lunes, marzo 22, 2021

CATARSIS POR CORRESPONDENCIA

Lo escribió César Gómez Chacón, con quien comparto hace muchos años profesión, convicciones y amistad: 

A mis amigos en las redes y en la vida real, que no siempre son los mismos, ni es igual:

En la medida que se arrecie la guerra contra Cuba y nuestra Revolución en estas redes antisociales, donde también navego, me enredo…  a veces me ahogo, me ofenden, me bloquean, y… me río de los peces de colores, encontrarán en mí a un guerrero a ultranza, a un peleador empedernido en defensa de mis convicciones.

La principal de ellas: este archipiélago caribeño, rebelde y romántico donde nací y moriré, no sería el país extraordinario que es sin su Revolución socialista. ¿Perfectible?, sí, seguro y necesario, lo intentamos cada día. Pero nuestra Cuba socialista no es el país mucho más maravilloso que debería y puede ser, mientras siga bloqueada, amenazada y atacada con saña y con todas las armas y los dineros posibles por sus enemigos del imperialismo mundial. Eso es convicción, lo demás es pandemia. Pero tenemos ya cinco vacunas en camino, esas sí vienen llegando, para ganarle todo el terreno, más temprano que tarde, a la COVID-19.

Me abstengo por momentos, pero a veces me vence la tentación, de publicar fuertes críticas en Facebook, sobre la durísima realidad cubana de hoy: colas absurdas y coleros desmadrados, calles sinónimo de baches, abusadores del poder, guaguas y locomotoras nuevas destartaladas por la desidia, extremistas-oportunistas en burbujas de dinero mal habido, piscinas de gusarapos, gente chusma de baja calaña con décimo grado y hasta universidad aprobados, teléfonos públicos y latones de basura “canibaleados”, celulares y carros estatales que sirven a negocios particulares, tiendas que ya no atienden, tristes abanderados del no se puede, parques desflorados sin bancos ni sombra, burócratas refinados con cadenas de oro, pan con pasta de moscas, mentes y paredes corrompidas, estúpidos sin nasobuco, bodegas con gorgojos, padres e hijos de la indisciplina social… Y hay más, pero son lo menos.

Sobran en Cuba los revolucionarios y patriotas verdaderos, buenas personas realmente preocupadas y suficientemente molestas, que cogen lucha y luchan diariamente contra todo lo que nos pisa el zapato de la vida cotidiana; gente maravillosa que no se cansa de denunciar por donde sea -y en estas redes sin escatimar megas personales- aquello que ofende el sacrificio colectivo. Sus críticas son llamados a la conciencia ciudadana, gritos de alerta a las autoridades, con la confianza en un gobierno que reacciona cada vez mejor ante esos criterios justos y mayoritarios, y no teme cambiar, para el bien de todos, lo que deba ser cambiado.

Me fastidian, sin embargo, las crecientes críticas de importación venidas de mis amigos y buenos cubanos que viven allende los mares, sobre todo aquellas que no se sustentan en la realidad de las vivencias cotidianas. Logro entender sus lógicas preocupaciones, pero es obsceno criticar a Cuba en el océano turbio de estas redes, cada vez con mayor vehemencia, a veces diariamente, con chistes, con ironía, con criterios que rayan lo malsano, a veces, incluso con razón, pero con una dureza que nos duele demasiado. No entendemos, o sí, por qué parecen ahora más motivados algunos de ustedes a montarse en ese tren sin estación final.

Criticar por criticar, hacer catarsis por correspondencia, no debería convertirse en deporte cotidiano de nuestros buenos emigrados. Sus amigos y familiares en Cuba ya estamos lo suficientemente preocupados, estresados, e involucrados hasta los mameyes en este tenaz afán de resistencia diaria, de Patria o Muerte, que no es consigna vacua sino decisión mayoritaria.

No intento coartar su derecho a opinar libremente lo que les venga en ganas. Pero me jode que muchas veces, la mayoría, reaccionen a partir de lo que se reproduce (y replican ustedes) en estas redes tan envenenadas por el odio contra Cuba, o lo que les llega como chisme mal parido y verdades a medias sobre nuestros problemas (los nuestros cotidianos), los que son y no negamos, y los que no son.

Que si nos pasamos o “respondimos” mal a la tal canción sin adjetivos. Y aquí ustedes acostumbran a usar un plural que parece unificarnos a todos, no importa si no somos músicos o decisores de lo que otros, con mayor o menor acierto, componen y reproducen libremente en los medios oficiales o privados…  Que si el nieto tal subió o le subieron en las redes un video estúpido, que si su disculpa, más estúpida aún (y posiblemente otra manipulación mediática) les provoque ira, burla o “genuina” preocupación, cuando aquí a casi nadie le importa el hecho, ni tiene trascendencia alguna.

Ya lo comenté antes: la mayoría de las veces me entero por el escándalo de ustedes y no porque lo publique la USAID ¿o venía de ahí? Siempre habrá agujas en el pajar. Tratar de encontrarlas sin tener nada que coser, es tarea poco edificante, que nos hace perder tiempo y megas necesarios para otras cosas.

Ya antes les he visto gritar porque el gobierno cubano cerró tarde o temprano nuestras escuelas y aeropuertos, al poco tiempo les leo exigir todo lo contrario. Y uno sabe que los países donde ustedes viven se infectan nuevamente y mueren más y más personas, y a mí no se me ocurre aconsejar, o pedirles que ustedes aconsejen al gobierno español, al brasileño y menos al yanqui, sobre cómo enfrentar la pandemia, pero siempre les recomiendo a todos: “¡Cuídense mucho, por favor!“.

