Pablo Milanés ha muerto. Deja atrás una obra monumental de versos y música con la que contribuyó a construir la banda sonora de nuestro tiempo en la que no caben odios ni extrañamientos, en la que el amor escaló lo más alto con su declaración a Yolanda, y que en lo raigal, algunos quisieran no existiera, o preferirían sepultar u olvidar. El fue el que escribió, para hacerse imprescindible
Pobre del cantor de nuestros días
Que no arriesgue su cuerda
Por no arriesgar su vida.
Pobre del cantor que nunca sepa
Que fuimos la semilla y hoy somos esta vida
También cantó en el peor y
más arriesgado de los momentos una sentencia teoleológica:
…Y se
encontrarán los del machete aguerrido
Con el último héroe que hasta hoy se ha perdido
Todos gritarán: "será mejor hundirnos en el mar
Que antes traicionar la gloria que se ha vivido"
Pablo, el fundador de la Nueva Trova, es mío, es nuestro, es de Cuba, es de los pueblos de América Latina y el Caribe que encontraron en su arte inspiración para amar y luchar. Yo, que respondí alguna de sus diatribas, lo defiendo al mismo tiempo como parte que es de mi raíz. Por sobre cualquier polémica, resplandece este bayamés profundamente cubano y universal. Nada ni nadie podrá arrebatárnoslo. Es parte raigal de lo cubano y rama frondosa del árbol de nuestra poderosa cultura. Su lírica y acordes seguirán el viaje. Sus cenizas quedarán en algún lugar. Ojalá junto a las de su abuela. El volverá a su isla, a su Caribe, una y otra vez, porque nos demostró que la tierra firme no es lo suyo.
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