El 28 de mayo de 1973, en medio de la tumultuosa y esperanzadora toma de posesión de Héctor Cámpora, la Argentina y Cuba restablecían sus relaciones diplomáticas, forjadas a lo largo del siglo XIX, normalizadas en 1909 bajo ocupación militar de Estados Unidos, e interrumpidas en 1962, bajo las presiones de ese país y de la OEA.
PALABRAS DE PEDRO P. PRADA, EMBAJADOR DE CUBA EN ARGENTINA, EN LA GALA POLÍTICO-CULTURAL "HERMANOS INSEPARABLES" CON MOTIVO DEL 50 ANIVERSARIO DEL RESTABLECIMIENTO DE RELACIONES DIPLOMÁTICAS ENTRE ARGENTINA Y CUBA
Centro Cultural Kirchner, Buenos Aires, 29 de mayo de 2023
Señores ministros y diputados
Distinguidos invitados y colegas
Queridos amigos de Argentina y de Cuba
Querido Vicecanciller, sus sentidas palabras, dichas desde el corazón, marcan el tono de este encuentro e indican el carácter de nuestras relaciones. Pero al corazón, para que ande bien, hay que ponerle ideas. Por eso, la historia, como es:
El 28 de mayo de 1973, en medio de la
tumultuosa y esperanzadora toma de posesión de Héctor Cámpora, la Argentina y
Cuba restablecían sus relaciones diplomáticas, forjadas a lo largo del siglo
XIX, normalizadas en 1909 bajo ocupación militar de Estados Unidos, e
interrumpidas en 1962, bajo las presiones de ese país y de la OEA.
Con aquella decisión, Argentina
secundaba a los gobiernos de México, Perú, Chile, Ecuador, Panamá y a los
nuevos estados independientes del Caribe, que rectificaban la absurda
pretensión de aislar a la isla de su entorno geográfico, histórico y cultural
natural, por desafiar aquella infausta doctrina que hará doscientos años
proclamaba la sumisión de todo un continente al nuevo imperio.
Argentina pronto se identificó con la revolución triunfante en Cuba, no solo por la presencia de un compatriota –el Che Guevara- entre los principales líderes revolucionarios. Acaso, porque era leal a aquel mandato del Libertador José de San Martín, que tanto admiraba nuestro Apóstol: “¡Mientras haya en América una nación esclava, la libertad de todas las demás corre peligro!”.
Durante mucho más que medio siglo, hemos
caminado juntos, de la mano de políticos como Sarmiento, Martí, Sáenz Peña,
Perón y Evita, Fidel, Alfonsín, Néstor, Raúl o el Papa Francisco. Hemos dado
batallas colosales contra la pretensión de imponer el dólar como moneda única a
las Américas en 1892, o contra el ALCA, en 2005, o para rechazar el nacimiento
de la OEA en 1948. Defendimos desde inicios del siglo XX el derecho argentino a
las Malvinas y no titubeamos a la hora de anteponer diferencias con una
dictadura brutal que había desaparecido también a diplomáticos cubanos, cuando
se luchaba y moría por la soberanía de las islas y, o se estaba del lado del
colonizador imperialista, o del colonizado. Esa había sido también la opción de
John William Cook y otros argentinos que en 1961 acudieron a combatir como
milicianos en Playa Girón.
Periodistas, artistas, intelectuales, deportistas y profesionales de todo tipo de hallaron en La Habana y en Buenos Aires motivos para soñar, crear y fundar. ¿Quieren nombres?: Lecuona, Del Carril, Guillén, Piñera, Massetti, Walsh, Pugliesse, Conti, Selser, Martínez Estrada, Sábato, Lizarraga, Dragún, Getino, Trejo, García Robles, Onetti, Traba, Quino, Padrón, Cortázar, Gelman, Le Parc, Eguren, Ernesto y Estela Bravo, Pérez Esquivel, Borón, Calloni, Martínez Heredia, Gambina, Kohan, Birri, Bauer, Bonasso, Horacio, Silvio, Fito, Feliú, Narvaja, Maradona… Y no me exijan seguir, porque siempre seré omiso.
Cuando como resultado de manipulaciones
políticas, Cuba se quedó sin médicos en 1960, muchos siguieron la ruta del
rosarino que fue primero, y ayudaron a salvar vidas. Cuando en 1961 fue
necesario alfabetizar a más de un millón de cubanos, tampoco faltaron maestros
voluntarios argentinos. Otros ayudarían a identificar los restos del Che y sus
compañeros de guerrilla. Les agradeceríamos años después con más de 1300 profesionales
argentinos, formados en la isla y en sus valores humanistas.
La escuela de Derecho cubana siempre
estuvo hermanada con la escuela de Derecho argentina. Aquí nacieron varios
preceptos que juntos defendemos en organismos internacionales. Aquí recibimos experiencias
cuando escribimos nuestras dos últimas constituciones y cuando revolucionamos
el derecho de familia con un Código que nos puso a la vanguardia del mundo y
trajo de vuelta lo aprendido. Aquí defendimos la integración regional y la
Proclama de Zona de Paz durante la reciente presidencia argentina de la CELAC.
De todo ello pueden dar fe el pueblo,
las organizaciones políticas y sindicales, los líderes y los gobiernos
argentinos, los militantes de las mismas ideas revolucionarias y, si son
honestos, los adversarios ideológicos también.
Dan fe las víctimas de las dictaduras y
sus familias perseguidas, los sobrevivientes de Malvinas, los nacidos en el
neoliberalismo más salvaje, los miles que recuperaron la vista gracias a la
Operación Milagro o los alfabetizados con el programa Yo Sí Puedo; dan fe todos
los nacidos entre 2004 y 2017, que recibían vacunas cubanas al venir al mundo,
las decenas de miles de turistas que todos los años nos visitan.
Dan fe los empresarios argentinos que rompieron
el bloqueo en 1973 y nos han acompañado con comprensión por las enormes
limitaciones de un país bloqueado y necesitado de recursos, que no renuncia a
honrar sus compromisos con sus aliados. Deben recordar siempre que sus
gobernantes han votado hace 30 años en ONU para rechazar ese bloqueo inhumano,
y que su parlamento fue el segundo de América en crear en 1997 una ley propia
para defenderlos de sanciones extraterritoriales.
El mayor de todos los homenajes siempre es al noble pueblo argentino, que aprendió bien la lección guevariana de que “la solidaridad es la ternura entre los pueblos”; que jamás nos ha fallado, ni en las horas más difíciles y confusas, y que en la reciente pandemia inició la campaña que luego se extendió por el mundo, para hacer llegar a Cuba las jeringas que nos bloqueaban para vacunar a nuestra gente.
Lo dijo aquí el presidente Miguel
Díaz-Canel, y lo reiteramos nosotros hoy, frente a un tiempo plagado de
incertidumbres, guerras, discursos de odio y desunión: “¡No hay fuerza en este
mundo que pueda separar a Cuba y a Argentina!”. Quien lo intente, caerá una y
otra vez de la mano de sus pueblos.
¡Viva Nuestra América unida!
Muchas gracias
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