Primero, para dejar las cosas claras de una vez a Berzaín y
a otros enamorados de las etiquetas, incluidas las que fabricó Dietrich: Cuba
no es y nunca ha sido una expresión del socialismo del siglo XXI, ni del XX, ni
del XIX. Ya demostró harto que no fue satélite, ni copia, ni calco, y que no se derrumbó ni desmerengó como el socialismo
europeo. No debe perder su tiempo. Cuba construye un socialismo propio, cubano;
un proceso nacional, soberano, independiente, genuino -es lo más urticante-, también imperfecto e inacabado.
Para un ideólogo, los clichés son enemigos del pensamiento.
Libérate de ellos, Berzáin. El socialismo cubano se nutre de las ideas de Marx,
Engels, Lenin, aprende de las experiencias fracasadas y exitosas en otras
partes del mundo, y crea su camino propio, de forma viva, al mejor estilo de
Mariátegui. Lo hace sobre la base de un pensamiento y práctica nacional y latinoamericano,
que va de Bolívar y Martí, hasta el Che Guevara. Vaya, es un socialismo puramente
occidental, aunque le duela a los deterministas de la geopolítica.
Además, el cubano es un socialismo erigido en guerra con la
principal potencia imperialista de la historia. Y bien sabes Berzaín que esa
guerra no la elegimos los cubanos, sino que nos la impusieron por optar por
nuestro propio camino, sin dictado, perdón ni tutela de Estados Unidos. Lo
recuerdo porque a veces se nos compara con los modelos chino y vietnamita, a
los que Washington levantó sus respectivos bloqueos en fechas tan tempranas
como 1973 y 1995, respectivamente. Bien saben por allá que el éxito de Cuba,
cuyo potencial ha sido ampliamente demostrado en su práctica revolucionaria, es
una amenaza a su sistema de dominación hemisférico. Por eso, la pretensión de crear
“hambre, sufrimiento y desesperación para que el pueblo derroque al gobierno”
(Mallory), o “causar dolor, para que el gobierno ceda” (Claver Carone) se parece cada vez más a
un genocidio y merece bien la creciente condena universal.
Segundo, la noción de las llamadas “guerras híbridas” no
nació en La Habana ni en Caracas. Si bien nada demuestra que nacieran en
Estados Unidos (que las paga), estudiosos sin sospecha como el colombiano Román
Ortiz y el estadounidense Frank G. Hoffman, Investigador Distinguido de la
Universidad Nacional de Defensa en Washington, este tipo de conflictos “incorporan un
abanico de distintas formas de guerra, incluyendo capacidades convencionales,
tácticas y formaciones irregulares, actos terroristas que comprenden coerción y
violencia indiscriminada y desorden criminal”.
Un tipo avezado como tú en el uso y abuso de las categorías
de la guerra híbrida, como si las hubiera definido Cuba, que ha estudiado además
la circular TC1801 Manual de guerra no convencional de las Fuerzas Especiales
del Ejército de Estados Unidos; que respalda todos los actos políticos,
legislativos y judiciales del bloqueo económico, comercial y financiero contra
la isla; que ha apoyado la Ley de Ajuste Cubano, la Política de Pies Secos-Pies
Mojados, el parolee humanitario y, ahora, las deportaciones de migrantes, sabe,
perfectamente que miente y manipula a la opinión pública.
Es curioso que todos los ejemplos que cita el autor de la “crítica”
sobre guerra hibrida están inspirados en los ejemplos de los desmanes de gobiernos
capitalistas fallidos, de democracias corrompidas por el capital nacional y
transnacional, de crímenes electorales o transfronterizos financiados por
aquellos para los que nunca es suficiente el dinero que acumulan en cuentas off
shore; de gobiernos que con sus reformas expulsan a miles de seres humanos
desesperados por migrar a cualquier otro lugar, aún si les va en juego la vida;
de los mismos que primero armaron dictaduras de seguridad nacional y dictaduras
neoliberales después, que refinaron las formas de represión en la Escuela de
las Américas ayer o en la ILEA hoy, o ¡en Israel!; que desaparecieron a decenas
de miles de latinoamericanos, o los mantuvieron presos, o los judicializan políticamente
hoy; de los dueños de los medios de comunicación y los algoritmos de Internet que
a nombre de la libertad de expresión, censuran o invisibilizan toda disidencia.
Los grupos delictivos organizados nunca se armaron en La
Habana o en cualquier otra capital de la región: nacieron todos en Estados
Unidos -en Washington, Langley, Miami-, financiados, organizados y entrenados
por su gobierno, sus agencias de seguridad nacional, sus legisladores, sus
jueces y su cohorte de ONG. Las maras salvadoreñas, el ISIS, Al-Qaeda, los
carteles de Sinaloa, Jalisco, del Golfo, los Zetas, el Tren de Aragua, el
mercado y el tráfico de drogas, los tratantes de migrantes, todos, todos,
todos, vinieron de allá y nos han jodido aquí. Si no, pregúntenle al corrupto,
cobarde y cruel Secretario de Estado "Rubio", bien versado por su cuñado en asuntos de
lavado de dinero narco.
Va por buen rumbo el Interamerican Institute for Democracy a
cargo de Berzaín haciendo anatomía patológica de sus fieles difuntos. Como el
tema es actual, pronto nos dirá también cómo librar la guerra híbrida en un cónclave
cardenalicio.
Pdta: Recomendación de
lecturas para la alfabetización de Berzaín y otros escribientes poco serios:
- Frank G. Hoffman,
Conflict in the 21st Century: The Rise of Hybrid Wars, Arlington: Potomac
Institute for Policy Studies, 2007.
- Frank G. Hoffman,
“Hybrid Warfare and Challenges”, Joint Forces Quarterly, Washington, Num. 52,
Primer Trimestre, 2009.
- Leslie F.
Brown, Twenty First Century Warfare Will Be Hybrid, Carlisle: US Army War
College, 2011.
- Paul
Brister, William H. Nattert III y Robert R. Tomes (Ed.), Hybrid Warfare and
Transnational Threats: Perspectives for an Era of Persistent Conflict, New
York: CENSA, 2011.
- Ralph D. Thiele,
“Crisis in Ukraine – Thee Emergence of Hybrid Warfare”, ISPSW Strategy Series:
Focus on Defense and International Security, Institute for Strategic,
Political, Security and Economic Consultancy, Berlín, Num. 347, mayo 2015.
(Nota: ninguno de estos autores es cubano, boliviano, nicaragüense o
venezolano)
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