Los he visto también proponer desde allá, casi con desesperación, cambios urgentes en nuestra economía, y cuando el gobierno cubano da los primeros pasos, pues de nuevo vuelven vociferar que está todo mal, que ahora no era el momento... Yo, la verdad, no sé ni me interesa saber el precio de la guanábana o de una vacuna contra el coronavirus en Barcelona, Milán, Río, o Texas.

¿Será que ustedes no tienen otra cosa más importante que hacer, ni preocupaciones mayores en los lugares donde viven? ¿Será que piensan (se creen de veras) que quienes vivimos aquí somos tarados o corderos calladitos en fila, uno detrás del otro? ¿Será que siguen convencidos de que, como en Cuba el acceso a las redes está “tan limitado al pueblo”, ustedes deben asumir ese papel de defensores de los corderos? La verdad: actualicen sus Bohemias, avancen y no retrocedan, porque no los entendemos bien.

Pocas veces, muy pocas, les veo ponderar todo lo bueno que también sucede en este país que es también el vuestro. Ustedes bien lo saben, y deberían sentirse muy orgullosos, y proclamarlo a los cuatro vientos con la misma vehemencia, porque somos sus amigos, sus hermanos, primos, padres e hijos… quienes estamos detrás de un descubrimiento científico mundial, de un museo restaurado, de una victoria deportiva, de nuevos (decenas de miles) graduados universitarios, de un surco florecido, de un buen reportaje, de cientos de niños y ancianos salvados de la COVID-19 en el mundo, de un voto a favor de Cuba en la ONU…

Si están tan preocupados por sus familiares y amigos queridos en este archipiélago que bien conocen, porque nacieron y vivieron aquí hasta el otro día, porque regresan una y otra vez cada vez que pueden, no se desgasten tanto en criticarnos a los necios de acá, si antes no han emprendido una campaña similar, de dura en adjetivos, memes, burlas y denuncias contra el bloqueo yanqui a Cuba. Déjennos a los de aquí seguir fajados por nuestra supervivencia cotidiana y contra lo que ya se acuñó por nuestros enemigos, y ustedes repiten con entusiasmo, como “bloqueo interno”.  No les convoco, pero les tocaría en rigor presionar con la misma furia que a las autoridades cubanas, a sus respectivos gobiernos de adopción, para que desaparezca cuanto antes ese genocidio externo, que sí nos mata a diario.

El bloqueo yanqui, por cierto, no es excusa para nada a nuestras ineficiencias.  No voy a citar cifras, ni a Granma, ni a Fidel, ni a la Mesa Redonda, o a Díaz-Canel. No los canso con nuestra “propaganda comunista”. Voy a copiar textualmente parte de una publicación muy reciente en ese mismo Facebook, de Lázaro Fariñas, un compatriota que marchó de Cuba a principios de los sesenta, como enemigo convencido y luchador activo contra la Revolución. Varias décadas después, desde el mismo Miami, Lázaro sigue pensando con cabeza propia. Hace una semana, él se preguntaba, y se respondía, sobre las intenciones del -su- gobierno norteamericano:

“¿Qué quieren? Sencillamente humillar a los cubanos, cerrarlos económicamente, llevarlos a la desesperación para que se lacen a las calles a protestar contra el gobierno. Ese siempre ha sido el plan, crear el caos en Cuba hasta llevar al pueblo a una guerra civil, a una matazón interna y entonces y solo entonces, invadir para llevar el orden, y arrodillar aquel pueblo ante el imperio. Esa es la verdad, esa siempre ha sido la verdad, que a nadie le quepa duda...”

Al respecto, les tengo una pregunta. Piensen con sinceridad: ¿Cuándo ustedes publican, hiperbolizan o “comparten” en estas redes las críticas casi diarias a todo lo que ocurre o no en la Cuba de hoy, se dan cuenta que están haciéndole (hasta sin querer) un favor por carambola a quienes quieren para nosotros lo anterior?

No pongo a todos en el mismo saco, porque todos mis amigos son diferentes, y eso es lo bueno. El sayo de cada quien es estrictamente personal y personalizado. La opción de ponérselo es individual, directa y -si lo prefieren- hasta secreta…

Los seguiré leyendo, y me reservo el derecho, que también tengo, de comentar, dar “me gusta” o “me enoja”, criticarlos, berriarme alguna que otra vez… Intento no ofender a nadie, ni me enfrasco en ataques personales, menos con mis amigos o parientes fuera de Cuba, aunque piensen diferente. Sólo exijo igual respeto. Siempre me queda la opción (la menos preferible) de bloquear a quien, a falta de argumentos o repitiendo falacias e injurias, impide -porque no quiere o no puede- sostener una conversación mínimamente inteligente. También la tienen ustedes, algunos otros ya la usaron antes, y no me podrán leer ahora, lo lamento. A los amigos sí podemos escogerlos.

A los enemigos de Cuba y de nuestra Revolución: ni tantico así, ¡nada! Con esos no dialogo, porque desde niño mi viejo me enseñó a no quedarme dado nunca. Me bautizó el padre Sardiñas, aquel de la sotana verde olivo, una solución salomónica porque mi madre era de familia burguesa, muy católica y el viejo (sin saberlo entonces) era ya pichón de comunista. Mi mamá, por cierto, fue también sin saberlo una feminista sin carné, pero ella solita se “adelantó” en su momento. Murió hace años con su carné rojo en el bolsillo y también en el corazón. Por suerte, ninguno de los dos me enseñó a poner la otra mejilla.

Amigos de por allá: ¡Cuídenseme mucho! Porque Cuba también los necesita a todos.


Publicado en la cuenta de Facebook del autor y en Cubadebate.

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