Me anoto desde ya para la próxima aventura que al final del libro nos proponen Zarrans y Farina: profundizar la revolución socialista -y añado, defenderla- en medio de la creciente y descomunal hostilidad de su formidable adversario y de la erosión de sus sentidos y valores fundacionales -y del cambio generacional, también agrego-, y vivirlo todo sin retroceder, entendiendo las contradicciones, disensos y conflictos de los nuevos tiempos -sentido del momento histórico, diría Fidel-, bajo un liderazgo que todos los días debe salir a conquistar a sus liderados con los principios humanistas y la estrategia que él nos legó.
PALABRAS DEL EMBAJADOR DE CUBA PEDRO P. PRADA EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "VIVIR SIN TENER PRECIO", CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN, BUENOS AIRES, 6 DE DICIEMBRE DE 2023
“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
Lester DeWitt Mallory, 6 de abril de 1960[1]
“Vivir sin tener precio” es un
libro audaz, escrito desde el amor, la militancia y el compromiso, a veces
desde la distancia y otras veces desde el vórtice del huracán. No es casual que
haya nacido en Argentina, donde tanto se nos quiere y se nos sufre a los
cubanos. Suma a una pléyade de autores comprometidos que, en un discurso coral,
a partir de preguntas muy agudas, narran sus respectivas visiones de la
historia y ofrecen una perspectiva sobre los que consideran desafíos urgentes
de la revolución cubana en su segundo medio siglo, ya casi sin sus fundadores, y
conducida hoy por sus hijos y nietos.
Soy de los necios que desde
muy temprano decidió abrazar el verso de Silvio, cuando éste era solo una
intuición. Nací después del 1 de enero de 1959, crecí, disfruté y sufrí todas
las etapas descritas en el libro. Por ello, deseo ante todo hacer algunas
aclaraciones:
A esta altura de mi vida, casi
la misma edad de la Revolución, he sido testigo y a veces parte de muchos
acontecimientos. Como toda mi generación, gocé temprano de derechos que mis
abuelos y padres jamás tuvieron. Estuve en casi todas las plazas,
movilizaciones y desfiles de mi pueblo. Propuse candidatos, formulé enmiendas y
arreglos a dos constituciones y otras leyes, y voté en todas las elecciones y
referendos. Practiqué la crítica y la autocrítica. He estado del lado del
gobierno, como servidor público, y de lado de la sociedad, como ciudadano,
militante y periodista. Cuando nacieron mi hija y mi nieto, ya casi todo
parecía alcanzado. En realidad, todo volvía a empezar.
He visto y sentido a Cuba
desde casi toda su geografía física y humana, y desde afuera, en disimiles
circunstancias, incluso practicando internacionalismo y recibiendo solidaridad.
He conocido las secuelas del colonialismo, del neocolonialismo, del capitalismo,
del apartheid y también, las del llamado socialismo real. Vi derrumbarse al
socialismo soviético y levantarse sobre sus propias piernas al cubano. Soy
afortunado de haber vivido la era de Fidel.
Por todo ello, no voy a
extenderme en los muchos aciertos y coincidencias con este libro, sino en un
tema que considero puede contribuir a completar una visión más amplia e
integral de la hazaña de estar vivos y de la dimensión y complejidad de
nuestros desafíos:
Cuba, como nación, es un
concepto herético. La isla colonizada por Diego Velázquez en 1511 parecía
predestinada para lucir engarzada siempre como la perla más preciada de la
corona del imperio español. Su posición privilegiada la convirtió en una
Capitanía General suigéneris, por la que pasaban todos los virreyes y todas las
flotas que hacían las Américas.
Esto fue así hasta que al
norte de la isla se estableció una población procedente de otro imperio
europeo, el británico, que alcanzó su independencia de Londres en 1783. Sus
padres fundadores pronto visionaron un país grande y pujante, dueño de riquezas
inmensas y extendido entre los dos océanos. En su delirio de grandeza, pronto
incorporaron la idea, expresada desde fines del siglo XVIII y madurada en 1805
por Thomas Jefferson, cuando comunico al embajador británico en Washington que
en caso de guerra con España, era imprescindible apoderarse de la Florida y a
Cuba, a la que veía como una “conquista fácil”[2].
