ha sido un solo camino, ha sido una sola línea revolucionaria siempre. Por ese camino, por esa línea, han transitado muchos héroes, muchos patriotas, muchos mártires. Y los que han llevado adelante esa bandera, los que han seguido esa línea, representan la voluntad de todos, están obligados no solo con las generaciones presentes y futuras, sino también con las generaciones pasadas que lucharon”.
Así se nos presenta 2018: año del sesquicentenario
de la madrugada fundacional en que por primera y única vez en Nuestra América,
se conjugaron en el mismo acto, la rebelión y la ley, el ímpetu y la virtud: la
proclama de independencia de la Patria que se fundaba y la de la libertad de
todos sus hijos. Aquellos fundadores ofrendaron sin remordimientos sus
propiedades y vidas en el altar –y la pira- de la Revolución. Los que habían
amado en sabanas de holán fino, amaron más sobre el césped húmedo de la manigua
y hasta en la cabalgadura, entre combates. Las que vestían de seda, rasgaron la
tela suave de sus vestidos para curar las heridas de sus hombres. Los palacios
fueron abandonados o devorados por las llamas y el cielo de Cuba fue el techo
de aquellos cubanos y cubanas que cambiaron los vinos de Malvasía por la
canchánchara de miel, naranja agria y aguardiente.
Esa es la parte romántica de la epopeya: la otra,
la que debe recordarse todo este año 2018 –centena y media de Demajagua- y siempre, es la invocada por
José Martí en su discurso de Hartman Hall, en fecha similar de 1890, y en el
que con similar lucidez a la de Fidel Castro en la Universidad de La Habana el
16 de noviembre de 2005, advierte que la permanencia de la Patria y de la
Revolución, depende de no equivocar el camino y dejar caer la espada; de no
desgastarnos en ternezas cuando urgen soluciones a los muchos desafíos, de no
consumirnos en festividades fatuas cuando hay tanto que trabajar y hacer por
Cuba.
Es la misma idea invocada por Perucho Figueredo el
20 de octubre, cuando siglo y medio atrás escribió la letra radical del himno
que nos define política e ideológicamente, y que Fidel ratifica en su discurso
de los Cien años de lucha, cuando asegura que “en Cuba solo ha habido una
revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 y
que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes”, por la que lucharemos en
cualquier circunstancia, sin arriar las banderas que presiden nuestra historia,
como juró el Titán de Bronce en los Mangos de Baraguá –harán en marzo 140 años.
Para Cuba, la ocasión de este 2018 sesquicentenario
es por todo ello vital. El país se renueva con elecciones, reforma
constitucional, nuevas leyes y decisiones capitales para que su modelo
económico y social siga siendo tan justo y solidario como pueda ser posible,
atado al grillete del bloqueo imperialista, y forzado a convivir en equilibrio
con un mundo neoliberal excluyente y egoísta. Empujado, como recordaría Fidel
más de una vez, a luchar en precario en vez de esperar condiciones ideales, a
abastecerse de sus adversarios y hacer, siempre, su propio e ininterrumpido camino.
No faltarán en este momento de ausencia del Comandante
en Jefe y de cesión de autoridad de los líderes históricos a los nuevos
conductores del pueblo, la aparición oportunista –“repentina” y también “planificada”-
de figuritas de barro creadas en los talleres de la subversión, la dependencia
neocolonial y el anexionismo, guarnecidas por toda la maquinaria financiera y
propagandística del imperialismo y sus adláteres regionales. “Hoy, recordaría Fidel, nuestro pueblo se enfrenta a corrientes
similares, a las mismas ideas reaccionarias revividas, a los nuevos intérpretes
del autonomismo, del anexionismo; se enfrenta a los proimperialistas y a los
imperialistas. Pero se enfrenta en condiciones muy distintas”.
Hay ventajas: “Los revolucionarios de hoy –nos
enseñó Fidel- encontramos un camino preparado, una nación formada, un pueblo
realmente con conciencia ya de su comunidad de intereses; un pueblo mucho más
homogéneo, un pueblo verdaderamente cubano, un pueblo con una historia, la
historia que ellos escribieron; un pueblo con una tradición de lucha, de
rebeldía, de heroísmo”.
Por eso es tan actual su pregunta: “…¿qué
se puede parecer más a aquella lucha de ideas de entonces que la lucha de ideas
hoy?”, y habría añadido: “Si las raíces y la historia de este país no se
conocen, la cultura política de nuestras masas no estará suficientemente
desarrollada”... Cuba, no olvidarlo nunca, es piedra dolorosa en los
zapatos de todos los imperios. De ahí que un voto inexcusable sea analizar y
comprender mejor nuestra historia nacional en su concatenación hemisférica e
internacional (¡ardua tarea para padres, escuelas, artistas y prensa, para el
Partido de la Nación y todas las organizaciones sociales y de masas!).
Como los fundadores, los revolucionarios de hoy debemos,
además, hacer similar apuesta de cara a otra fecha no menos relevante que debe
permanecer en el horizonte político del país durante todo este año: el 10 de
abril de 2019, en que la rebeldía exaltada en este 2018 evoque aquel otro día,
también fundacional, en que casi al unísono de los gritos de independencia y
libertad, nacieron la República, la democracia, la Constitución, los cargos
públicos de la nueva Nación y sus atributos: himno, escudo, bandera, tal y como
los concebimos los cubanos. ¡Día de la Patria!, le llamaba con razón Martí a la
Asamblea de Guáimaro.
Como proclamó Fidel aquella
noche de 1968 en el monumento del ingenio Demajagua, tenemos
sobrados motivos para contemplar esta historia con orgullo. Tenemos sobrados
motivos para comprender esa historia con profunda satisfacción. Nuestra historia cumple –esta vez ciento
cincuenta- años. No la historia de la colonia, que tiene más; ¡la historia de
la nación cubana, la historia de la patria cubana, la historia del pueblo cubano,
de su pensamiento político, de su conciencia revolucionaria!
Nota: Las citas y paráfrasis corresponden a los discursos de Fidel Castro el 13 de marzo de 1965 y el 10 de octubre de 1968, y al pronunciado por José Martí, el 10 de octubre de 1890.
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