martes, febrero 16, 2021

REFLEXIONES CULTURALES NO TAN COOLES NI SEXYS

Tantas veces me mataron / Tantas veces me morí / Sin embargo estoy aquí resucitando… 

La Cigarra, María Elena Walsh 

La transmedia sindicalizada devuelve por estos días un artículo sobre Cuba de un catedrático chileno formado en Europa y Estados Unidos, dedicado a la docencia e investigación en Ciencia Política, Seguridad Internacional, Historia de las Relaciones Internacionales, y que ha asumido con delectación el pensamiento políticamente correcto de la época opinando de lo que no conoce, pero que suena ilustrado y convincente al oído profano, y puede ser financieramente redituable.

Iván Witker, mezcla de nombre eslavo, apellido inglés y cuna sudamericana (quien sabe si hasta mapuche), se desembarca a contar, teorizar y profetizar sobre la cultura en el socialismo cubano y como la “liberación” a su acceso, supuestamente garantizada por Internet, pone a la revolución cubana ante su hora final, gracias a personas “cool y sexy”, que se sirvieron de ella para su activismo.

Los argumentos son tórridamente pobres y archiutilizados, y los calificativos compiten con el más marginal de los reggaetones. Para los verdaderos conocedores, este discurso bien descrito por Focault fue construido hace años en instituciones del país que Witker con deleite acredita como su Alma Máter y a cuyos adláteres y discípulos cita en referencia a Cuba: la “revolución gloriosa de los 60”, “traicionada en los 70”, “agónica desde los 90” y de cara a su “estocada final”.

¿Final? Eso de estarse muriendo a cada poco y seguir vivos es una peculiaridad muy particular de la revolución cubana y un axioma de su existencia. La producción ¿literaria? y ¿científica? al respecto es amplia. Sus autores envejecen y mueren sin lograr que sus teorías se cumplan. Todos adolecen de los mismos defectos epistemológicos que exhibe Iván Witker:

Tratan de explicar con reflexiones simples y maniqueas una realidad compleja, desde perspectivas históricas y culturales diferentes, desconociendo o evadiendo la historia, la sociedad y la cultura cubanas. Imaginar que Walesa, Havel, Wojtyla et al indiquen la ruta de la Isla, es cuando menos, temerario. Ni Juan Pablo II se atrevió a tanto, y ese sí sabía y no repetía manuales acerca de deseos y realidades.

Lo que pasa con estos opinadores es que no lo hacen desde la honestidad científica, sino desde la más comprometida militancia política (que nadie diga a estas alturas del siglo XXI que es apolítico o desideologizado, o que las ciencias sociales lo son -¡ni las religiones!). Y no esconden la “hegemonía cultural totalitaria” que insisten en imponerle al mundo, ni el afán en alinear el pensamiento humano en una ruta única, que no contradiga al sistema destinado para dominar al mundo por gracia divina.

Pero incluso, desde la militancia, carecen también de valentía política para reconocer la existencia de factores externos de enorme peso que inciden en la realidad cubana y que no son ideológicos, sino geopolíticos: la aspiración frustrada de Estados Unidos, expresada desde fines del siglo XVIII, de ejercer control sobre la isla de Cuba. En ese sentido, parece que en sus viajes internacionales no hacen escala en España para estudiar a Ortega y Gasset y su famosa diatriba “soy yo y mis circunstancias”, de inspiración hegeliana.

Magnifican eventos aislados, sin conexión interna, solo existentes en la canalla mediática y presentados como posverdades inamovibles. A veces reproducen líneas de mensaje que distribuyen los agregados diplomáticos de las embajadas de Estados Unidos, o las ONGs que, como Freedom House, blanquean el trabajo negro de las agencias federales. Y, al hacer afirmaciones, revelan su ignorancia supina acerca de quiénes integran lo más granado de la intelectualidad y la cultura cubanas, dentro y fuera de Cuba. Peor aún, habituados a un mundo cultural de élites, pierden la medida de lo que es realmente “grueso” en un país de cultura y talento de masas, y como suele ocurrir, creen que un arbusto, y a veces su espejismo, es el bosque.

Como no alcanzan el resultado esperado, están prestos a victimizar a aquellos supuestos bardos y mártires cubanos como deudos de la represión más sofisticada y brutal. Para el caso, y a propósito, parece hasta una burla que un académico chileno de derechas y clara filiación neoliberal, que ha opinado indulgente sobre el pinochetismo, dé lecciones de represión en Cuba. Mas nada de eso importa si, además, alguien paga por lo escrito (¡y bien que les pagan!).

Lo peor de todo es que a veces tratan de utilizar a los teóricos del socialismo y de la revolución para justificarse. Si lo han hecho con José Martí, al que citan en frases quirúrgicamente cortadas y despojan de su lucidez, ética y militancia para reducirlo a un inofensivo poeta y patriota, qué esperar del abuso al que someten a Antonio Gramsci, que nos dotó de las armas teóricas para enfrentarlos y sacarlos del juego.  

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