En 1822, John Quincy Adams, secretario
de Estado del presidente James Monroe, sentenció que, para los intereses de la
joven unión americana, la importancia de Cuba, no era comparable con la de
ningún otro territorio extranjero.
Al año siguiente, Adams
elaboró su famosa teoría de la “fruta madura”, semilla de la ulterior Doctrina Monroe,
que recordaba que “hay leyes de gravitación política, como leyes de gravitación
física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión, y la
Unión, en virtud de la propia ley, no iba a dejar de admitirla en su propio
seno. No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos
como la Isla de Cuba. Esas islas de Cuba y Puerto Rico, por su posición local,
son apéndices del Continente Americano, y una de ellas, Cuba, casi a la vista
de nuestras costas, ha venido a ser de trascendental importancia para los
intereses políticos y comerciales de nuestra Unión".[3]
Esos conceptos fueron
abrazados por Monroe, quien, para referirse a la isla, afirmaba que: "agregar
Cuba era lo que necesitaban los Estados Unidos, para que la nación americana
alcanzara el mayor grado de interés... Siempre la miré como la adquisición más
interesante para nuestro sistema de estado".[4] Ese
mismo año Thomas Jefferson apuntó que Cuba sería la adición más interesante a la
unión americana. Como han hecho a lo largo de toda su historia, los Estados
Unidos enviaron primero a sus empresas, que coparon todo el andamiaje económico
español, llegando a controlarlo en su casi totalidad, a fines del siglo XIX.
La compleja relación de
equilibrios internacionales en 1898, cuando Estados Unidos lanza su guerra
contra España -la primera imperialista de la historia, en la que Cuba es parte
del botín en disputa-, y la beligerancia demostrada por los patriotas
independentistas cubanos que tras treinta años de lucha estaban a punto de
derrotar al colonialismo español, llevan al presidente McKinley a aprobar en
1901 una solución de neocolonialidad para la isla insumisa (que no es la que
aplican a Puerto Rico). Con ella, Cuba se salva de ser el estado 52 de la
Unión, más no de su control. Muchos años después los críticos de McKinley se lo
reprocharían.
Disculpen la extensión de
citas. Son necesarias para entender toda la historia posterior. En el ADN de la
clase política estadounidense está marcado con fuego, desde el origen de esa
nación, que Cuba no está destinada a ser un Estado independiente, libre y
soberano. La historia del siglo XX así lo demostró. Todos los intentos
nacionalistas cubanos de cualquier matiz fueron sofocados, el país ocupado
militarmente en tres ocasiones y “pacificado”. Mientras, la depredación de las
empresas estadounidenses no solo esquilmó las riquezas nacionales,
empobreciendo a su pueblo, sino que ensayó en su territorio muchos de los
nuevos emprendimientos de negocios, incluso de los más corruptos y violentos,
que luego expandirían por el mundo.
No en balde, en un arranque de
sinceridad y a apenas un mes de su asesinato, el presidente John F. Kennedy
reconocería que no había un país en el mundo, incluyendo cualquiera y todos los
países que han estado bajo dominación colonial, donde la colonización
económica, humillación y explotación fueran peores que en Cuba, en parte debido
a la política de su país[5].
Por eso vuelvo al punto de
partida: la existencia de un estado realmente libre, independiente y soberano,
donde el pueblo haya autodeterminado de la manera más democrática posible el
sistema político, económico, social y cultural que quiso darse, es, en sí, un
acto profundamente herético y también, es una rebelión contra la imposición de
un modelo hemisférico primero y global después, regido por un país de ínfulas
mesiánicas, que no acepta disensos.
Cualquier juicio sobre el
presente y futuro de Cuba debe considerar esta verdad. Solo entonces podrá
entenderse el prolongado bloqueo económico, comercial y financiero, las
invasiones armadas, el terrorismo, los sabotajes y la fiera guerra híbrida con
expresiones en lo diplomático, lo cultural y lo comunicacional, apoyada en el
control ejercido sobre la industria global de las infocomunicaciones y, a
través de ella, en la hegemonía del pensamiento.
