Pensar que una cantinela mal dicha ponga a temblar a un país y a un pueblo al que no doblegaron 60 años de prolongado y cruel bloqueo económico, comercial y financiero, ni armas nucleares apuntándole, ni la traición y abandono de amigos y aliados, es, cuando menos, ridículo. Reaccionar así, porque lejos de devenir oda, los versitos han merecido rotundo escarnio y desprecio popular -y no solo oficial-, retrata la sordidez del acto y la destemplanza e impotencia de sus gestores.
Lo peor de todo es que
esa misma canalla mediática que presume de democrática y libertaria, censuró a Fidel Castro cuando pronunció la misma
frase de la que hoy se apropian los musicantes de Miami para atacar la cultura
y los símbolos de la Nación cubana. ¿Por qué? Porque en voz de Fidel, la frase significa
que no puede haber Patria y Vida si no estamos dispuestos a defender la Patria
hasta la Muerte, para Vivir felices en y por ella.
Pero en voz de los
cantantes autoexiliados, porque Miami los arrodilló y se formó la lloradera, la
frase exaltada por la transmedia sindicalizada, especialmente aquella patrocinada por agencias y empresas de Estados Unidos para hegemonizar el pensamiento hispánico y masificarlo a través de Internet, la frasesita pretende
antagonizar la ideología histórica de la revolución cubana y suplantar los lemas nacionalistas que han guiado por más de 150 años al cubano en sus
luchas:
¡Independencia o Muerte!,
gritaron Carlos Manuel de Céspedes y sus esclavos liberados cuando en 1868 se
alzaron en armas contra el poder en la última colonia de España en América.
¡Independencia o Muerte!, fue la opción que suscribieron con su pluma y con sus vidas los patriotas que proclamaron en 1869 el nacimiento de la República de Cuba en Armas, su primera Constitución, su gobierno, su
parlamento y su Ejército Libertador.
¡Patria y Libertad o Muerte! fue
el grito con el que José Martí y Antonio Maceo convocaron en 1895 a los cubanos
a reiniciar la lucha contra el colonialismo.
¡Libertad o Muerte! fue
también la consigna de los jóvenes que liderados por Fidel Castro se rebelaron
contra la dictadura proestadounidense de Batista, asaltaron el cuartel Moncada, desembarcaron en
el yate Granma y combatieron durante más de tres años desde la Sierra Maestra,
hasta vencer el 1 de enero de 1959.
¡Patria o Muerte! fue la
opción teleológica definitiva cuando, conquistada la independencia y la libertad,
y dueños al fin de la Patria, los cubanos comenzamos a ser atacados con saña y
el horror se insertó en nuestras vidas como alternativa, si no nos doblegábamos
de nuevo al Imperio. Solo que añadimos el complemento indispensable, el optimista ¡Venceremos!
del que lucha hasta las últimas consecuencias,seguro de la legitimidad de su
causa y de la certeza del triunfo.
Pero, qué van a saber de
todo esto los despechados vociferantes del cantico de marras, si ellos renunciaron a honrar al himno que hizo libres a sus antecesores esclavos y que enseña que "en cadenas vivir, es vivir en afrenta y oprobio sumidos" y que “morir
por la Patria es vivir” y ahora pretenden, peregrinamente, que su adefesio sustituya
al canto sagrado.
Obviamente, mucho menos lo saben aquellos que fomentan el circo de odio, acoso y censura contra los intelectuales, los pensadores, los científicos y los artistas verdaderamente cubanos. ¿O sí lo saben y por eso concentran con tanta saña su ataque, mienten de forma obscena y ocultan la furia popular por la afrenta causada, amparados en su dictadura mediática? Sospecho que haber demostrado con creces que en esa opción entre la Patria y la Muerte, hemos vivido y vencido, ha resultado demasiado abrasivo para su narrativa de la sumisión, del fracaso y de la derrota.
Lo dijo Fidel Castro
primero. Lo hemos reiterado no por imitación sino por convicción muchas veces
otros tantos cubanos: la cultura ha devenido a lo largo de nuestra historia en
espada y escudo de la Nación, y ha sido en todo momento lo primero a salvar,
especialmente en la guerra de pensamiento para la que nos preparó José Martí. No la entregaremos, porque en ella se resumen esas cuatro letras sagradas: ¡CUBA!
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