Y deberá considerar, además,
que, dada la orientación ideológica del orden constitucional cubano, la
necesidad de su destrucción es imprescindible para borrar toda amenaza a la
existencia del imperio decadente. Con Cuba, es válida absolutamente la idea de
Allen Dulles, recogida en su libro de memorias El Arte de la inteligencia:
“…El objetivo final de la estrategia a escala planetaria, es derrotar en el
terreno de las ideas las alternativas a nuestro dominio, mediante el
deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del inconsciente, la
usurpación del imaginario colectivo y la recolonización de las utopías
redentoras y libertarias, para lograr un producto paradójico e inquietante: que
las víctimas lleguen a comprender y compartir la lógica de sus verdugos…”[6] Desde luego, nadie está a
salvo.
Tampoco Cuba es China, ni es
Vietnam. Estos países, que han hecho extraordinarias proezas construyendo un
nuevo modelo de sociedad, pertenecen a una cultura y tradición diferentes a la
nuestra; disponen de los recursos naturales de los que carece Cuba, no están
sometidos a un bloqueo económico, comercial y financiero, por lo cual, las
oportunidades de transformar, innovar y errar son muchas más que las de Cuba, y
están ubicados a decenas de miles de kilómetros de su principal adversario.
Nuestros límites, el margen de riesgo y el precio de nuestros errores son mucho
mayores. Los diplomáticos cubanos lo sabemos bien, empeñados en abrirle caminos
al país por el mundo, en forjar alianzas, en atraer a empresas e inversores, en
explicar oportunidades, que siempre chocan con los muros invisibles que nos han
levantado en derredor.
Chocamos y chocaremos siempre con
el imperialismo, las derechas y sus mercenarios. Pero nos preocupan otros los
otros choques con esas izquierdas que giraron tanto a la izquierda que se dan
la mano con las derechas. A veces vemos lecturas parciales de nuestra historia,
que ignoran, por ejemplo, las fuertes contradicciones de Cuba con la URSS en
distintos momentos, incluidos los de más cercanía, por nuestra vocación
internacionalista, cuando sin contar con los soviéticos, miles de cubanos en
los años setenta partieron a combatir en defensa de los pueblos africanos.
He dicho antes que para
algunos “Cuba se convirtió en una realidad admirable, pero inviable, asfixiada
por problemas supuestamente insuperables, que no había sido capaz de resolver
en los marcos del socialismo real, ¡real!, que era como se llamaba aquel
que servía de paradigma y se derrumbó, aprendido de manuales ladrillosos y
que todos repetían como catecismo. No advirtieron en nuestra prolongada y
dolorosa resistencia de los noventa el nacimiento de nuevas dinámicas de desarrollo
que buscaban profundizar en las raíces de lo más autóctono del socialismo
nacional y del pensamiento libertario y emancipador cubano y universal, para
construir las alternativas posibles en el actual escenario mundial. Para otras
izquierdas, las virtudes y las dificultades cubanas fueron motivo de
inspiración para emprender caminos propios hacia el socialismo desde su
singularidad. La opción no admitía medias tintas: o barbarie o socialismo”[7]. Así pensaba hace diez
años y así pienso ahora.
Hoy todo es diferente, más
complejo, fragmentado. Colisionan más los proyectos individuales y el
colectivo. Una decisión popularmente demandada, requerida por la economía para
desatar sus fuerzas amarradas y restablecer el papel del trabajo y del dinero,
y largamente estudiada, puede, de pronto, crear nuevos problemas y tildarse de
inoportuna. Y alguien puede preguntarse “¿y entonces para cuándo?” Las
revoluciones no son paseos de Riviera, diría Alfredo Guevara, y la crisis
múltiple de hoy no es la de hace 65 años.
¿Evidencias? Entre marzo de
2022 y febrero de 2023, el bloqueo causó daños y perjuicios a Cuba estimados en
el orden de los 4,867 millones de dólares. Esto implica una afectación de
más de 405 millones de dólares mensuales, más de 13 millones de dólares diarios
y más de 555 000 dólares por hora. De no existir el bloqueo, el producto
interno bruto (PIB) de Cuba podría haber crecido un 9% en 2022. A precios
corrientes, los daños acumulados ascienden a 159,084.3 millones de
dólares. A precios constantes del oro, son más de 1.4 billones de dólares. Mientras,
la política de terrorismo, sabotaje y guerra armada acumula un doloroso saldo
de 5577 víctimas. La combinación de ambas deja un saldo humano inmedible.
Recuerden siempre el fin de la política, enunciado en 1960: “provocar hambre,
desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
Ha sido duramente costoso
vivir sin tener precio. No nos arrepentimos. Pero tampoco ha sido ni es fácil. Y
mucho menos resulta sencillo explicarlo y que se entienda, sobre todo cuando
una maquinaria perversa lo minimiza todo el tiempo, para hacer parecer
insalvable al socialismo y a quienes lo abrazamos como opción de vida.
No vivimos en otro mundo.
Estamos sometidos a una guerra económica verdaderamente genocida, a nuevas
amenazas de violencia denunciadas en últimas horas por nuestro gobierno, y al
mismo bombardeo de ideas y cultura hegemónicas que ustedes. Pese a todos, seguimos
creyendo en las utopías. Un nuevo pacto social se construye desde la adopción
de la Constitución de 2019, aprobada en referendo por el 82% de los cubanos, y avanzan
las transformaciones políticas, económicas y sociales que esta puso en marcha.
Habrá prudencia y conflicto, más no faltarán construcción de consenso, creación
y audacia.
Por eso me anoto desde ya para
la próxima aventura que al final del libro nos proponen Zarrans y Farina:
profundizar la revolución socialista -y añado, defenderla- en medio de la
creciente y descomunal hostilidad de su formidable adversario y de la erosión
de sus sentidos y valores fundacionales -y del cambio generacional, también
agrego-, y vivirlo todo sin retroceder, entendiendo las contradicciones,
disensos y conflictos de los nuevos tiempos -sentido del momento histórico,
diría Fidel-, bajo un liderazgo que todos los días debe salir a conquistar a
sus liderados con los principios humanistas y la estrategia que él nos legó.
Nos veremos en la batalla,
hasta la victoria.
Siempre unidos; se puede.
[1] Mallory,
Lester D. “Memorando del Subsecretario de Estado asistente para asuntos
interamericanos (Mallory) al Subsecretario de Estado para asuntos
interamericanos (Rubotton)”, citado traducido en https://www.ecured.cu/Lester_D._Mallory
con referencia a versión original en inglés en
https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1958-60v06/d499
[2] Rippy,
J. Fred: La rivalidad entre Estados Unidos y Gran Bretaña por América Latina
(1808-1830). Buenos Aires,
EUDEBA, 1967, p. 44.
[3] Adams, John Quincy, Lectures
on Rhetoric and Oratory, 1810 (facsimile ed., 1997, Scholars' Facsimiles
& Reprints, ISSN 978082011507.
[4] Bemis, Samuel Flagg. John Quincy Adams and the
Foundations of American Foreign Policy. vol 1 (1949), John Quincy Adams and
the Union (1956), vol 2. Pulitzer prize biography.
[5] Bensaid,
Jean D. Enviado no oficial. Un reporte histórico desde dos capitales (entrevistas
con John F. Kennedy y con Fidel Castro). En The New Republic, 14 de diciembre
de 1963, pp. 15-20
[6] Dulles,
A. El arte de la inteligencia (Craft of Intelligence, Lyons
Press 2006. ISBN: 9781599215778). Citado por Pedro Prada en Crónicas
del derrumbe soviético. El viaje del corresponsal de Granma: 1990-1992. Ocean
Sur, 2014.
[7] Prada,
P. Cuba en el socialismo y el hombre. En Crónicas del derrumbe
soviético. El viaje del corresponsal de Granma: 1990-1992. Ocean Sur, 2014.
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